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La Orquesta de Buenos Aires Lírica, comienza a narrar con notas musicales una dramaturgia tan esperanzadora como melancólica, tan motivadora como triste, tan desgarradora como lo puede ser Roméo et Juliette (con libreto de Jules Barbier y Michel Carré y música de Charles Gounod).
Un grupo de músicos talentosos que con instrumentos de cuerdas, vientos y percusión, recorren cada diálogo, situación y momento de esta obra de teatro convertida en ópera. El alto nivel de los ejecutantes nos permite pasar una velada mágica, enamorándonos junto a cada sonido producido por ellos, en conjunto con la decoración de cupido, con flores y todo tipo de accesorio en la gama de los rojos y rosas.
Sin lugar a dudas, sin amor es imposible vivir y, sin tragedias o conflictos, también. Para todos los amantes de Shakespeare, Romeo y Julieta será uno de los clásicos más bellos y conmovedores surgidos durante el renacimiento; permitiendo que los corazones se enamoren en todas partes del mundo.
En esta ocasión, el compositor francés, Charles Gounod, compuso en el Siglo XIX la música para una nueva versión de Roméo et Juliette -una de las piezas líricas más representadas desde 1867 hasta la actualidad-, junto a Barbier y Carré -ambos libretistas franceses-.
Ni bien se abrió el telón de terciopelo del Teatro Avenida, se dio lugar al desarrollo de la historia de amor, con todos sus dolores, angustias y resoluciones. Una bella y talentosa Julieta (Oriana Favaro) interpretó a la joven perteneciente a la familia Capuleto con una voz soprano increíble, bien proyectada, que abriga al público con su calidez. Ella conoce en un baile a Romeo Montesco (Santiago Ballerini), sin saber quiénes eran sus padres, ignorando que su futuro estaría ligado a odios irracionales.
En cuanto al tema argumental, Jules Barbier y Michel Carré se basan en los personajes principales, destacando el romanticismo, la tragedia, la diversión y los sectores más relegados de esa sociedad francesa.
Resulta muy interesante indagar en el origen de la historia Romeo y Julieta que, desde ya, no se remonta a la pluma de William Shakespeare. Como sabrán, el escenario está ubicado en Verona-Italia y fue Mateo Bandello quien, entre más de 200 piezas literarias, escribió un cuento sobre estos enamorados. Después, de tres décadas, Shakespeare, desarrolla la tragedia más ampliamente, convirtiéndose en el poseedor del talento. Y, por último, Charles Gounod, junto a ambos escritores le dan, cientos de años después, un estilo diferente.
Con respecto a la puesta en escena, Mercedes Marmorek, hace algo increíble. Muy estético, llamativo y manteniendo el estilo épico. Al igual que los vestuarios, muestran un glamour y finura bien marcados. Lo visual es acompañado por un coro que tiene a la cabeza a artistas relevantes, logrando una impronta diferente.
Entre diversos comentarios de los espectadores podía escucharse que hacían referencia a la obra incompleta, a la falta de determinadas escenas y a la reiterativa comparación con el texto inglés. Justamente, no va a existir una fiel copia entre las dos versiones ya que se trata de escritores de distintos países que vivieron en siglos diferentes. Teniendo en cuenta esto, sería erróneo creer que debe representarse siempre el mismo guión, sobre todo cuando uno es una obra de teatro y, el otro, una ópera.
Puede notarse, en referencia al argumento, la importancia que cobra Fray Lorenzo al convertirse en el celestino de esta pareja que tanto se amaba. También, su caudal vocal, actuó amorosamente, permitiendo que nos enamoremos de su canto.
En cuanto al eje de la historia, por un lado se encuentra al amor y, por el otro, el duro enfrentamiento entre ambos clanes. Considero que estamos acostumbrados, en occidente, a tildar de romántica una narración colmada de guerra, sangre, asesinatos y un beso entre dos personas. Basta con que se produzca este último hecho para que suspiremos, olvidando el contexto.
Con Romeo y Julieta pasa lo mismo e, inclusive, con el agregado francés del canto lírico. Cómo no sonreír ante su casamiento privado y oculto y cómo no desesperarnos ante la toma de veneno por parte de Romeo.
Por suerte, un grupo de bailarinas, ameniza entre una escena y otra, con el can can. De esta manera, lo trágico no es tan trágico y el desenlace demuestra que no tiene demasiado sentido perder la vida por amor.
Y, con respecto, a la tradicional escena del balcón, no es la que más sobresale durante la obra ya que otras cobran protagonismo por la distinguida puesta en escena. Unos hermosos corazones, l’ amour y el corazón central con la cara de un ángel; se apoderan de las miradas. Allí se produce uno de los besos más nostálgicos de la ópera.
Cinco actos que van in crescendo con el pasar de los minutos, al igual que sus personajes. Un Romeo que, al inicio, parece un tanto cobarde hasta que la historia demuestra lo contrario. Y no me refiero a su amor incondicional sino a la manera en que lucha, hasta darse cuenta que todo es un circo del que no quiere formar parte.
El renacimiento predecesor al romanticismo, mostrando dos facetas similares pero con un dejo diferente; se apoderan de esta trágica historia en que el amor es tan fugaz como la palabra.
Una espada clavada en el corazón de Julieta, uniéndola a su amor, consiguiendo escapar a tanto dolor.

Mariela Verónica Gagliardi
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Escrito
en mayo 25, 2020