*** MAYO 2023 ***

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El testigo, de Nicolás Juan Porras

El testigo

El Testigo recorre la existencia de un enigmático individuo y nos muestra cómo este personaje, lidiando con sus circunstancias y sus pasiones, va forjando su propio destino. Un excéntrico vendedor de zapatos, un apasionado comerciante, una dedicada estudiante de medicina, un político romántico y un peluquero con inclinaciones artísticas, son algunos de los seres que forman parte de esta aventura.
La obra es también una historia de amor, que nos acerca a las vicisitudes que van gestando y modificando la relación del protagonista con su amada, develando en este recorrido el sutil e indisoluble vínculo entre el amor y el dolor.
Construida a partir de un relato, la pieza abre además un interrogante por el lugar que tiene el recuerdo en nuestras vidas, sobre lo que implica la memoria para nuestra existencia, y la manera en que ésta podría constituirnos como individuos y como sociedad. 

«Podría llegar el día, en que durante un encuentro casual, un desconocido narre una historia…; podría llegar el día, en que aquella historia se convierta en tu propia historia.»

Estreno: viernes 7 y 14 de junio a las 20.30 hs

Funciones: viernes 20.30 hs

Teatro La Golondrina: Sarmiento 2615, CABA

Localidades: $300 – 2 x $500 / Estudiantes y Jubilados $200

Duración: 75 minutos

Reservas:

Teléfono/ WhatsApp: 11 4936 1234

Correo: teatrolagolondrina@gmail.com

Facebook: www.facebook.com/teatrolagolondrina

Sobre El Testigo

“En una tarde de lluvia, en algún café de la ciudad, un extraño se acerca y pide sentarse; el hombre que ocupa la mesa, al notar que el lugar se halla atestado, accede al pedido. A causa de este hecho, aparentemente fortuito, y en el transcurrir de la noche, se irá convirtiendo en testigo de una historia; la que en principio parece ser la historia de cualquier hombre, en el correr de las horas parecería asemejarse a la historia de su pueblo, incluso quizás, al final de la velada, podría convertirse en su propia historia.

La pieza tiene la particularidad de que la historia referida se va dilucidando, no tanto desde la experiencia directa del personaje central, sino a partir de un relator, y de los testimonios o vivencias de aquellos otros personajes que atraviesan su camino; un curioso vendedor de zapatos, un apasionado financista, una dedicada estudiante de medicina, un político idealista y un peluquero con inclinaciones artísticas son algunos de los seres que pueblan el relato.

La historia del protagonista es a su vez una historia de amor, que nos muestra las distintas vicisitudes que van gestando y modificando la relación con su amada. La obra habla, entre otras cosas, del amor y del dolor; de un vínculo sutil e indisoluble entre ambos; de cómo la apertura al amor implica la posibilidad del dolor, y quizás el soportar el dolor también contribuya, en última instancia, a que surja e incluso perdure el amor.

Esta obra, construida a partir de un relato, abre la posibilidad de interrogarnos también por el lugar que tiene el recuerdo en nuestras vidas, de lo que implica la memoria para nuestra existencia, y de cómo y en qué medida ésta podría constituirnos como individuos y como sociedad.

Los aspectos antes mencionados, sumados a las diversas situaciones, que oscilan entre lo cómico y lo dramático, lo prosaico y lo poético, y al hecho de que la pieza trabaja en el ámbito de la memoria e incluso de lo onírico, son los que hemos considerado a la hora de abordar el diseño de la escenografía, del vestuario y la iluminación.

La escenografía, dispuesta en semicírculo, permite ir construyendo los espacios en los que transcurren las distintas etapas de la historia; ya partir de cambios elementales de vestuario, de la música y/o de juegos de luces se va generando el marco que envuelve a las diversas situaciones que atraviesan los protagonistas, sin necesidad de modificar los elementos escenográficos ni de que el actor abandone en ningún momento la escena; la propuesta intenta jugar así con la ilusión que genera la teatralidad, próxima a los pasajes temporales y situacionales de los sueños y los recuerdos.

Hay también una preminencia de colores cálidos en la escenografía que acompaña, de alguna manera, la textura del relato y de la mayoría de las escenas; en la medida en que avanza la pieza, y crece la tensión dramática de la trama fundamental, por momentos se contrapone una música y/o una iluminación que tenderán a forjar un temple algo más oscuro; para luego ir recuperando paulatinamente una atmósfera similar a la del período inicial de la obra, pero cargada de un mayor significado e intensidad emocional debido al modo en que acontece el desenlace.

