*** ABRIL 2024 ***

Prioridades eternas

Tiempo muerto1

Estamos en la era de las comunicaciones, en la era de resolver todo en una inmediatez, a vez imposible, en la era de pretender manejar los sentimientos con un control remoto y cada emoción con una acción diferente.

«Tiempo muerto» (escrita y dirigida por Javier Zaín) no es más que una muestra de todo esto. De la forma ideal en que tres personas deciden vivir su vida después de la muerte. Del modo en que una cuarta está muerta en vida, intentando estar con una del otro mundo.

Tiempo muerto es aquello que sobra, que queda sin poder aprovechar, haciéndonos entender lo imprescindible que resulta programar cada actividad oportunamente.

Dos mujeres y un hombre, junto a una lápida gris, conversan de la vida -sin lograr asumir que ya la perdieron y de una forma un tanto incoherente-. Una de ellas, interpreta a la soledad, a aquel vacío enorme, a la debilidad que se vuelve piedra en cuanto asume su significado.

Un hombre queriendo resolver problemas laborales, llenando cada centímetro con tareas prescindible y un correr del tiempo que jamás retrocederá. Una mujer que se le acerca, importunándolo, y presentándole a la frivolidad sin intentar enmascarar su esencia brutal.

¿Quién es quién? ¿Existe esa división entre el mundo de los muertos y de los vivos?

En esta dramaturgia tan bien construida e interpretada se puede concebir la ilusión de unir ambos mundos, retroalimentándolos y soñando con no despertar dentro de un ataúd.

Ellos no deambulan como zombies, siguen siendo personas que expresan. Aún no entendieron el verdadero significado de la vida y, menos aún, de la muerte. No lograron tener su propio control. Las excusas los siguen invadiendo a pesar de todo.

Pero, cuando el personaje más retraído parece morir, el amor se le presenta. A partir de ese momento su muerte cambia por completo, debiendo elegir qué rumbo tomar: el que se supone o el que desea.

Con respecto a la escenografía, todos los objetos que están presentes cumplen una función específica y se desplazan al igual que los diálogos y movimientos corporales. Teatro El Piccolino es el sitio elegido para que el arte negro cobre vuelvo y haga temer al más temerario.

Nunca se deja de oír el pulso del reloj. El tiempo pasa, es una transición entre ambos universos. El tiempo transcurre sin avisarles. El tiempo como tesoro más preciado y no solo por una inmediatez sino por el valor que significa perderlo.

Todo ser humano debería elegir con quién pasarlo, qué hacer, cómo, por qué. Responder a estas preguntas y a tantas otras. Sin embargo, cuántas veces se acepta una realidad sin planteársela y, peor aún, una realidad que es opuesta a lo que se quiere.

«Tiempo muerto» es un interrogante, un espacio para reflexionar sin presiones, sin antagonismos, sin miserias y sin reproches. Apagando los celulares, silenciando esos chip en ue viene de fábrica una información. Solo así la vida y la muerte tendrán un sentido.

Mientras tanto, las luces enfocarán a quienes tengan la palabra, oscureciéndose para permitir transformar el ambiente en otra escena. Y eso significa la obra: una sucesión de escenas que, en este caso, tienen ilación unas con otras pero podrían no tenerla.

Cuatro personajes bien caracterizados y que, desde un lugar muy diferente, le gritan a la vida quiénes son. Esa ferocidad los convierte en lo que deberían haber sido antes. No es tarde, jamás lo es.

Como un engranaje, ellos no encajan perfecto, solo avanzan. ¿Qué tienen para perder ahora? ¿Quién puede juzgarlos? De hecho, ya fueron llorados, sepultados y olvidados. De a uno tendrán la palabra, dándose cuenta de lo importante que es hablar y escuchar. Como plastilina, ahora son flexibles y le cantan al aire sus convicciones. Las preocupaciones cambiaron y tendrán que buscar compañía.

Lo estricto se disuelve para darle paso a lo espontáneo. Esa quizás sea la gran diferencia entre estar solo en la muerte y poder elegir con quién pasar esa difusa eternidad.

Tiempo muerto ficha

Mariela Verónica Gagliardi

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