*** ENERO 2023 ***

Entradas etiquetadas como ‘Espacio teatral El Ópalo’

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«25 millones de argentinos», en el Ópalo

25 millones de argentinosLisandro Fiks, nominado Mejor autor argentino en los Premios María Guerrero 2016.

Lisandro Fiks, nominado Mejor autor en los Premios Trinidad Guevara 2016.

Romina Fernandes, nominada Actriz revelación en los Premios Trinidad Guevara 2016.

Con: Romina Fernandes, Patricia Rozas, Carolina Darman, Manuel Novoa, Lisandro Fiks. Dirección y dramaturgia: Lisandro Fiks.

Basada en un hecho real e inspirada en F. García Lorca

«Una historia de amor en tiempos violentos… difícilmente termina bien»

Ana, una joven nacida en el seno de una familia militar, en oposición a su origen, comienza a militar secretamente en la juventud peronista. Así llega a enamorarse de un líder montonero y comienza a colaborar con dicha agrupación. Para justificar su ausencia se va a estudiar a La Plata. A causa de su embarazo decide regresar a su casa materna, por la contradicción que le generan los peligros de la lucha armada y su estado. Su madre, viuda desde hace un año, no logrará saber la verdad sobre su embarazo ni sobre sus años lejos de Buenos Aires. Durante los últimos días del mundial de fútbol de 1978, en un intento de colaborar desde su casa con un operativo guerrillero que parecía simple, termina inmersa en una red de conflictos que pondrán a prueba su valentía, su amor y su lealtad.

Funciones: Sábados a las 22 hs. Reservas al 4951-3392 ó por alternativateatral.com / Localidades: $ 200.- Estudiantes y jubilados: $ 130.-

Espacio Teatral “El Ópalo” –  Junín 380 – CABA

Crítica:

https://saborateatro.com/2016/06/28/militantes-del-futuro/

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Un melodrama según Puig

Yo siempre me soñé novela

Cuando se juega con llevar una pieza teatral a un extremismo semejante, pueden ocurrir dos cosas: que resulte excelente o un producto decadente.

Esto le mencioné a una de las actrices de “Yo siempre me soñé novela” (escrita y dirigida por Edgardo Dib), cuando terminó la grandiosa función.

No siempre existen artistas que se animen a apostar para desafiar al destino. Edgardo Dib, sin lugar a dudas, apuesta, crea, arma y confecciona una dramaturgia de forma artesanal. Y me refiero a esto último como algo deseado y anhelado.

Como un homenaje, de cierta forma, al género de telenovelas de los años setenta y ochenta, se puede ver cómo Milagros Alarcón y Gilda Scarpetta interpretan a personajes femeninos de “Rolando Rivas taxista” y “Rosa de lejos”. Dos telenovelas que se apoderaron de los hogares en plena dictadura militar. Una en blanco y negro, la otra a color. Ambas románticas, para enamorarse y con todos los detalles conformaban a aquellas novelas que se repetían durante largas temporadas en la pantalla chica.

Cegueras inesperadas, un Juan Carlos tironeado y deseado por dos mujeres ciclotímicas y rivales que pelean hasta el cansancio. Golpes que hacen terminar a una en silla de ruedas, sin voz. Repentinos cambios de estado, de ánimos y escenas que componen a este melodrama que, en tono sarcástico, provoca la risa inmediata.

Milagros y Gilda, merecen ser destacadas tanto por los personajes que realizan en escena, como por el acento que requiere cada uno de ellos, por los cambios de vestuarios inmediatos, por la composición de máscaras en sus rostros, por la excelencia y respeto por un género tantas veces menospreciado por un sector de la sociedad.

En cuanto al modo en que está narrada la historia, Dib utilizó la manera en que Manuel Puig escribió “Boquitas pintadas”. O sea, una manera no convencional de atravesar historias paralelas, con personajes que no se conocen, con diálogos o monólogos que surgen espontáneamente, con cartas que se sirven de discursos no lineales y con la figura de ciertos autores o el mismo Edgardo Dib, firmando dichas escrituras.

Esta manera de componer un relato, en el caso de Puig, es sumamente atractiva y le permite al espectador reconstruir todo lo que observa sin tener el material servido como suele ocurrir en una novela de la tele por ejemplo.