Los objetos del espacio escénico y la utilería han sido elegidos teniendo en cuenta el profundo vínculo de los personajes con los mismos; si bien esto no es necesariamente aludido de manera explícita en ningún momento de la obra por el relator o los personajes, dichos objetos hacen definitivamente a la construcción del simbolismo espacio-temporal, y a la vez, del temple emocional en el que se desenvuelve la historia.

Se ha trabajado también en la significación del lenguaje de la pieza; pusimos especial énfasis en los modos del decir en el relato, ya que es la adecuada resonancia de la palabra y su cadencia la que determina la hondura del mismo y abre la posibilidad de adentrarnos en el ámbito y la dimensión de la historia.

Todos estos elementos y aspectos mencionados, sumados a la música, se entrelazan por momentos de manera armónica y por otros con ciertas disonancias, intentando conformar las distintas etapas que van forjando la historia para tratar de hallar, en última instancia, su verdadero sentido y profundidad”.

María Noble – Nicolás Juan Porras

Dramaturgia y Actuación: Nicolás Juan Porras

Dirección: María Noble / Nicolás Juan Porras

Diseño Artístico y Producción: Locos del Once / Fotografía: María Noble / Pablo Garber / Daniel Darrás / Asistencia de Dirección: Julieta Acevedo y Paula Intile

Diseño Gráfico: Belén García Durigon / Prensa: Simkin&Franco

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Recordar taconeando

flamenco

Noches de flamenco (espectáculo creado y dirigido por Jorge Mazzini) pretenden ser veladas para que la historia de España sea profundizada, sentida e interpretada por un ballet, cantores y músicos quienes se encargarán de hacer un recuerdo en vivo y en directo. El homenajeado es el cantaor gitano José Monte (llamado originalmente José Jiménez Navarro), quien nació en 1893 y murió en 1966. Su pasión desgarradora podrá vislumbrarse en cada una de las escenas montadas a lo largo del espectáculo.

Durante alrededor de una hora y media, pudimos disfrutar del estilo sevillano y de diferentes bailarines que desfilaron por las tablas en el Teatro Astral. Cada espectador podrá tener a su preferido/a y me atrevo a afirmar que Gastón Stazzone deslumbró en cada una de sus apariciones -tanto individual como grupalmente-, teniendo una destreza única, comunicándose con su mirada, pisando fuerte, preciso y permitiendo que su cuerpo hable por él.

Baldomero Cádiz como voz principal del show, fue el encargado de ir hilando cada una de las piezas flamencas al igual que una presentadora que describía escena tras escena lo acontecido. Ambos relatos ilustraron y detallaron las batallas, amores, guerras, desesperanzas, uniones y la gran pasión que caracteriza a este pueblo español.

Los bailarines: Jorgelina Amendolara, Cecilia Crespo y Yamil Rabaj brillaron en escena y dejaron todo de sí por esta danza, admirando cada sensación y profundizándola corporalmente.

El tango Volver fue interpretado por Eugenio Romero y se convirtió en uno de los lazos más fuertes entre el país europeo y Argentina, uno de los tantos que unen ritmos diferentes y que por algún motivo, razón o deseo terminan confluyéndose.

Con respecto a las canciones que sonaron a lo largo de la noche se pueden mencionar: Cantiñas, Desde lo profundo, Mi guitarra y yo, Campanas del olvido, Buenos Aires Flamenco, Espejos, Celos, Potro de rabia y miel, Fiesta de tangos, Me gusta reñir contigo y Bulerías, bulerías, bulerías.

Un público espectador muy conectado con este ritmo musical que aplaudía cada uno de los números. Un público dentro del que no todo sería, seguramente, entendedor del baile y dichos estilos melódicos. Por tal motivo, considero necesaria la aclaración de ciertos términos relacionados con el flamenco.

Cuando se menciona la Jota de Cádiz, la referencia es a un baile de varios lugares de España dentro de los que se baila de manera similar y muchas veces con castañuelas. Es un baile y canto tradicional -como en Argentina podría serlo el tango y folklore-. De hecho pueden observarse ciertas similitudes entre algunos desplazamientos de nuestra chacarera y zamba, con la jota y otros ritmos españoles.

