*** SEPTIEMBRE 2025 ***

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El amor es el mejor cóctel contra la nostalgia

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Escribir sobre determinadas temáticas que pueden no requerir investigar pero sí indagar en nuestro interior; es lo más difícil que puede existir. Porque vincularnos con un texto, con unos personajes adorables como los de Otoño (escrita y dirigida por Marcelo Ruiz, sobre un cuento de Julia Gambetti) y con una atmósfera cálida, angustiante y que, incluso, tiene un ritmo reiterativo -que no agobia ni cansa al espectador- requiere un mayor compromiso.

Así como durante el verano podemos disfrutar de los días infinitos de sol, en primavera continuarlos y en invierno descansar un poco de las altas temperaturas; es el otoño la estación más temida por sus lluvias, por sus paisajes secos y melancólicos en los que quizás lo que más se disfrute sea el pisar las hojas secas y escuchar el crujir sensacional. Fuera de eso, podríamos desear amanecer con rayos luminosos y no desesperarnos por las nubes incesantes.

Cuando el clima es fresco y dura largo tiempo, los problemas que se puedan tener se exacerban… por algo se habla de las fuentes de energía en las culturas incaicas.
Basándonos específicamente en el argumento de la presente dramaturgia es que vemos a una tía (Dora Sajevicas) que vive en un geriátrico y a su sobrina (Lorena Cammar) que la visita cada domingo. Nuevamente aquí, el autor precisó encontrar varias herramientas vinculadas con el estado de ánimo, con la depresión, con el miedo. Pero Otoño no es solo un conflicto o varios sino una historia muy tierna en la que se recurre a los vínculos humanos tantas veces olvidados.

Una tía que no representa a la tradicional ancianita sino a una mujer con un gran pasado, llena de anécdotas y vivencias amorosas con las que podría escribir varios libros y tener éxito. Quizás, el éxito que no tuvo en su vida real por no animarse a plantear lo que sentía.

Siempre pareciera salir a la superficie la famosa culpa, apuñalando de un solo golpe a aquel que se atreva a soñar sin piedad del qué dirán. Como si el valiente fuera tildado de todos los insultos habidos y por haber, dejando en escena solo a los «prudentes» y «leales». Como si el traicionar a los demás fuera peor que traicionarse a sí mismo.

Existen bailes, cantos, sonrisas, llantos, más risas y un sinfín de sentimientos que harán viajar al público hasta un lugar que no es sencillo llegar -sobre todo cuando no se tienen cuestiones resueltas-. No pretendo asustar ni estigmatizar a la obra con estos comentarios, sino todo lo contrario. Podría definir a Otoño como una pieza artística totalmente noble, bien narrada, en la que sus dos actrices se lucen y en la que es posible plantearse muchísimas cosas de la vida misma. Solo hay que estar abierto y sensible porque la energía que se vive durante la función pone la piel de gallina, ¡haciéndonos sentir vivos!

Creo que todos, absolutamente todos, nos planteamos en algún momento quién se hará cargo de nosotros en la vejez, cómo accionaremos cuando nuestros padres alcancen una determinada edad o simplemente qué es lo que se debe hacer ante determinadas circunstancias en que un cuerpo no responde como en la juventud «eterna». Los mal llamados gerontes, como si se los denominara similares a un trapo de piso, desprovistos de gracia y acomodados en el mueble que menos incomode. ¿Es mejor persona el que hace a su pesar o el que sigue el instinto de deseos, dejando atrás todo tipo de «obligaciones morales»?

Si no existiera la culpa, la sinceridad se apoderaría de cada rostro y la luminosidad haría olvidar a la estación más triste del año.

Una historia para reír y llorar, para conmoverse y para agradecer cada minuto de existencia en este mundo. Mientras el amor reine en nuestras vidas todo será posible y cada rinconcito olvidado podrá convertirse en suspiros de enamorados, en fragancias de flores y el más exquisito té de un domingo por la tarde.

Esta función se realizó en el Teatro El Errante (Av. Rosales 1345 – Palomar)

Mariela Verónica Gagliardi

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En agosto llega: Opuestas por el vértice, de Carlos Groba

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Estreno: sábado 13 de agosto, 21 hs

Elenco: Soledad Medina y Camila Righes

Dramaturgia y dirección: Carlos Groba

Sinopsis:

Dos mujeres opuestas, y, paradójicamente, unidas por la incomunicación. Una pregunta ubicada en una plaza, al borde de las vías del ferrocarril: «¿allá es adelante?», actuará como un detonante en la vida de ambas.