Al entrelazar dos épocas y dos dramas vistos masivamente, es que se logra exponer ambas para plasmar el juego de la creatividad.

Por más que el público no haya visto estas novelas, ni leído a Puig, no significa que no vaya a comprender la trama, la secuencia y la originalidad discursiva. Puede, perfectamente, disfrutarse en los dos casos y el resultado a nivel opinión será muy diferente.

Al tratarse de dos historias de la televisión argentina, acompañan las escenas aquellas publicidades más recordades de ese entonces, interpretadas por las propias actrices que lucen como dicha época. También, no podrían estar ausentes, las canciones de Andrea del Boca, y otras que se suman a este delirio exitoso.

«Yo siempre me soñé novela» es también un proceso de filmación, un intercambio de anécdotas femeninas, de madres con hijos, de vivencias personales y de una atmósfera artificial para soportar la vida real que estaba aconteciendo a nivel político y social.

El arte siempre sirvió para distraer, aunque me atrevo a afirmar que para cultivar intelectos perdidos o abandonados ante tanto dolor.

Alberto Migré, Carlos Gardel y una cadena de nombres que ilustran y decoran unos años llenos de artistas que desafiaban todo tipo de crueldad para impregnar su sello de actuación.

ficha Yo siempre me soñé novela

Mariela Verónica Gagliardi

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Una puntada, un cuento

El ojo detrás de la aguja2

Desde pequeños nos van y vamos acostumbrando a escuchar y leer historias. Cuentos clásicos, fábulas, poemas, poesías y, de esa manera, de grandes extrañamos esos momentos mágicos.

Cada tarde o noche necesitábamos adormecernos con esas narraciones que, como buenos oyentes, memorizaríamos hasta el más mínimo detalle.

Ana Padovani, recrea esa intimidad entre el orador y, en este caso, su público, para transportarnos a diferentes épocas y estilos de historias. Nos lleva por un recorrido único, pintándonos sonrisas de infantes y, permitiéndonos, sentir cada diálogo.

Con una voz cautivadora y el acento e idioma requerido por cada historia, nos empapamos de amor y ternura, al igual que de risas virtuosas, durante la función.

En ocasiones, decidí cerrar los ojos y la concentración fue más profunda. Logré sentir esa fragancia a niñez, ese abrigo de una cálida caricia y la brisa al apenas estar corrida una ventana.

Intenté no prestar atención a la desconcentración de quienes no estaban respirando mi mismo aire y el placer fue aumentando. De repente, no me sentía en una sala de teatro sino en un espacio más chico en el que, solo yo era la que vivenciaba cada cuento.

«Detrás del ojo de la aguja» dirigida por (Christian Fortezza), nos dio la posibilidad de escuchar historias tradicionales entre una madre y su hija, los consejos que ella intentaba darle de alguna manera -pero sin decírselos-; breves relatos; cuentos con una lengua inventada, introducciones muy bien logradas que permitieron interpretar mejor las historias; Hansel y Gretel con dos finales El ojo detrás de la aguja1distintos y una creatividad que transmitió Ana muy cautivadoramente.

Ella es psicóloga y cuentista. Puede utilizar su profesión para saber cómo llegarle a cada público, qué cosas modificar y cuáles conservar.

La oratoria no consiste en pararse y hablar. Ni en hacer mil movimientos para demostrar algo. La oratoria se basa en ganar la confianza del público, un grupo de personas que puede ser muy similar o diverso entre sí en muchos sentidos.

En cuanto al material utilizado durante el unipersonal, la artista incluyó textos de: Horacio Quiroga, Laura Devetach, Luis Pescetti, Ana María Shua y propios.

Un aspecto que me llamó la atención fue el modo en que transcurrían los cuentos, intercalando los de mayor con los de menor duración y, también, el hecho de que no existió un hilo conductor entre cada uno. Solamente se concluyó la obra con el final de la primera dramaturgia.

Esta decisión nos permitió tener la libertad de prestar atención a la narración que nos interesaba sin tener que recorrer, obligatoriamente, un camino con una única dirección.

Ana Padovani nos explica que las historias son contadas a partir de una mujer que cose, que observa a través de ese diminuto agujerito y que, a su vez, aprovecha el tiempo para armar diálogos entretenidos.

