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En Buenos Aires no toleramos a aquellos políticos que destinan los fondos a satisfacciones personales o a egoísmos extremos o a circunstancias que los dejan en evidencia. Siempre, quienes nos dedicamos al ámbito cultural, deseamos que haya presupuesto para las diferentes ramas del arte, de la educación y, quién más quisiera, de las artes escénicas.
En Rafaela (Santa Fe), ocurre lo contrario. Muchos vecinos, critican negativamente al ámbito cultural por promover la cultura y por seguir avanzando año tras año. Por recuperar una construcción tan simbólica como la del Viejo Mercado y convertirla en Centro Cultural, por hacer que la ciudad cada día esté más bonita, artísticamente, y por lograr aquello que se dice y no siempre se siente: que la cultura sea un derecho, no algo para una élite.
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Así, quedó demostrado, en la Apertura del 11° Festival de Teatro de Rafaela -que comenzó hoy- cómo la sociedad rafaelina necesita del teatro, necesita de la cultura, cómo se la apropia ya no como accesorio sino como parte de su vida y cómo desde el desfile en el microcentro hasta la última función en La Máscara, colmó de vecinos felices cada butaca y cada espacio.
Y no existe pretexto para afirmar que la función gratuita tuvo más público que las pagas, porque todas tuvieron éxito.
La fiesta comenzó con Fanfarria Da Vinci (con la intervención del artista Víctor “Tomate”Ávalos, de Buenos Aires), un grupo de músicos cordobeses que desfilaron junto a un dragón enorme, armado con globos, de distintas formas y tonalidades: rosa, blanco y negro -que son los colores elegidos para la artística de este año por el Festival-.
De esta forma, a las 18 hs pudo disfrutarse de pura música, ejecutada por actores circenses que al ritmo de instrumentos de viento y percusión, consiguieron la adhesión del público a lo largo de las calles. Niños de diferentes edades, muchísimos adultos y varios perros que querían escuchar el espectáculo sin ser pisados.
Estamos en invierno y, sin embargo, se sintió verano, en medio de un corso en el que todos esperaban mirar al dragón, tocarlo y sacar cuantas fotos puedan.
Luego, una larga fila nos esperó en el Teatro Municipal Manuel Belgrano para escuchar tanto al Secretario de Cultura (Marcelo Allasino) como al Intendente de Rafaela (el Arquitecto Luis Castellano).

A diferencia del año pasado, esta vez, sus discursos estuvieron más cargados por la emoción y la firmeza de que están por el camino indicado y lucharán contra todo tipo de boicot.
Fue, realmente, una inauguración conmovedora y caben resaltar algunas frases dichas por ambos íconos de la Cultura rafaelina.
«El bien común está en boca de todos (…) Hay quienes se resisten al cambio y hay quienes lo abrazan. Este Festival es una muestra contundente de ese cambio que estamos viviendo como comunidad, es un ejemplo de transformación. Para algunos, el arte sigue siendo un espacio de regocijo elitista, un lujo para pocos o un accesorio prescindible; para otros, una forma de abrir puertas, generar vínculos, un espacio para reconocernos, repensarnos, encontrarnos» (Marcelo Allasino).
También hizo hincapié en que el festival llega a quienes pueden y a quienes no, a los que están en el centro y en los barrios, a las localidades con salas y a los que no las tienen.
Luego, tuvo la palabra el intendente Luis Castellano: “El Festival es una fiesta popular en la Ciudad de Rafaela (…) La cultura y el teatro nos ayudan a encontrarnos.
Popular, encuentro, derechos, cultura y arte; fueron algunas de las palabras que circularon en ambos discursos y que desean quedarse impregnadas en el imaginario social. Como quien sopla el molinillo de viento con un aire de esperanza a que todo cambie a favor o a que, al menos, todo el esfuerzo de más de una década no sea en vano.
