*** SEPTIEMBRE 2025 ***

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La Malinche, dirigida por Andrés Bazzalo

Una mujer de más de cuatrocientos años, La Huesera, encarna la historia que La Cantora lee a través de los granos de maíz. La historia evoca la figura de Malinalli, la princesa de Paynala. Determinaciones familiares que la expulsan de su origen noble marcan el derrotero de una niña que devendrá en el arquetipo femenino de la mujer bisagra entre las culturas mesoamericanas y la cultura de la conquista española. De la Malinalli de Paynala a la Malinche, “lengua” de Cortés. Entre una raza oprimida a la cual ya no pertenece y una raza dominadora que la tendrá como principal aliada, pero solo en la efímera transición de afianzarse en una expansión territorial sin posibilidad de restitución identitaria. Situada entre el 1500 (nacimiento de Malinalli) y el 1523 (reconquista de Tenochtitlan por los españoles de Hernán Cortés), la pieza, de corte confesional, culmina con la protagonista a punto de parir. La hipótesis en que se sustenta es que si la conquista dejó un legado, es el de pertenecer a un mestizaje incierto. Entre raíces culturales sepultadas por la barbarie y el genocidio, y el acatamiento a un orden de poder ligado a la corona de Carlos V y al poder inquisitorial de la iglesia católica. Entre dioses olvidados y una religión castigadora, la Malinche emerge como una figura descarnada. ¿Traidora o sobreviviente?
Cristina Escofet

Espectáculo comisionado por Gladis Contreras y Jorge Dubatti, resultado de la Convocatoria de Proyectos Escénicos del TNC para CABA y Gran Buenos Aires Temporada 2023-2024, con la participación en la curaduría de Alejandra Darín, Alfredo Badalamenti, Beatriz Lábatte y Agustín Serruya.

Autoría: Cristina Escofet / Actúan: Maia Mónaco, Ana Yovino / Diseño de vestuario: Adriana Dicaprio / Diseño de escenografía: Alejandro Mateo / Diseño Audiovisual: Lucio Bazzalo / Músico en escena: Maximiliano Más / Realización Audiovisual: Lucio Bazzalo / Música original: Gerardo Morel / Diseño De Iluminación: Soledad Ianni / Asistencia de dirección: Vanesa Campanini / Producción: Sofhi García J, Lucía Quintana / Dirección musical: Gerardo Morel / Dirección: Andrés Bazzalo

Duración: 75 minutos
Clasificaciones: Teatro, Presencial, Adultos

TEATRO NACIONAL CERVANTES
Libertad 815 – C.A.B.A.
Teléfonos: 4816-4224
Web: http://www.teatrocervantes.gob.ar/
Entrada: $ 3.500 – Domingo, Jueves, Viernes y Sábado – 19:30 hs – Hasta el 28/04/2024

Un poema griego

La oscuridad de la razón1

En una tierra donde todo está permitido o no prohibido, vive una familia que -para nuestra sociedad actual- es disfuncional. Amores desenfrenados, deseos cautivos, una memoria cautelosa y la necesidad de sentir, de que el cuerpo se exprese; son algunas de las acciones que pueden verse durante «La oscuridad de la razon» (escrita por Ricardo Monti y dirigida por Virginia Innocenti).

Esta pieza teatral tuvo su origen en 1993, una década infame en que el uso de la razón pareció someterse a intereses de poder, a la venta de un país tan rico como el nuestro y a la necesidad de los gobernantes por pretender cultivar la ignorancia para manejar, a los más débiles, como rebaño. Sumada a dicha realidad, cobra protagonismo el mito de Electra, a través del cual se explica la relación entre víctima y victimario.

Ingeniosamente, es dicho mito el encargado de conseguir que tanto la tortura, la opresión y la censura; se difundan de un modo más artístico y menos ácido.

Si bien las escenas transcurren en Argentina, con la vuelta de Mariano (Juan Luppi) de su viaje por Europa, se produce una interesante fusión entre estereotipos, vestuarios y conceptos de la antiguedad.

Alma (Daniela Salerno) es, simbólicamente, Electra. Un personaje emblemático que se enfrenta con el de su madre Clitemnestra (Ana Yovino); aunando sus fuerzas y consiguiendo dos excelentes interpretaciones que hacen relucir aún más la adaptación de Virginia y la puesta en escena.

Al comenzar la historia presente, es inevitable sentir el aroma shakesperiano –vinculando algunas de sus obras como Hamlet y Macbeth- de tragedias griegas como el Mito de Electra y la crisis del liberalismo vigente en nuestro país –durante la divulgación de dicha obra de Monti-.

Resulta extraña esta amplia combinación de géneros, estilos y escrituras de antes y ahora. Pero, el dramaturgo logró hallar esa esencia para cautivarnos.

Se puede trasladar el mito a muchos casos policiales de la actualidad, esos casos en que personas toman la decisión de matar a sus padres o miembros directos de la familia. Estas situaciones que provocan escalofríos en mentes y corazones sanos, incentivan en otros seres una serie sentimientos que, supuestamente, podríamos deducir lo harían para culminar con sufrimientos tan agobiantes. Eliminar al que produce dolor, en vez de cambiar la actitud ante la vida sería el modo en que accionan esas personas. Esto se plasma en “La oscuridad de la razón”, una obra que tiene de protagonistas a todos los actores en escena, ya que cada uno de ellos consigue representar un simbolismo o persona trascendente, que sirven para explicar conceptos a veces olvidados.

Nunca es tarde para ser feliz, escuchamos a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, al llegar a la adultez, no siempre se consigue. Es así como observamos a Clitemnestra, a Lady Macbeth y a Gertrudis convivir en una misma mujer, aquella mujer que arde en deseos carnales y que no logra pensar con la mente. Esta mujer que simboliza a tantas otras que transitan su camino, egoístamente, e hiriendo a quienes les impidan ser felices o lograr su cometido.

Por otro lado, se encuentra Electra, una joven que ama a su padre (Pablo Mariuzzi), el rey Hamlet, el rey Agamenón y el rey Duncan. Un padre que es reemplazado por “otro” (Luciano Suardi). Asombrosamente, el espectador -según sus conocimientos- podrá contemplar una escena u otra, podrá recrear estos clásicos o disfrutar de una historia que trata sobre los valores de la vida, sobre lo mas inspirador -acompañado por la música, en vivo, de Maia Mónaco- quien crea una atmosfera mágica que puede contemplarse con los ojos cerrados.

Y esto es lo que tiene el teatro bien concebido, en que todo el elenco despliega sus alas para volar por ese espacio enorme que existe entre la vida y la muerte. Un espacio sobre el que no podremos reflexionar cuando no estemos en este mundo.

La oscuridad existe en la razón y en el corazón del humano. Sin ésta, nadie podría saber lo que es la luz ni cómo alcanzarla. Sería como hablar de alegría cuando no conocimos la tristeza. O de aprovechar el tiempo en que nuestros ojos están abiertos para hacer que cada ilusión se transforme en realidad.

¿Por qué no mostrarse sin tapujos, sin máscaras, sin pretensiones?

Esta gran pieza artística demuestra que cada hora que transcurre, sin modificarnos, es una pérdida irrecuperable, un lapsus que no tendrá sentido.

La sociedad es de los poetas, de los que sueñan, de los que anhelan un mundo diferente. Mariano, recorrerá su camino hasta descubrir, de la mano de la Mujer (Lorena Szekely), cómo alcanzar su senda. Aquella que le dará la calma necesaria para su alma.

ficha La oscuridad de la razón

Mariela Verónica Gagliardi