En esta ocasión, la palabra se vuelve fundamental y determinante. Hay que cuidar el valor de la palabra, dice la actriz al terminar los relatos.

Será cuestión de pensar y repensar el lenguaje, lo que queremos transmitir, el cómo lograrlo y, sobre todo, cuando no sepamos qué decir citar al silencio. El mismo que acompañó a esta puesta en escena para servir de separador entre uno y otro relato.

Ficha artístico-técnica Detrás del ojo de la aguja

Mariela Verónica Gagliardi

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Un estacionamiento de ideas

Sistema garage2

Las luces se apagan y, luego, hacen foco en un hombre sentado el cual realiza un movimiento tras otro. Sus manos, brazos, piernas y pies -al igual que su rostro-; comienzan a desenvolverse de una manera peculiar.

Damián Dreizik  (dirigido por Alfredo Allende) es Raúl Ricoletti, el portavoz de una idea súper original y divertida. Se llama «Sistema garage» a este invento que, no necesariamente, lo tiene como creador.

Vale aclarar que no conocemos cuál es el propósito de la obra hasta bien adentrada la misma. Este profesor está presentando su libro y en las butacas estarán sus alumnos -aquellos que lo marcaron en algo- y las anécdotas se irán sucediendo. Como una película, él recorrerá todo el escenario y nos incluirá como espectadores. A nosotros nos hablará y narrará dónde y cómo originó este proyecto tan interesante.

Beatriz será una de las personas que asistirá al evento, al igual que otros amigos y algunos profesores que, no lo hicieron, por un motivo en especial.

Pero, ¿qué es el sistema garage? Ricoletti, indispensablemente, debe contarle al público cierta información a tener en cuenta para que lo comprendan. Él deseaba dedicarse a la actuación y, a su vez, ser mecánico. Claro que mecánico de autos y no dental -como, lamentablemente, tuvo estudiar por mandato familiar-.

Aunque, nunca pudo abandonar el sueño de unir ambas disciplinas para sentirse pleno.

Este unipersonal, realmente, fue increíble y digno de destacar. Desde la idea, interpretación, iluminación,vestuario, hasta la puesta Sistema garage1en escena; convierten a la obra en un producto artesanal y bien construido.

Teniendo en cuenta, entonces, las dos disciplinas que este hombre quiso combinar; el resultado fue una oportunidad de asimilar las partes de un auto con las del cuerpo humano, al igual que los movimientos del combustible y demás mecanismos con el sistema corporal.

¿Qué otro fetiche podría representarse en la vida de un hombre que ama los coches y el arte?

Qué mejor unión podría producirse y representar la carcajada que, sonoramente, acompaña toda la historia. Una narración impecable, bien actuada, sentida y con mucho humor.

A medida que el monólogo avanza, sus palabras parecen entrar en diálogo con esos otros seres que nunca conocemos en persona pero que sí lo hacemos a partir de los recuerdos del profesor y de todas sus ocurrencias.

El unipersonal termina de la misma manera que empezó pero, esta vez, tenemos detalles que nos permiten comprender la personalidad de este profesor de teatro, el cual intentó no caer en la tentación de tomar prestado un proceso que ya tenía otro autor.

Raúl Ricoletti movió todos sus contactos para saber en qué lugar se hallaba ese señor que tanto le había enseñado. Lo encontró, pero las palabras que el anciano tuvo para decirle, no fueron las ansiadas por el plagiador.

Él quería reconocimiento, pleitesías y un premio por el hallazgo. Quizás, fue un capricho para retomar lo que quiso -con el alma- desde niño. Un niño que seguía existiendo tanto interior como exteriormente, el cual le sirvió para sentirse seguro de lo practicado a diario.

Arrancar un motor-discurso, frenar, cargar combustible-memorizar textos… de esto se trata. Las asociaciones siempre existen en el cerebro humano. En esta ocasión, la diferencia esta en la creación de un modelo de aprendizaje para todos y compartido globalmente.

No me atrevería a decir que puede no funcionar en algún momento, aunque un chasis, una palanca de cambios o un pedal pueden romperse por completo. Será cuestión de averiguar e ir implementando este modelo, apostando nuestros sentires emocionales que podrían sustituirse por mecánicos.

Manos a la obras y a experimentar el Sistema garage. 