También, el Licenciado, se refirió a los inmigrantes -haciendo un breve recorrido por la historia- y recordándonos que fueron ellos quienes colocaron las primeras semillas cuando la tierra era tierra y quisieron crear cultura para ellos y para el futuro.
Ya llegada la noche, el grupo La Pipetuá (de Buenos Aires) hizo su aparición en escena con
un show increíble, aplaudido de pie por los espectadores y demostrando el talento que lo caracteriza desde siempre.
La edad del pavo es el nombre de su espectáculo (dirigido por Teresa Duggan y La Pipetuá), que con un sello se distingue de otros de su género. Mezclando y fusionando el clown, circo, música y destrezas físicas; consiguen un éxito arrollador que puede verse plasmado en cada uno de sus números -los cuales llaman la atención por su lenguaje cotidiano y de fácil llegada al público, por su feedback, por el carisma que tienen de principio a fin y por la excelencia y perfección de todo lo presentado en el show-.
Utilizando la música como principal soporte, a partir del que surgirán pruebas físicas y tradicionales del mundo circense, jugando entre ellos como verdaderos pavotes, realizando chistes sonsos y que, sin embargo, despiertan las carcajadas del público y recreando el universo infantil y para todo público en que justifican cada una de sus elecciones.
Burbujas pequeñas, medianas y gigantes que sirven como contenedoras de cuerpos. Saltos a través de diversos objetos, canciones diversos estilos que logran describir paisajes y sensaciones. Instrumentos de viento, de percusión y todo aquello que escojan para sacarle sonido; ocurrirá a lo largo de este evento.
Los cuatro artistas, cada uno en lo suyo y en lo que mejor sabe hacer, generarán distintas situaciones cómicas y dignas de ser admiradas. Cómo con lo simple y desde lo simple se puede crear algo enorme y de calidad. Fruto del tiempo que permanecen juntos, de su perfeccionismo y de la vocación que con solo mirarlos segundos podemos confirmar.
Caños móviles, que cobran formas, desplazamientos que inundarán de alegría esta función, consiguiendo identidad. Aquí, allá, y en cualquier lugar por el que pase La Pipetuá; es un fenómeno que garantiza pasar un fantástico momento, un delirio tras otro y esa esencia que nos traslada a esos momentos en que éramos chiquitos -como los niños que venían gateando en la oscuridad para verlos cada vez más de cerca-.
Al finalizar esta obra, comenzó en el Teatro Lasserre, Muñeca (de Armando Discépolo,
dirigida por Pompeyo Audivert y Andrés Mangone). Este drama exhibe al amor en todo su esplendor. Al capricho como sensación irreparable y a la fortuna como la explotación más deshonrosa.
¿Quién es muñeca? Una mujer hermosa que con sus palabras y calidez, se desplaza como si sus pies patinaran y su cuerpo no le pesara en absoluto. Como un objeto que es adquirido, expropiado y utilizado a merced de Anselmo -un hombre espantoso, millonario y con una personalidad ambigua-.
Salida de un placard, se une a la aventura de un grupo de amigos que se debaten entre carreras de caballo, drogas, alcohol y algo de música. Apoyados por un cellista que, además, les hace la ambientación sonora en vivo, estos hombres no recorren la vida sino que la atraviesan. Desean comprar escenas y evitar otras. Hallar a la muñeca que huyó y volver a plasmar la vida tal cual era. No importa quién es ella en verdad sino lo que significa para Anselmo y para su débil situación.
Entre disfraces, glamour y un desfile de bebidas; las noches pasan una tras otra sin interesar nada más. Intentando que el titiritero haga sus jugadas y cada uno de sus caprichos se satisfaga, haciendo aparecer la política (como en todo texto de Discépolo) y utilizando a Uriburu para demostrar que ni un militar ni un radical podrán cambiar la situación en que se vivía y vive. Que todos son parte de lo mismo y, quizás por eso, ellos se encierren en la mansión para disfrutar, de algún modo, aquellos “placeres” de la vida.
