Verde que te quiero swing
Los clásicos pueden seguir siendo «clásicos» o conseguir una impronta diferente como para determinar que está basado en…
Esto es lo que ocurre con Tierra de Oz (libro, letra y coreografías a cargo de Gigi Marchegiani; dirección y puesta en escena de Sergio Lombardo), una comedia musical que se las trae a todo trapo. Que atrae visual y sonoramente, una historia conocida por todos pero totalmente diferente -donde es posible reconocer algunos detalles del libro original pero con más colores y tintes modernos-.
El mago de Oz, entonces no es hombre sino mujer, la autora Gigi Marchegiani que deslumbra con su sutileza y bondad. Y, Odette (la bruja mala) es quien se lleva las ovaciones de los espectadores: Giannina Giunta que siempre parece (y es) recargada, ¡qué mujer!, con puro glamour, con sus tonalidades vocales. Ella atrapa al público, se lo lleva en el bolsillo, logra que cada una de sus apariciones sea única, y dota al espectáculo de ese ilusionismo necesario para permitirnos soñar una y otra vez. Porque detrás de esa malvada, se esconde otro gran corazón.
Qué decir de Laurita Fernández, protagonizando a Emma (Dorita en versión original), que con su perfección dota cada coreografía de enérgica danza y trucos como es su costumbre. Deslumbrando a cada paso y sonriéndole a todos sus amigos que irá conociendo a lo largo del camino esmeralda. En esta aventura no irá sola sino acompañada de Tincho y Fede, aunque como ya se sabe, tendrá la oportunidad de dialogar con más personajes.
La unión es lo que más parece destacarse en este argumento moderno, las diferencias entre seres que en nada se parecen y, sin embargo, tienen el mismo deseo: conseguir aquello que les falta para ser del todo felices.
Siempre, pero siempre, la fórmula reside en crear un espectáculo para niños donde no se los subestime, se los entretenga, se les deje alguna enseñanza y, si se puede, se les regale más de una sonrisa. Acá, todo se cumple y no por casualidad, sino porque el equipo técnico y artístico existen y no son un agregado como puede ocurrir con la decoración y/o escenografía. Cada deseo, entonces, del león rockero (José Tramontini), del espantapájaros y del luminoso hombre de hojalata; serán cumplidos. Y esto no es azaroso sino el corazón que late hasta en el objeto más inanimado.
Singularmente llamó mi atención este rey de la sabana que con su guitarra y pelos al viento se unía al ritmo veloz. Sintiendo cada nota, sin lugar a dudas, junto a la maga son los personajes más vistosos, atractivos y que más entusiasmo le otorgan al musical.
Las aventuras de esta niña aburrida, harán que su fantasía sea un modo de vida, un milagro buscado y perseguido hasta el cansancio en que los cuerpos reposan hasta seguir el baile que más se adecúe a sus propósitos. De eso se trata la vida: de convertir la rutina en alegría y que el hartazgo nunca llegue, ni siquiera en la infancia.
El verde, el del camino hacia Oz, la esperanza que titila en cada performance, que desfila por el escenario en busca de complicidad, de alegría y de un leitmotiv.
Tierra de Oz es una conjunción enérgica, divertida, llena de colores, de proyecciones visuales y de un dinamismo en que pareciéramos rodar sin darnos cuenta de ello. Ver los rostros de todas las criaturas presentes, sus destellos, sus aplausos y las ganas de más es lo que significan un éxito.
Mientras los zapatitos brillantes estén en sus pies, ella podrá hacer lo que quiera, ir hacia un destino u otro, convocar a su hada madrina, conversar con seres extraños y otorgarle a sus días un poco de adrenalina. Esta es la historia y la aventura recién comienza.
Escrito
en julio 20, 2016