Otro de los aspectos que llaman la atención es el aplauso que se utiliza para llevar el compás del baile gitano. Dicho compás suena a castañuela, como si una palma de la mano se juntara a la otra dejando un hueco entre ambas, sonando más grave que en una chacarera donde las manos se colocan de otro modo.

A la vez que otro bailaor gitano danza una seguiriya en la que se puede sentir su dolor, la persecución de esta gran franja de la sociedad, los celos por un amor y la muerte. Se percibe la presencia de una seguiriya cuando el cantaor cambia la altura de una sílaba musical mientras entona (lo que comúnmente se conoce como melisma), al tiempo que se escuchan quejíos y “ayes” (plural de la palabra ay, que utilizan como forma descripción sonora del dolor).

Cada una de las escenas se convierte entonces en un retazo de historia y es posible determinar un principio y fin -sin que resulte necesario unir una con otra-.

En cuanto al cuerpo de baile es realmente perfecto y coordinado en cada uno de sus movimientos. El ballet mira hacia adelante, se comunica entre el mismo y suena el “llanto de la guitarra”. Luego aparecerá una novia con su rama y sufrirá el abandono de su amado, no sin expresar su dolor y lanzando todas sus joyas por los aires.

La pasión de quien interpreta esta danza resulta fundamental. No se trata solo de aprender figuras y pasos, tampoco de tener solo gracia, sino de un conjunto que convierte al bailarín en un transmisor de historias sentidas, exageradas pero creíbles.

Algunos ritmos como granaínas (proveniente de Granada y denominada como un fandango) y guajiras (se originan en Cuba ya que se trata de un ritmo musical de la isla, pero se le agrega el flamenco) estuvieron durante estas Noches flamencas en que todos nos comprometimos con el espectáculo y sufrimos el pasado como si fuera nuestro, que de alguna manera también lo es.

 

ficha Noches de flamenco

Fotografía: VCorta Producciones.

Mariela Verónica Gagliardi

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Cuando la mente desborda y el arte cura

Surmenage

El agotamiento físico y mental, las exigencias, la búsqueda del perfeccionismo, el caos de la ciudad, las presiones sociales y propias, entre algunos de los problemas más recurrentes; nos permiten saber que estamos en presencia de un “Surmenage” (escrita por Milagros Almeida y Fernando Tur, dirigida por éste último).

Habrá quienes nunca escucharon hablar sobre este término y es que, no es habitual de usar actualmente.

Proveniente del francés, hace referencia a un estado morboso producido por la fatiga repetirda, física e intelectual. Lo sorprendente es que, en los años cincuenta se hablaba más de surmenage que de stress en las enciclopedias.

De esta manera, la actriz Millie Almeida, interpreta a una mujer que está pasando por una crisis -en la que se incluyen todos estas estas problemáticas y- dentro de la que se pueden observar sus síntomas.

Ella, aparece en escena de una manera atípica, sin mostrarse hasta pasados unos minutos de la historia. De este modo, los accesorios y ambientación se encargan de hablar por ella, hasta que su voz se hace protagonista de su padecer, de su desorientación y de su sufrimiento actual.

Es fascinante verla trasladarse con unos tacos altos por toda la sala, escucharla cantar en francés y castellano, siendo acompañada por Les Manontropo -un grupo de músicos que, también, se mimetizarán con la obra de una manera asombrosa-.

Como si se produjera un desdoblamiento de su personalidad, ella sufre, sueña, grita, llora, ríe, ama, añora, corre, escapa, busca, descansa y vuelve a empezar.

Recorre el espacio escénico, una y otra vez, espera y retoma con toda su adrenalina esta aventura desbordante de energía.

Seguramente, quienes hayan pasado por un colapso nervioso o alguna sintomatología similar, podrán identificarse y apreciar muchísimo esta obra de teatro. Por momentos ella canta, se expresa y encuentra cómo canalizar su malestar; hasta que aparecen los músicos para demostrarle que no está sola. Estas escenas grupales podrían verse como parte de sus delirios mentales o, siendo más simplistas, como reuniones en que sucede lo que tiene que suceder.

Así, aparecen dos mundos paralelos: el ficticio y el real. En el primero, ella padece, está atosigada por ella misma, por el trabajo y todo lo que la abruma. Y, con respecto al segundo, se relaja para sentir -dejando a un lado lo intelectual y racional-.

