Entrevista a Delfina Danelotti
Actuó en Humahuaca 4080, Lúcido, La soledad y Otras mujeres. Actualmente, está protagonizando La Inapetencia de Rafael Spregelburd en el Teatro La Lunares del barrio del Abasto.
¿Cómo fue tu elaboración de este personaje tan particular?
Desde un primer momento, con la directora trabajamos el gesto sobreactuado de una sonrisa constante comunicando un estado carente de conflicto. Es decir que partimos de una forma corporal saturada para desembocar casi por desgaste físico en un estado de tensión escénica. Ese estado es lo que me sostiene actoralmente. Allí radica la emocionalidad del personaje. Un cuerpo habitado de rigidez que, escena tras escena, va adquiriendo diferentes calidades a causa de la erosión de la forma en el tiempo: la tensión deviene angustia, luego miedo, dolor, contradicción y asfixia, siempre detrás de un gesto que se proyecta hacia la perfección.
¿Tiene algo tuyo la Sra. Perrotta?
La presencia de la Sra. Perrota responde a un exceso de prolijidad que inhabilita una espontaneidad legítima. Por lo tanto, desde la forma construida no tengo nada en común. Pero desde el campo emotivo, el abordaje es tan complejo y a la vez tan reconocible como en cualquier otro personaje.
¿Considerás que aún en nuestra sociedad no hay una cultura de adopción?
Creo que hablar de sociedad y cultura para analizar la cuestión de la adopción es impulsar al pensamiento a utilizar términos generales que deberían responder a un conocimiento profundo del tema, del cual carezco. Considero que la decisión de ciertas parejas que se resignan a no ser padres o se someten a tratamientos invasivos en vez de acceder a una adopción, es una cuestión pura y exclusivamente de la intimidad de cada pareja. Y sinceramente, creo que siempre es mejor pensar desde el punto de vista de las excepciones y no desde las generalidades que suelen ser no puntos de vista.
¿Es posible conseguir un equilibrio entre deseo y amor?
Sí. En tanto que el deseo es producción, el impulso violento engloba dentro de él al amor y viceversa. Es una relación de tensión en perpetuo desplazamiento. El equilibrio es parte de esa potencia que intenta perseverar. No nos inclinamos por algo porque lo consideramos bueno, sino que, por el contrario, consideramos que es bueno porque nos inclinamos por ello.
Existe mucha bajada de línea en La inapetencia respecto a diferentes temáticas. ¿Crees que es indispensable un personaje como el que interpretás para decir las peores verdades?
Para nada. Cualquier personaje puede decir las peores verdades. Se conciben bajo distintas formas, pero son irreductiblemente impersonales. Están totalmente desfasadas de la idea de una psicología particular; sino que más bien brotan de un encuentro, de un vínculo, de una combinación.
En este caso Mambrú no se fue a la guerra pero tu hija sí. ¿Cómo construyeron ese vínculo?
Después de varios meses de ensayo, el vínculo se gestó de manera autónoma. La entrega al juego más el tiempo recorrido, hicieron por sí solos un trabajo orgánico. Los acontecimientos puntuales que la obra propone (una hija que decide ir a la guerra) fueron concebidos por la directora desde un modo etéreo, sin solemnidad ni juicio. Esa decisión hizo que tanto Dolores (la actriz que hace de mi hija) como yo, nos permitiéramos encontrar otro tipo de porosidad narrativa, no sólo la que se distingue objetivamente en el texto de Spregelburd.
¿Cómo es esa dicotomía que se produce entre comida y sexualidad?
La relación entre comida y sexualidad ha sido un tema central en buena parte de la literatura universal, ya en algún banquete de “El Satiricón” de Petronio aparecen referencias a este respecto. Asimismo, muchas metáforas sexuales que usamos habitualmente remiten a la praxis de la alimentación. En particular en la puesta de La Inapetencia, el exceso de discurso sexual y alimenticio no hace más que reponer su carencia. La relación de la Sra. Perrota y su marido está determinada por una no relación que se actualiza como un exterior simulado. Así la pluralidad de imágenes comestibles es puramente formal y responde a un solo acontecimiento que es la insatisfacción sexual. No se trata de una dicotomía, sino de una no relación, que no por eso deja de reconstruirse como vínculo.
¿Es mucho gasto de energía fingir ser alguien que no se es?
El gasto de energía forma parte de la exposición del cuerpo en escena. Se convive con ese desgate porque forma parte del trance lúdico que es la actuación. Uno es mirado, por lo tanto lo exterior afecta al interior. Pero así se construye la verdad en la ficción. No hay otra forma de hacerla vibrar: tanto el afuera como el adentro producen colectivamente el efecto inefable de la vitalidad en escena.
¿Como es el universo de La inapetencia?
La inapetencia es una comedia en código absurdo. El tinte onírico que la compone, expone situaciones que escapan de la lógica lineal a la que estamos acostumbrados, generando cierta molestia para el entendimiento. Sucede que la puesta es una metáfora de lo que la Sra. Perrota imagina y/o percibe de su realidad teñida de negación, insatisfacción y represión. Por lo tanto la apertura narrativa es infinita, dejando al espectador la posibilidad de contarse su propia versión de la obra.
¿Existe la fórmula perfecta para ser feliz?
Más que fórmula, existe una filosofía. Aquel que decide hacer lo que le gusta, lo que aumenta su potencia, su fuerza de existir, aquel quien ha conquistado la vida tan plenamente, la muerte siempre exterior y extensiva, no es cosa de interés. Se trata más bien de una conquista de beatitud intelectual. Elegir aquello que nos compone sólo depende de nosotros mismos.
Escrito
en agosto 18, 2015