Función de desconocimiento a Silvina Reinaudi
Así fue presentada la velada por parte de los revoltosos títeres que no entendieron correctamente la palabra reconocimiento y la desdibujaron según su propia fonética.
Seguramente, para muchos, este último día sea el más esperado. Por un lado, se junta la emoción de haber atravesado junto a organizadores y elencos unas funciones maravillosas y, también, la sensación -mezcla adrenalina y mezcla melancolía- de que todo llega a su desenlace.
Como un gran libro de aventuras, esta edición del Festival de títeres para adultos nos ofreció una amplia y diversa programación, dentro de la cual fue posible que aparecieran niños, como en esta última. Es que los Chikuchis, para quienes los siguen a diario por la tele o internet, son unos chicos encantadores. Y me atrevo a hacer esta afirmación porque si bien tienen notables diferencias estéticas con los humanos infantes, todas sus actitudes, conductas y dichos son propias de los más pequeños.
Hace años que llegaron a Paka-Paka para quedarse, para transmitir sus genialidad y para que su creadora -o madre como la llaman ellos mismos- Silvina Reinaudi tenga la posibilidad de envejecer en edad pero no en personalidad ni actitud frente a la vida. Esta gran autora, dramaturga, docente y tantas otras cosas más; merece tener un reconocimiento por parte de este festival, del cual está orgullosa y eso se nota en sus ojos y sonrisa constante.
Claro que todos los adultos presentes nos sentimos pequeños y disfrutamos de una función -adaptada especialmente para nosotros-. Un capítulo relacionado con un ensayo general, dentro del que ocurren algunas peripecias como la de no encontrar el guión sobre el cual basarse. Es que “los Chikuchis somos así” (reafirman momento tras momento para justificar sus olvidos, malos comportamientos y chistes).
Si bien las escenas, conformadas como sketchs tuvieron su contenido infantil, los titiriteros se dieron el gusto de agregar algunos modismos y palabras del mundo de los grandes, dentro del que estuvo ausente el maltrato y violencia de estos tiempos. Estos encantadores títeres son fenomenales y podrían recordarnos a tantos de nuestra infancia -por su ingenuidad- como Carozo y Narizota, y, por que no a 31 minutos (procedente de Chile).
Recuerdo que durante la primera función del festival, estaba en la fila y adelante la tenía a Silvina. Me sorprendió, al instante, su rostro que expresaba alegría, festividad. Creyó conocerme pero le dije mi nombre y resultó que no. Allí le comenté que era fanática de sus personajes y me respondió que es un camino de ida.
Es tan noble esta frase aplicada a unos títeres que expresan energía, vitalidad y simpleza en cada acción.
Pasaron rápido los días y cada uno de ellos se convirtió en una experiencia diferente. No siempre se puede decir esto de un evento de esta magnitud ni de su elenco. En este caso se conjugan buenas personas con bellos espectáculos. ¿Qué más pedir?
Para la décima edición habrá que esperar al próximo año aunque, seguramente, Carolina Erlich y su equipo en breve pongan manos a la obra.
En lo que respecta a los Chikuchis, fue una función interesante y ágil, dentro de la que pudimos apreciar la actuación de los titiriteros -en escena-, además del detrás de retablo. Vestidos de negro, para dejar lucir a estos muñecos de diferentes colores y nombres; en pocos minutos se ganaron los corazones de todos los presentes. De quienes los vemos a menudo y de quienes apenas conocían algunas cualidades.
Las canciones se hicieron presentes durante las distintas secuencias y, cada número, se llevó sus respectivos aplausos. Este espectáculo tiene fines educativos y es un fiel ejemplo de cómo entretener enseñando. La educación formal está siendo cuestionada, por suerte, por muchas familias que deciden emprender otro camino, en el que sus hijos sean considerados. Existiendo programas, obras, canales y, sobre todo, personas que se unan con propósitos similares, tendremos un futuro muy luminoso en el que los niños serán creadores de intereses y no repetidores de lecciones.
¿Bañarse? Uno de los Chikuchis no tiene ganas y, sin embargo, sus amigos le hablan para convencerlo de que tiene que hacerlo. Pero, este rebelde no quiere ingresar en la ducha hasta que se da cuenta de lo linda que es el agua calentita en su cuerpo, acompañado por un patito amarillo.
Esas son las lecciones que los niños, a su ritmo, van comprendiendo y asimilando según sus gustos y preferencias. No se trata de ser tildado de hippie ni de utilizar adjetivos descalificativos por parte de quienes no comprenden otro modo de vida diferente al suyo. Estos geniales Chikuchis son portadores de mensajes, de estilos, de frases y de canciones que incluyen bajadas de línea. Cada quien se quedará con una filosofía u otra. Lo más importante es ser coherente y dar el ejemplo como tal.
Un brindis cerró esta preciosa noche en que la vida de Reinaudi fue recreada por un video basado en los momentos más importantes de su carrera. Entre emoción y una copa, la foto no se hizo esperar. Hasta el 2015 prometieron sus organizadoras. Así será entonces. ¡Salud!
Escrito
en noviembre 30, 2014