Quizás, la música sea su cable a tierra y la manera que tenga de mirar el mundo sin cuestionarlo demasiado; dejando a un lado quién es y qué pretende.

Orgías incomprendidas, cuerdas sonando, maracas, una batería que se instala en el medio del espacio cobrando protagonismo, voces que forman cánones que vienen y van, sentimientos alborotados, soledades abandonadas.

Todo esto es “Surmenage”, una invitación a conocer qué es, a sentir la vida desde un lugar diferente, incómodo y vibrar en llamas cuando sea el momento.

Hombres y mujeres que se conocen, se cruzan, se desean, se olvidan, se aferran a instrumentos -a quienes les son fieles-, se fusionan, se agrupan y despiden.

El principio es el final y el final el principio, sin pretender tener una coherencia lógica sino de esbozar, performáticamente, los estados de ánimo de esta desesperanzada mujer.

Los diálogos no son fundamentales en Surmenage y es que las melodías y cantos se encargan de transmitir lo necesario, en conjunto con lo corporal. Sin embargo, existen breves momentos en que la palabra surge para demostrar lo innecesaria que puede resultar.

Un gran trabajo artístico que no solamente emociona sino que te deja con una sensación distinta, con una palpitación desbordante de alegría al descubrir que todo lo malo dura lo que nuestra mente ordene.

ficha Surmenage

Mariela Verónica Gagliardi

Descubrir el origen

Belleza y escándalo19

Como en un bosque y en una playa y en cualquier lugar que estas mujeres se atrevan a recrear, surge aquello que las atemoriza, que las envuelve, que les demuestra cuánto puede ser la cobardía frente a los poco valientes.

Sara y Shin son audaces y cobardes, se reprimen para recordar el pasado, aquel pasado en que sufrieron; hasta que descubren la belleza. Una belleza inspirada en la naturaleza: en ramas, en arena, en caracoles. Una belleza que refracta la luz en medio de la oscuridad, esa oscuridad difícil de tapar u ocultar.

Indagando un poco sobre las etimologías de ambos nombres, encontré lo siguiente.

Shin: corazón, alma, espíritu, mente. Sara: princesa.

Esto quiere decir que, entre ambas, se fusionan, convirtiéndose en una misma. No tiene sentido decir si son dos mujeres que se aman o un hombre y una mujer, encarnados por actrices. Lo que atañe en esta deliciosa obra es cómo dos artistas utilizan varios recursos para narrar.

La música -interpretada por un guitarrista, en vivo-, la danza butoh -mostrando la fragilidad y grandeza de estas dos personas-, las imágenes proyectadas en el suelo ilustrando los pasajes de ambas y los poemas que unen cada acción como una única pieza teatral.

Con respecto a este estilo de danza, realmente es asombroso y conmovedor, es el resultado artístico al que llegaron Kazuo Ohno y Tatsumi Hijikata después de los bombardeos de EE.UU contra Japón. Tanto en el butoh teórico como en la destreza de ambas actrices, se puede ver su camino hacia la oscuridad -marcado por la atenuación de las luces. La guerra contrapuesta a la paz y la oscuridad como fuente de conversión para crear un mundo nuevo, sin discriminación ni juzgamientos. Permitiendo que la libertad exista como impulso inicial de transformación en que predomine el juego de más de un cuerpo amalgamándose hasta unificarse.

¿Qué sentiste al nacer, qué sentiste al tener que correr al hospital por golpes físicos, qué hacer y cómo construir desde el idilio de lo utópico?

Dos cuerpos cuasi desnudos que, actualmente, salvo ambientes puramente artísticos, son vistos como pornográficos, sensuales; ideales para hombres violentos y machistas que pretenden justificar sus pensamientos y maldades a partir de palabras como provocativa o algunas más humillantes asociadas con animales.

Canciones del género rock, cumbia y reggaetón son las que más resaltan la desnudez como objeto sexual. ¿Un bebé es pornográfico? ¿Una madre dando de mamar es una descocada?

Pareciera ser que lo burdo es lo que más se pasea por las cabezas de aquellos señores que pretenden mostrar una imagen errónea de sí mismos, a la vez que reconstruyen sus miserables vidas.

El ser humano, sin distinción de sexo ni de diferencias que permitan la estigmatización social. Cuando la belleza estética y física son dejadas de lado, surge lo inexplicable con palabras.