Teatro El Errante (Av. Rosales 1345 – Palomar)

Entrada: a la gorra

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Festival de Teatro durante todo Mayo en El Palomar

Durante todos los fines de semana del presente mes, se llevará a cabo el Festival de Teatro Frontera Sudoeste, organizado por el Encuentro Permanente de Teatristas de Morón. El evento tendrá lugar en el Teatro El Errante sito en Av. Rosales 1345 (El Palomar – Gran Buenos Aires). Todas las entradas serán libres y gratuitas.

El primer fin de semana se presentarán las siguientes obras:

Cicatrices

Viernes 6 a las 21:00 hs

Actriz: Claudia Stigol

Dirección: Julio Pol

Bocas de Trueno

Sábado 7 a las 21:00 hs

Actrices: Sandra Posadino Claudia Quiroga

Actriz / Musica invitada: Lucía Snieg

¡Hip!

Domingo 8 a las 17:00 hs

Actrices: Mara Nievas, Aime Inquieta

Edipo y Yocasta

Domingo 8 a las 21:00 hs

Autor: Mariano Moro

Actores: Mariano Ferrer, Cristina Lovay, Jorge Abolio, Marisol Contreras, Claudio Sanabria, Laureano Ferro

Dirección: Darío Restuccio

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Danzando hasta morir

Azucena en partes1

Y como si el mundo pudiera acabarse por completo o darle una sorpresa, ella (Gimena Gutiérrez) baila.

Azucena es su nombre, como la flor tan bella que perfuma hasta un ambiente frío de hospital. Ella, tiene la peculiaridad de desdoblarse en dos personas: la que sufre y la que sueña. O en dos personajes: el que encarna y el que recuerda.

Los tiempos van y vienen. Pasado y presente se fusionan como una misma historia, su historia. La historia de una mujer que sufre, que está devastada por la soledad, por no tener un hombro sobre el cual llorar, desahogarse, refugiarse. Ni siquiera un par de brazos que la contengan ante tremenda noticia.

Sus días no está contados, y esto es sumamente importante resaltar.

Azucena, todo lo expresa con su cuerpo. Con su gran altura, consigue representar corporalmente sus andanzas, sus tristezas y pesares, como si midiera un metro cincuenta.

Increíblemente, podemos observar -durante unos cuantos minutos- cómo su cuerpo se mimetiza con cada uno de sus sentires sin haber pronunciado palabra alguna. Y esta es la magia del teatro físico: el poder representar sin hablar. Pero, cuando lo requiera, poder decir, verbalmente, sin mover sus extremidades del espacio escénico.

Un gran trabajo en equipo demuestra que tanto la iluminación, como el vestuario, la dramaturgia y dirección; se complementan para tener una “Azucena en partes” (escrita y dirigida por Ana González Seligra) realmente grandiosa.

El drama está presente de principio a fin, no pudiendo ignorar el tema argumental presente. Una enfermedad que parece ser la muerte, por la falta de información, por la infelicidad, por dolor no cicatrizado, por los sueños abandonados.

Un público atento, quieto, que no esboza más que un dolor aguantado, una angustia difícil de soportar. Un público que, al terminar la función, espera para felicitar a los artistas. Yo, como parte del público, con un nudo y una nebulosa en mis ojos como si lograra vislumbrar un hálito de paz.

Finamente escogidos, aquellos detalles ornamentales que forman e integran las escenas de la obra unipersonal. Objetos que no solo son preciosos sino que cumplen varias funciones. Un ramo de flores rojas, un perchero, varios estilos de ropa, de zapatos y otras herramientas fundamentales que le permiten a la artista componer sus personajes -tan difíciles pero excelentemente resueltos-.

Su corazón hecho pedazos, sus partecitas que no logran unirse, su sonrisa desdibujada como cuando se tira al piso -hundida en llanto-. Una etapa que quisiera borrarla de su mente, de su espacio, de su vida y que, sin embargo, debe atravesarla para estar sana y más fuerte.

La parte descriptiva del relato es la que permite que nos imaginemos -como espectadores- toda la desdicha de esta pobre mujer. Pero Azucena no es frágil. Está sensibilizada, apabullada, fuera de sí. Mientras tanto, deja que su cuerpo hable, que sus pechos consigan formas diferentes, que el sentido de su vida sea el que añore y que, jamás, se de por vencida.

Esta pieza artística debe formar parte de todo festival y movida cultural relacionada con el universo femenino, con la lucha contra el cáncer, contra la violencia de género y con todo enlace que permita que nosotras -las mujeres- nos sintamos identificadas, valoradas y resignificadas.

No hace falta pasar por la enfermedad para tener humanidad por las que sí.

Las mamas, que tanto amor deberían tener, que tantas caricias poseer… están enfermas. Solo el amor puede curarlas.

ficha Azucena en partesMariela Verónica Gagliardi