Ficha artístico-técnica Sistema garage

Mariela Verónica Gagliardi

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La impotencia clandestina

Potestad2

Un hombre (Jorge Lorenzo) presenta un día en su vida inolvidable. Un día que marcará, lamentablemente, su destino y el de su familia.

Durante sesenta minutos, seremos testigos de la desaparición de su joven hija llamada Adriana y del dolor que siente como padre.

“Potestad” de Eduardo Pavlovsky (dirigida por Christian Forteza) es un reflejo de cómo, de un instante a otro, puede -todo-, tomar un giro rotundo sin anestesia. Potestad, terminológicamente hablando, se refiere al poder, al derecho y al deber. A la necesidad, imperiosa, de determinar quién es el titiritero y de qué manera debe manejar los hilos para su provecho.

Desde un comienzo lo vemos al actor inquieto, haciendo una serie de movimientos repetitivos y coherentes con los que, luego, nos narrará. Él nos muestra cuál es su silla, qué lugar ocupa en su casa y en la vida. Qué rol, en definitiva, cumple en su familia. Después, nos da a conocer las características de su esposa y la fría relación que tienen hace tiempo. Lo mal y desolado que se siente, sobre todo, un día domingo como el que transcurre en la obra. Por último, le toca el turno a su hija. La única mujer de la casa que logra pintarle una sonrisa y la única que le da afecto.

En ese contexto se desarrolla la pieza teatral hasta que, lo reiterativo desaparece y se hace presente el monstruo camuflado, que roba lo que cree que necesita solo por deshacer lo que no sabe construir.

Potestad se divide en dos partes, de este modo: primero, en la que conocemos los detalles de cada personaje y, luego, en la que estamos frente al conflicto. Esta división Potestad1me pareció impactante en cuanto al efecto que provoca dicho modo de contar la historia.

Al hacer hincapié en lo corporal -propio y ajeno-, indefectiblemente, los espectadores nos enfocamos en eso. Pero la liviandad del comienzo termina en una angustia que nos va cerrando de a poquito la garganta. No sabemos a dónde conducirá su puesta en escena, su descripción ni su problema matrimonial. Pero la inflexión en su voz nos permite, de a poco, entrar en el mundo de la dictadura. Ese espacio en que todo es oscuro y rojo. Incoherente y triste. Opaco  y doloroso.

Jorge Lorenzo representa a un padre que perdió a su hija para siempre. Un padre, como tantos otros, que nunca más pudo abrazar a su pequeña. Un ser que nunca pudo comprender el por qué. Que nunca tuvo la posibilidad de conocer a los autores del hecho y que jamás pudo decirles algo.

Su hija se convirtió en un fantasma sin nombre. En una estudiante que, seguramente, por pensar diferente, fue preferible eliminar.

¿Cómo es la potestad de un padre a quien se le quita este poder, a quien se le impide ser quien es?

El delirio y la paranoia se hacen presentes en su mente y la de su mujer, quienes no podrán deshacerse de ambas patologías sin caer en una tragedia.

Ese delirio que le hace realizar -en su propio cerebro- el mismo tipo de crimen que cometieron los militares. De esta manera, la obra tiene un doble mensaje: la impotencia que siente una persona al perder al amor de su vida y, por otro lado, las consecuencias que se desencadenan de ese infortunio.

Ficha artístico-técnica Potestad

Mariela Verónica Gagliardi

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Conquistar el mundo con amor

Poeta en Nueva York2

Federico García Lorca es el autor de Poeta en Nueva York -uno de sus importantes y reveladores trabajos-. Este libro incluye poemas, los cuales escribió durante su estadía en dicha ciudad y que recién se publicó una vez muerto el escritor.

Durante su residencia, de casi un año, en Estados Unidos, pudo expresar diferentes sensaciones en cuanto a lo que le producía y provocaba la sociedad neoyorkina. Además, le tocó permanecer allí entre 1929 y 1930, siendo que se sucedieron conflictos económicos críticos que afectaron no solo a este país sino a los que dominaba.

Mariano Dossena decidió dirigir el unipersonal -que lleva el mismo nombre que la obra de Lorca-, protagonizada por Gustavo Pardi e impresionarnos con problemáticas del amor, de la sociedad estadounidense -de lo superflua y efímera que resulta-.