En este caso, «Belleza y escándalo», es una pieza artística y poética muy completa en que se confluyen diversas disciplinas para desarrollar el concepto fundamental de humanidad. Nacimiento, felicidad, búsqueda…

Bu: enterrarse con los pies. Toh: para poder volar con los brazos.

Belleza y escándalo ficha

Mariela Verónica Gagliardi

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Smash hit al centro del corazón

La tercera posición3

Una cancha de tenis es el escenario en que se desarrollará una interesante obra de teatro, dentro de la que surgirán temas tan diferentes como suspicaces y tortuosos.

Lejos de ser un golpe o efecto de este encantador deporte, “La tercera posición” (escrita por Pablo García, Carla Maliandi) pretende ser para eruditos y amantes del arte, teniendo como principal público a adultos mayores por tratarse de los años cincuenta.

Puedo referirme a tercera posición política no por tratarse de funcionarios políticos necesariamente como es este caso. El arte acapara la dramaturgia y brota de cada poro de los protagonistas, quienes intentan reprimir sus sentimientos y callar ciertos secretos bien ocultos. Como todo lo que se tapa, en algún momento surge de la peor forma.

Pero, ingresando de lleno en el argumento de la obra, o en el argumento de la obra, un empresario (Eduardo Iácono) y su asistente (Anahí Pankonín), filosofan sobre el arte, artistas, argumentaciones idealistas y traumas pasados de sus vidas.

El ritmo lento de la historia permite que nos familiaricemos con ambos personajes que están muy bien interpretados y caracterizados estéticamente. A su vez, el polvo de ladrillo les sirve para relajarse en determinadas situaciones que sus nervios suelen explotar. No se trata de personas sencillas y complacientes sino todo lo contrario.

Ignacio, ama más al tenis que a su carrera. Irene, hace relucir sus saberes intelectuales para demostrarle a su jefe quién tiene realmente el poder.

Un hábil juego en que los rivales muestran cuán solo están y lo mucho que se necesitan para continuar viviendo. Dos fracasados por demostrar en vez de vivir como se les antoja, desfilan por un sinfín de palabras y textos interminables.

Ignacio tardó años en escribir su discurso, aquel que le permitiría triunfar en el ambiente elitista. Aunque, su secretaria le hará notar la fragilidad de sus argumentaciones y lo poco convincentes que resultan.

Palabras difíciles de pronunciar que solo sirven para rodearse de personas semejantes en vez de propagar mensajes puros y eficaces.

Es lo que el público quiere oír, de lo que se nutre. Esa cáscara que enmascara cada uno de los rostros presentes, aquellos que no vemos en vivo pero sí a través de proyecciones visuales, en blanco y negro. Mientras el piano se escucha, los nombres de músicos surgen y desaparecen, los favoritismos también, los gustos personales desde luego.

Irene es una joven mujer que sufre y se desgarra por dentro, a la vez que Ignacio disfruta de verla llorar y perder el aliento. Una simbiosis en que los dos demuestran el enfermizo círculo vicioso que crearon a lo largo del tiempo, el mismo que los mantiene a flote, embebidos en alcohol y con ropa aparentemente costosa.

Las artes plásticas son nombradas y llevadas a su máxima expresión en que, casualmente, no aparece ninguna figura. Solo un metalenguaje diabólico en que el tira y afloje es lo que predomina.

No se quieren ni estiman en lo más mínimo, solamente puede seguir siendo lo que son gracias a la existencia del otro. Ese otro, insospechado hasta que la dramaturgia demuestra lo contrario. Un conflicto nuevo aparece y, a partir de éste, lo que parecía tomar un rumbo se cambia por completo.

Los trajes, los vestidos de gala, la frente en alto y la falta de propósitos por decir -desde el corazón- monólogos sentidos con objetivos concretos. Telas suaves, una valija prolija, telas sin arrugas que pretenden significar un estilo de vida para pocos. Como si los pobres no tuvieran lugar en ese ambiente. Lamentablemente era así en esos años, los cuales no fueron hace tanto. Ahora podrá decirse en el siglo pasado.

Tomar para olvidar, jugar para entretenerse y hablar para eludir verdaderas responsabilidades. Esto es La tercera posición: la habilidad de argumentar sinsentido, solo para figurar. La tercera posición es la manera de salir fortalecido hasta del papelón más grande, incluso el de estar vivo sin saber para qué.

