Un ritual inesperado
Hace dos años fui a ver “En otro vida fui Marlon Brando”, una obra que destacaba a personajes de William Shakespeare y en la que ocurrían otras acciones no esperadas por el espectador. Después de dicha pieza artística, Jorge Tomas doblega la apuesta y vuelve a escribir, protagonizar -esta vez- y dirigir una novedosa dramaturgia en la que, también, pasarán muchas cosas al mismo tiempo y la conclusión deberá ser sacada por cada persona -convirtiendo de este modo al espectador en activo-.
«Corazón de wasabi» es la historia de tres amigos que crecieron juntos, compartiendo charlas, noches sin dormir, música copada y varias cosas más. Esta propuesta, muy diferente a la citada anteriormente, muestra a Jorge Tomas muchísimo más consolidado como actor y escritor. Su mente cobró un vuelo tremendo en el que no parecen existir barreras ni límites.
Narrada y ambientada en aquellos años 90 en que la banda liderada por Axl Rose, se había instalado entre los adolescentes para fomentar una cultura pasional y llena de rock and roll. Con una escenografía muy estética, moderna y cuidada, se disfrutará de una conmovedora noche que podría ser como cualquier otra y que, por un motivo, no lo es.
En esta historia, los tres amigos en verdad son dos ya que uno de ellos ha muerto hace veinte años, motivo por el cual, religiosamente, se juntan una vez por año para homenajearlo, para sentirlo entre ellos, como uno más.
Como si se tratara de un ritual, “Corazón de wasabi” refleja aquella melancolía que se siente cuando se pierde a un gran amigo. Esa sensibilidad a flor de piel que jamás podrá sanarse. Quizás, esta obra sea una visión diferente a cómo sobrellevar tanto dolor. A asumir que las pérdidas no tienen por qué llorarse, sino que existe otro modo de recordar a quien ya no está con vida.
Son varias las situaciones, conformadas como escenas, que van transcurriendo; las cuales permiten que Humberto y Miguel vayan trazando un paralelo entre pasado y presente.
Podría tratarse de fuerzas sobrenaturales, de deseos insatisfechos, de las ganas por volver a esos años en que no existían las responsabilidades, o, quizás; de un gran delirio y nada más.
Como tradición, puede verse una planta en tonalidades verdes. Salvo que alguien conozca sobre esta especie, podría asociarse al título de la obra. Pero, buscando términos que asocien al wasabi con algo determinado o deseado, no pude hallarlo. Solo sus acepciones vinculadas a propiedades curativas, desinflamatorias y antiparasitarias. Luego de empaparme sobre el tema y ver diferentes fotografías asumo que el autor quiso vincular el delirio, la ironía y varios aspectos del género clownesco de la obra con alguna droga proveniente de dicha hierba.
Durante la celebración ocurrirán tantas cosas que el espectador podrá posar su mirada en una situación u otra, a modo de paneo. Ni siquiera faltará la presencia de una tarotista que jugará con los destinos de estos amigos al igual que con todas las personas que vayan apareciendo en la casa. Como si las puertas se encontraran abiertas para cualquier desconocido, un repartidor de pizza se convertirá -por arte de magia- en un protagonista fundamental para que la velada cumpla con un ritual asombroso.
No solo estará presente la comedia como sitcome sino que las ocurrencias de Jorge Tomas dotarán a los diálogos de tantos oportunismos como sean posibles.
Unas bolsas de dormir los retrotraerán al pasado, las mujeres los invitarán a reflexionar y todo error cometido podrá ser olvidado con tal de enaltecer a quien ya no está.
Como una mirada, a los lejos y que -de a poco- se acerca, ambos disfrutarán de uno de los placeres más grandes de la vida llamado amistad.
Corazón de wasabi es un corazón tan noble que ni la vestimenta podrá modificar.
En cuanto el final se acerque desearemos que todo vuelva a empezar. Como antes, como ahora, como algún día en sus vidas que quieran compartir con nosotros.
Escrito
en mayo 7, 2015