Muñeca es una figura, una imagen, un fantasma que se pierde y aparece cuando lo invocan y todo lo que desearían otorgarle.
Cuando no está, los amigos parecen estallar de ira, de dolor infundado y de delirios cada vez más grandes.
La traición es aquello irreparable que surge en esta dramaturgia y que no tendrá más remedio que la tragedia a flor de piel. Como aquel sol que no saldrá jamás y aquellas sábanas que no volverán a alojar a la deseada.
Con actuaciones realmente impecables y una dirección majestuosa, esta versión consiguió crear interrogantes en cada uno de nosotros.
Esta obra fue estrenada por primera vez en 1924 y transcurridos noventa años, hay cuestiones que siguen iguales, otras que se han podido modificar y algunas más que reinarán en todos los humanos.
Mientras tanto, la muñeca de porcelana, ese adornito insignificante para unos e importantes para otros podrá recorrer cada minuto de las vidas de estos patriotas sin patria y la alienación que los invade, hará que no puedan descubrir cuando están despiertos, dormidos, viviendo o muriendo.
Para cerrar la noche, una comedia dramática llamada Doberman (escrita y dirigida por Azul Lombardía), se encargó de materializar muchas risas como al principio de la tarde.

Mónica Raiola y Maruja Bustamante, consiguieron formar una dupla exquisita en que demostraron sus dotes para interpretar a unas amigas, más bien conocidas, que tienen algunos asuntos que solucionar.
La primera, una mujer ama de casa, con una sencilla vida; y, la segunda, una madre de seis hijos y un esposo decadente; conformarán la escena de Doberman. Una única escena que se desarrollará en la cocina de una de ellas, mediando la palabra como principal argumento.
¿Qué buscan dialogar tanto?
Con un lenguaje burdo, grosero y súper real en nuestros tiempos; ambas se debaten entre la ironía y la violencia verbal. No cabe revelar el asunto de sus charlas ya que la dramaturgia llegaría a su fin pero sí mencionar los dos personajes tan bien conformados por Mónica y Maruja.
Mónica, luciendo como tímida, sencilla e introvertida; mientras Maruja se va convirtiendo en esa raza de perro tan temida por algunos.
La agilidad en la manera de hablar de una, y la lentitud en la forma de esbozar la palabra de la otra, van delineando la trama de Doberman -una pieza artística que no solo genera tensión y expectativa sino que convierte el drama en comedia y la comedia en drama de un momento a otro-.
Azul Lombardía consigue esta ambigüedad y moldea cada uno de los diálogos para que las actrices sientan comodidad y puedan generar la sorpresa en el público.
Sentadas alrededor de una mesa, durante casi toda la obra, no precisan moverse si lo que tienen para decir pasa por otro lado.
Una llamada en el contestador, una visita inesperada, una enfermedad utilizada para manipular y toda la ferocidad de una mujer que se siente despechada y minusválida. En cuanto esto sea creído y justificado, el peor ataque podría aparecer.
La composición del perro conmueve, permitiendo que veamos cada detalle -desde sus ojos, su expresión en el rostro, su manera firme y convincente al caminar, al moverse- y esa delicadeza en que se escoge qué decir y en qué momento. Como si un animal pudiera hablar, que de hecho lo hace pero con otro lenguaje. Quizás más expresivo como el que puede notarse sobre todo al llegar el final de esta gran puesta en escena.
Tres estilos de obras totalmente diferentes, con vestuarios bien caracterizados y ambientaciones que permiten delinear la historia en cada una de ellas; fueron las primeras en pasar por este Festival que, una vez más, está generando muchísimas expectativas en los vecinos y en público de provincias aledañas que se traslada, al igual que Sabor A Teatro; para observar de cerca este fenómeno.
Mariela Verónica Gagliardi
Escrito
en julio 18, 2015