La tercera posición ficha

 

Mariela Verónica Gagliardi

 

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Fragildad en estado de inmersión

El hombre lobo11

Con un disparo en la pierna es juzgado, aborrecido, temido y maldecido. Él, que solo pretende encontrar a su gato, es invitado a pasar y, de ahí en adelante, podrá conocerse la verdad del feroz hombre. Ese hombre que en las noches de luna llena logra burlarse del resto, mostrando colmillos y posturas grotescas, totalmente diferentes a las de un humano.

Esta historia, basada en la leyenda del lobison, seguramente, tiene la rigurosidad que muy pocos dramaturgos logran. Ese virtuosismo en las frases como para centrar al espectador en un tema y, luego, cambiar rotundamente, el desenlace.

Eduardo Rovner consigue que tres amigos se junten una noche en la casa de uno de ellos para explorar varios universos posibles e imposibles. Si bien la temática es la que hace referencia al título de la obra, en ésta se consiguen analizar otros subtemas mucho más profundos que la metamorfosis de un hombre mordido por la bestia.

Se cuestiona si un cazador puede no sentir culpa al matar y es que lo que se intenta es concientizar sobre un asesinato. Quien quita la vida para comer posiblemente no tenga cargo de conciencia, pero quien sienta placer al aniquilar un ser vivo, seguramente sí sienta que llevó a cabo un crimen.

Son sumamente interesantes los diálogos que giran en torno a esto y vale la pena ir más allá con el corazón y con la mente para iniciar un camino personal más coherente y real.

Y si no existiera la culpa, estos cazadores ni siquiera hablarían de dejar la caza. Posiblemente, siguieran con su rutina que tanto los fervoriza y llena de adrenalina. Por datos que nos van proporcionando, se trata de un conjunto de sensaciones diferentes que los impulsan a apretar ese gatillo disparando sin parar; no pensando en los latidos puestos en pausa para siempre.

El universo Rovner sí o sí entretiene, relaja y, más tarde, clava el anzuelo en el punto débil que tenemos como sociedad.

Entre anécdotas, historias y chistes de distinta índole; los amigos reciben a una mujer que los seduce con sus bailes como un ritual de luna llena. Y aquí surge otro punto importante que se refiere a ella. A simple vista solo es una mujer de la noche, aunque todo lo que compartirá con sus amantes será la puerta a lo que ellos intentan descubrir.

Aniquilar vidas ajenas por cobardía, por necedad o, peor aún, por temor a no revelar la propia identidad. El miedo a ser juzgado como poco valiente por otros hombres es lo que acobarda mayormente a estos mortales que frenan solo para apropiarse de dichas vidas ajenas.

Ladrones de verdades tapadas con cualquier manto encontrado, balas de plata que pretenden atravesar de un solo tiro, voces y pasos sospechados. Todo pasa esa noche y solo nosotros como público podremos conocer la verdad absoluta. Este es el principal hallazgo a lo largo de la dramaturgia: el conocimiento que se escatima a los demás personajes y que se comparte con los espectadores por no quedar otra alternativa posible.

Cada planta que va creciendo oculta más espacios vacíos en que podría esconderse el hombre lobo. Este “monstruo” que intentará vengarse de quien le disparó un mes atrás.

Este thriller considero que es más psicológico que convencional, permitiendo que la pieza teatral sea lleva adelante con un ritmo firme pero pausado, el cual da la oportunidad de que puedan elaborarse tantas teorías como se quieran hasta encontrar la preferida, aquella que encaje a la perfección con el desenlace de la historia.

Los simbolismos son imprescindibles en El hombre lobo -que necesita disfrazarse con un pelaje más grueso y, así, ocultar su fragilidad- utilizando diversos recursos para justificar el aniquilamiento.

Por último, la figura femenina es usada como objeto sexual, pretendiendo que su esencia sea dejada de lado en cada movimiento de su cuerpo. Ella es quien marca el recorrido del relato a pesar de hacerse énfasis en el género masculino.

Cada detalle visual y sonoro serán los protagonistas, más allá del texto que pretende llevarnos por un camino caprichoso e inteligente.

Cuántos hombres lobos andarán merodeando por ahí, pretendiendo ser confundidos con arbustos o animales voraces, intentando ser absorbidos por bosques inmensos para evitar asumir dolores impostergables.

El hombre lobo ficha

Mariela Verónica Gagliardi

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