*** MAYO 2023 ***

Entradas etiquetadas como ‘Matías Sendón’

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Besos de amor

Yo no duermo la siesta2

Ese aroma a infancia y a niñez, con aires frescos y conflicto igualmente sin resolver, amores, sensaciones de agobio y placer, tensiones y la vitalidad de hacer remediando, luego, las consecuencias.

Yo no duermo la siesta (escrita y dirigida por Paula Marull) plantea diversos problemas que son ubicados, sin orden de prioridad, unificando criterios, espacios escénicos, momentos recurrentes y situaciones que se van de las manos sin poder arrepentirse.

Una familia es el foco dentro del que irán interactuando cada uno de los personajes principales y secundarios hasta conformar una unidad que se mueve como pieza de engranaje, que se desliza aceitada sin por eso tener que terminar con un tradicional feliz como se quisiera.

Existe un gran contenido simbólico en el que habitan estos hombres, mujeres y niñas. Tal es el caso de Aníbal (Marcelo Pozzi) que, sin lugar a dudas, es el que más llama la atención desde un principio por su dificultad para comunicarse y moverse. Igualmente, él hace hasta lo imposible para lograrlo aunque suele fracasar en el intento por culpa de quienes se burlan de sus problemas como modo de entretenimiento. Así, el bien y el mal toman protagonismo indefectiblemente al igual que lo correcto e incorrecto y varios de los antagonismos que desfilan por la dramaturgia.

El sometimiento es otro de los factores que existen en la historia y a través del que se obtienen determinados resultados, no siempre gratos.

Puede observarse una puesta en escena realmente atractiva, vistosa y que cumple a la perfección con la línea argumental, sin sobrecargar los espacios pero otorgándole a cada ambiente los detalles precisos para que sepamos en qué lugar de la casa se está en qué momento. El vestuario también es el ideal para cada personaje y la música que se apodera del corazón infantil que todos llevamos dentro.

Natalie (Micaela Vilanova) es la que más protagonismo tiene en Yo no duermo la siesta, no solo por su excelencia para interpretar a esta niña perversa e inocente a la vez, sino por el rol que ocupa en la historia. Ella es la encargada de transmitir el deber ser, la moral y, sin embargo, tener acciones opuestas a sus argumentaciones. Uno de los juegos que puede verse es un tratamiento para que su amiga espante a los mosquitos de su cuerpo. Así, cada una de las intervenciones de la pequeña será precisa, eficaz y dando a entender el sufrimiento por el que está viviendo y tuvo que crecer de repente.

El personaje antagónico de Natalie es la talentosa María Marull -quien interpreta a Doris-, una mucama que vive con esta familia y tiene la función de armonizar. Como si se tratara de un hada madrina que sonríe, sufre y llora en privado para después tener la fortaleza de dar lo mejor de sí. Cabe resaltar que Natalie no pertenece a dicha familia sino que es una vecina que, por diversos motivos, está con ésta momentáneamente.

Es verano, los insectos abundan, el clima agobia y las discusiones también. El ventilador no alcanza, los caprichos desbordan y todo explota de un momento a otro.

“Yo no duermo la siesta”, dice Natalie. Porque le hace mal y le da ganas de vomitar al despertarse. Afirma a su amiga Rita (Agustina Cabo) que cuando sea grande va a irse a vivir a una ciudad para evitar dormir de tarde. Esta última sin saber que hacer solo justifica que “Hay que decir las cosas para no enfermarse”.

Mientras Doris se acuesta e intenta no pensar, su mirada se entristece, lagrimea y silencia su padecimiento. Al mismo tiempo, puede verse a las niñas jugar en el living y resulta encantador vivenciar la niñez tan bien narrada. No parece ser una historia sobre la infancia escrita por adultos sino por una mujer observadora que se detuvo a reflexionar en el tiempo y captó la esencia justa de cada momento luego desarrollado por las pequeñas en escena.

Jugarán al videoclip, recorrerán la casa de un extremo a otro y harán cosas de toda niña traviesa. De eso también se trata. Mientras la madre de Rita (Sandra Grandinetti) está fuera del hogar, el descontrol se apodera de la atmósfera in crescendo.

Yo trato, trato, trato pero no te olvido. Yo lucho, lucho, lucho y no lo consigo (Contra la corriente – Karina) se escucha de repente y la cumbia sintetiza una de las líneas argumentales de la obra. Todo parece fusionarse en un punto y los pensamientos de Doris ser, de algún modo, los que transmite en ciertos momentos la pequeña Natalie.

“Hay que darse cuenta de las cosas”, dice Doris; y pretende solucionar como por arte de magia el caos de la casa.

Varios relatos que tienen una profundidad impecable, una sensación de que no todo lo malo es tan malo y que la alegría puede aparecer en determinadas situaciones para digerir los malos estragos.