El actor interpreta, deliciosamente, cada sensación en su rostro y cuerpo. Su voz acompaña al relato y cada inflexión en la misma connota sufrimiento, bronca, aversión, amor, sutileza, entre otros.

Pardi se mete en la piel del poeta y se siente él. Desde allí, desde ese lugarcito, explota al máximo su creatividad y don para el teatro. Logra captar la esencia de lo más relevante durante la sucesión de metáforas.

El gran Lorca paso casi un año en la ciudad de Nueva York y, durante ese tiempo, escribió el libro que lleva el nombre de esta obra. Poeta en Nueva York2En sus poemas destacó todo lo referido a la sociedad estadounidense, a la miseria económica y espiritual, al egoísmo y a la división del trabajo.

Gustavo Pardi se moverá en una escenografía de color negra, con cadenas y un banquito. Ese será su lugar y, a través de ella, nos dará a conocer la literatura comprendida durante uno de los declives más importantes de la historia norteamericana.

(…) “No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo. El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números, entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados que aullarán, noche oscura, por su tiempo sin luces, ¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje, tendida en la frontera de la nieve!” (…)

Como si se tratara de una historia sencilla de asimilar, el poeta -reencarnado en nuestro actor-, emitirá sus sentimientos, representara su historia, las penurias de dicha década y los modos de intentar resolver las crisis económico-políticas.

(…) “El olvido esta expresado por tres gotas de tinta sobre el monóculo, el amor por un solo rostro invisible a flor de piedra. Medulas y corolas componían sobre las nubes un desierto de tallos sin una sola rosa”. (…)

Uno de los puntos a destacar de esta dramaturgia es la transición escogida para relatar los poemas y la ilación entre uno y otro. Quien no conociera al autor podría, igualmente, sumergirse en un texto muy rico y perfectamente interpretado; con vaivenes y una mirada profunda sobre lo esencial en la vida del hombre: su don de humildad.

Hay que tener en cuenta que muchos de los escritos de Lorca están dedicados a diferentes personas, con lo cual, si nos basamos estrictamente en ellos, no es posible la unión entre los diversos relatos como para narrar una historia con principio y fin. Pero, si utilizamos los poemas del libro Poeta en Nueva York, como material adjunto de la pieza teatral, surte un efecto diferente.

Cada verso cobra un valor distinto, un gesto acorde y un sentimiento desde lo más sincero de su corazón.

Lo notorio de la escenografía es que las cadenas enormes que lo abrigan, son las encargadas de mostrarlo como vulnerable ante la muerte:

(…) “Cuando se hundieron las formas puras bajo el cri cri de las margaritas, comprendí que me habían asesinado. Poeta en Nueva York3Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias, abrieron los toneles y los armarios, destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro. Ya no me encontraron.” (…)

La sangre derramada no es en vano, no fue en vano. Sus palabras plasmaron y predijeron lo que vendría y que, jamás, podría revertirse en la mentalidad capitalista. Su propia sangre tampoco pudo olvidarse ni ocultarse. Transcurrieron 78 años desde la aniquilación del cuerpo de Federico García Lorca pero los autores del hecho jamás podrán matar las ideas y recursos intelectuales de un pueblo que tenga memoria.

Ni tampoco dejar de lado el daño moral y físico que le provocó el nazismo y fascismo a la religión -netamente católica- que fue vinculada con los poderosos, con los que tienen la vocación de destruir en vez de construir, con los que deciden por ellos y por una sociedad entera.

(…) “Yo tenía un hijo que era un gigante, pero los muertos son más fuertes y saben devorar pedazos de cielo. Si mi niño hubiera sido un oso, yo no temería el siglo de los caimanes, ni hubiese visto el mar amarrado a los árboles para ser fornicado y herido por el tropel de los regimientos.” (…)

Los tiempos, hoy en día son otros, pero lo esencial sigue en pie. El poder sigue en manos de las mismas instituciones. Lo primordial renace con fuerzas, hasta que el amor -con una caricia-, intenta apagar los escombros del dolor. Hasta que el amor, con una caricia, intenta dar fe de una práctica que -desde el corazón- es benévola para la salud.

Ficha artístico-técnica Poeta en Nueva York

Mariela Verónica Gagliardi

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