Toda historia de amor tiene sus matices, sus idas y vueltas pero, podemos estar seguros, de que la melancolía existe siempre. Esa sensación tan difícil de poner en palabras o de transmitir con el habla. Es el corazón el que palpita, la boca que ya no besa, los cuerpos que ya no sienten igual, el tiempo que corre en paralelo.
Los abrazos huecos (escrita y dirigida por Dennis Smith) es una comedia que tiene todos los ingredientes para ser un éxito. Para hacer palpitar al público, para traspasar la escena y apoderarse de cada espectador para que se sienta movilizado.
Nadie puede sentirse fuera del tema de la obra y la identificación es algo que se consigue desde el comienzo de la pieza teatral.
Dennis Smith y Nacho De Santis nos harán vibrar y sentir incomodidad (por momentos), harán que ríamos, nos sonrojemos y podamos recordar nuestro pasado (lejano o cerca, tal vez). El amor no es color de rosa pero sí existe en cada humano.
Esta dupla funciona y muy bien en escena, se conecta desde lo más noble y consigue recorrer los momentos más importantes de su relación. Durante dicho viaje interpretarán sus salidas, travesías, encuentros y desencuentros; con nosotros como testigos. Parece tan pero tan real lo que se percibe que las lágrimas se apoderan de mí, conectándome con mis infortunios.
Mientras que la escenografía se compone de dos sillas rojas y nada más, este nada más significa todo el universo poético que narran los actores para facilitarnos la imaginación. No es necesario ver con los ojos siempre sino permitirle a nuestros sentidos desplegar las alas como si fuéramos pájaros en completa libertad.
¿Acaso el amor es un engaño? ¿Quizás el amor se trata de esconder los verdaderos sentimientos por diversos motivos?
No concibo al amor como lo puro porque no existe. No cabe en nuestra sociedad.
Dennis sufre y sufrió. Pareciera que su vínculo con Nacho no fue del todo sano ni cariñoso. Por lo que se esboza de su boca, vivían realidades diferentes, no se comprendían y uno callaba los secretos más tortuosos para el otro.
¿Podría el amor no ser trágico en un punto?
Soy una seguidora de los trabajos de este artista tan dúctil y creativo. Me gusta su sello, su manera de vincular varios lenguajes, como en este caso es la canción. ¿Acaso podría existir en este mundo el romanticismo sin música?
Así es como se consigue una fusión exquisita entre los relatos, las canciones y algunos otros detalles que conviene no contar para que queden en suspenso. En toda obra debería existir el crear comodidad e incomodidad hacia el público. Un texto que tiene pasión, sabiduría, enseñanza, sutileza e inocencia. ¡Qué grandioso resulta vivenciar esto último!
La sonrisa de Dennis, su despertar como hombre, su carisma al pisar el escenario, al tomar un micrófono para hacer una de las cosas que mejor hace. A la vez que Nacho Di Santis consigue estar a la par, acompañarlo desde otro sitio, atravesar su propio dolor, su propio camino, y asumir, ambos; que muchas veces lo que empieza también llega a su fin.
Un abrazo que ya nada contiene sino que retiene. Una relación que se intenta salvar desde el miedo a.
La dirección resulta impecable, junto a la guitarra en manos de Agustín Buquete quien está a un costado de la historia pero que comparte sus melodías a lo largo de la historia.
Celebro que existan dramaturgias originales sobre temas comunes, que no caigan en lugares comunes sino en una impronta. Admiro el arte de este joven que con sus cabellos rubios como el sol consigue todo lo que se propone.
En un café, en un restaurante, en un lugar o en otro; las cosas pasan cuando tienen que pasar y se desenlazan cuando decantan por su propio peso.
Somos animales de costumbre y esa costumbre a veces es peligrosa.
Un homenaje a las historias de ayer, de hoy y de siempre, en formato de comedia dramática con muchos matices del género musical; tomando como retazo un caso en particular. De ahí, el remolino de sensaciones que pueden atravesarse aún con rimel en los ojos.
Funciones: Sábados, 20 hs. Abasto Social Club.
Escrito
en marzo 30, 2019