La adultez recién aparece cuando el personaje interpretado por William Prociuk se hace presente, habiéndose anunciado con anticipación y también existirá un cierre prometedor que emocionará a todo aquel presente.

“No me da miedo ir, me da miedo llegar”, dice Natalie casi al producirse el desenlace de la historia. Una historia que emociona, angustia, que te traslada a un mundo de fantasía y realidad muy bien logrado, que otorga ese don para sentirse bien hasta en el peor momento, recordando quién es cada uno.

ficha Yo no duermo la siesta

Mariela Verónica Gagliardi

 

 

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Imprevisiblemente poética

Constanza muere

Hay títulos que sintetizan el argumento, otros que sugieren ideas, algunos caprichosos y solo pocos que permiten hacernos volar antes de tiempo.

Constanza muere (escrita y dirigida por Ariel Farace) forma parte del último tipo y tiene la particularidad de atraer al público, función tras función.

Sabemos que Constanza (Analía Couceyro) muere y, sin embargo, somos conscientes de que el argumento es mucho más que un fallecimiento. Que el folleto dice: Es difícil dejarlo todo, y resulta angustiante imaginarlo.

Una puesta en escena excelente que compone la casa de esta mujer con tantas cosas por decir. Un recorrido por el que se pueden ver todo tipo de objetos, aparatos y accesorios acumulados a lo largo de los años. ¿Acumular para qué?

Constanza es visitada por la muerte (Matías Vértiz) y alguien más que bien podría ser ella de más joven (Florencia Sgandurra). Es entonces cuando los sonidos y acciones guturales se combinan para el desenlace final. Para una muerte convincente y lenta en la que se pueda observar cada detalle corporal.

Y una vez muerta -o habiendo al menos intentado morir- se reúne con ellos y surge un realismo mágico muy atractivo. Disfrutar de una merienda, de un té calentito, de unas macitas y del placer que encierra algo tan tradicional, del poder compartir recuerdos y volver a vivirlos.

Ella está en todo, como toda persona mayor que suele no descuidar el orden ni las plantas ni su memoria ancestral. Entonces cuenta anécdotas de pequeña como una de sus once años en que jugaba a morir.

¿Se pueden ensayar formas de muerte?

¿Se puede preparar una persona para ese momento sin saber cuándo le va a tocar?

Como escenas que se suceden unas a otras éstas son separadas por una luz sepia. No son muchos los colores que aparecen en las vestimentas ya que los diálogos y discursos poéticos ilustran demasiado.

Todo, todo, todo, todo repite la protagonista; y, tiempo después lo hace con nada, nada, nada, nada. Estas dos palabras opuestas -pero complementarias- evocan un universo paralelo en el que es posible la convivencia de antagonismos. Como parte de la contrariedad de la vida, de sus pasos, del olvido y el recuerdo.

Zapatillas de baile que solo darán un impulso y no serán jamás usadas, posturas copiadas de una parca un tanto particular, conversaciones sensatas, sentidas y conmovedoras.

Ver a quien fallece no resulta del todo ameno, pero en esta historia se puede disfrutar el desenlace gracias a la presencia del séptimo arte artesanalmente. No precisa de una pantalla audiovisual ni de aparatos electrónicos, sino que con detalles específicos Ariel Farace consigue fusionar cine con teatro. La guadaña pasa a reemplazar a una cámara filmadora y con las sombras y luces conseguir el efecto deseado.

A su vez, las melodías suenan a cargo de una intérprete-actriz que consigue ambientar las escenas sin pronunciar palabra alguna, pero formando parte de todos los rituales necesarios para que la nueva muerta se sienta a gusto.

Como quien está leyendo un libro habitualmente y, de repente, siento cambios en su cuerpo imposibles de evitar. Como quien pensara toda su vida en ese día oscuro o como quien pretendiera continuar haciendo lo mismo que cuando respiraba. Y, de alguna manera, ¿cómo saber que la muerte no es una continuación de la vida? ¿Cómo comprender lo que se puede sentir segundos antes del adiós definitivo?

Quizás, después de todo, no sea demasiado malo y la oscuridad exista más en vida que fuera de la misma.

Una anciana que habla con un tono de voz impostado y que, recién llegando al final, va entremezclando su propia voz -como si su juventud y adultez se enfrentaran al igual que la figura de la pianista a quien contempla de una manera muy especial-.

Constanza muere es una obra para sentir con el corazón abierto y los sentidos a flor de piel. En definitiva, las interpretaciones en los textos de Farace pueden ser infinitas, motivo por el cual es tan valiosa su escritura y modo de percibir la vida.

ficha Constanza muere

Mariela Verónica Gagliardi

El juego como opción de cambio

Entre2

Cuatro artistas (Cecilia Blanco, Javier Drolas, Agustín Repetto y Fernando Tur ) que escriben, interpretan y dirigen su propia pieza teatral podría ser un caos total o un verdadero hallazgo.

En el año 2009, este grupo presentó “12 4” y ganó muchos premios y destaques. Después de su gran repercusión, llega la segunda temporada de “Entre”, una obra con sello propio que indaga sobre el tiempo, sobre lo sensorial y sobre la diversión del ser humano -valiéndose de una puesta en escena que dinamiza la historia-. La compañía eligió al teatro El Extranjero para vivenciar su pieza teatral.

Al mejor estilo de una performance -con estética del lejano oeste-, los actores y músicos se desempeñan con destreza en todo sentido. Un sonido producido, de forma espontánea, por uno de ellos, repercute de tal manera en los demás que se logra conformar una melodía tan natural como divertida.

Este es el juego que propone “Entre”, el de utilizar al cuerpo para convertir el silencio en dinamismo, para demostrar que los grupos -que simbolizan en este caso a una sociedad determinada- son importantísimos a la hora de crear.

Son varios los aspectos a resaltar durante la dramaturgia. Por un lado, los instrumentos no convencionales que utilizan estos artistas, consiguiendo sonidos similares a los ya conocidos pero con propias singularidades. Por otro lado, la convergencia que, espontáneamente, logran llevar a cabo mediante cortinas de enrrollar. Y acá me detengo ya que es lo que más me atrapó a lo largo de la función.

Podría tratarse de una empresa capitalista que se especializa en dicho producto -fabricado en serie-, de distintos tamaños y para un mismo uso. El desafío de los operarios vendría a ser buscarle la vuelta a su actividad rutinaria como para que no aborrezcan al mundo. Sus cuerpos cansados, hostiles y desesperanzados; encuentran la manera de crear un submundo en el que reina la fantasía, el deseo, la sensualidad y las notas musicales. Sus cuerpos que no solo sirven para agrupar objetos sino para vincularse entre ellos, rítmica y coreográficamente, pensando en cómo llegar a no aburrirse jamás.

Movimiento identificado, soslayado, integrado y amalgamado. No existe un baile que sea correcto o incorreto. Cada danza les permite accionar de una forma, como si se tratara de un pensamiento o teoría o enunciado. No hay algo definido. La búsqueda es lo que los une y aquello que les permite convivir armoniosamente.

No existe un conflicto que los distancie o desuna. Cada uno de estos seres es mágico, ya que aporta su conocimiento, su sentimiento y esa alegría tan inocente como la infancia.

Jugar a ser quienes pretenden, arrastrarse por un piso, dejarse arrastrar por un espacio físico sin que por ello se sientan usados o enajenados. Jugar como mecanismo de superación y de trazar un camino paralelo al que les toca vivir.

Podrían no tener cortinas y las lecturas serían otras, aunque no opuestas a las que realizo en este momento.

Carlos Matus escribió sobre la teoría del juego social, y de ella se desprende que los individuos son en realidad actores que interactúan de manera creativa y conflictiva. No me detendré a analizar a este interesante autor pero sí a relacionar este punto específico.

Muchas veces se estigmatizan palabras como política y gobierno, endureciéndolas y expulsándolas de nuestras vidas por considerárlas contaminantes. Una institución o persona conforma al actor social y, lo más interesante, es que para que exista un juego social, los integrantes tienen que ser independientes. Esta independencia puede observarse en “Entre”, mientras que el título integra a los participantes, invita a la reflexión y a armar un propio tablero de ajedrez en que no solo los desplazamientos son importantes sino la coordinación.

La audioperceptiva integra y revitaliza a quienes parecían extinguirse. Es la música el motor disparador, aquel que une las piezas que engranan perfectamente. Y no me refiero a la perfección determinada socialmente sino a la que cada uno considere como tal. Así como podría esbozarse la belleza según ciertos parámetros, “Entre” es una inteligente propuesta que, libre de todo prejuicio, se anima a recorrer espacios -sin tener que explicar demasiado con palabras lo que sí pretenden con las distintas expresiones-.

Entre ficha

Mariela Verónica Gagliardi

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Ficha técnico artística

Autoría: Paula Marull / Actúan: Flor Braier, Federico Buso, Melisa Freund, Juan Grandinetti, María Marull / Vestuario: Jam Monti / Diseño de escenografía: Magalí Acha / Diseño de luces: Matías Sendón / Diseño gráfico: Natalia Milazzo / Asistencia general: Marien Cano Moreno / Asistencia de dirección: Fernando Ferrer / Prensa: Carolina Alfonso / Producción general: Paula Marull / Dirección: Paula Marull / El Kafka Espacio Teatral (Lambaré 866 – C.A.B.A) / Las funciones son los viernes a las 23.30 hs. Última función el 30 de noviembre / Localidades $40 y $60 / Duración: 70 minutos.

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