“Los fabulosos Singer” es un espectáculo que puede catalogarse como del género clownesco así como de comedia. Una familia compuesta por un padre, su hija casi adolescente y el tío de esta; forman parte de un circo sin animales. Cada uno de los integrantes disfruta y vive a su manera, narrando cada sensación presente e intercalándola con segmentos del show que se supone en vivo.
Me llamó la atención el apellido de esta familia y no pude dejar de vincularlo con las máquinas de coser. Esas máquinas presentes en tantas casas de abuelas, que muchas veces se usan para otra cosa que no sea zurcir una tela. También, lo asocié al canto, aunque no pude de antemano sacar una conclusión. Más adentrada la obra supe que no se trataba de rotular ni definir algo concisamente sino de presenciar.
Dentro de la escenografía pude ver el camarín súper original de cada artista que se conformaba por un cochecito de bebé, convertido y reciclado -en el caso de la niña- y de unas mesas de madera. Los tres con espejos y sus pertenencias personales. Si bien parecían muy estrambóticos y difíciles de transportar, pudimos notar que les era súper fácil cerrar cada camarín e ir en busca de otro rumbo.
Los fabulosos no son fabulosos por desarrollar pruebas vertiginosas, al borde del límite, ni por hacer trucos de magia: ellos tienen la particularidad de crear números sutiles. Ese detalle provoca nostalgia. Claro que la música tocada en vivo por los propios artistas le da un status más alto a la puesta en escena. De repente, me encontré mirando y esperando que me sorprendan y, al cabo de un rato, supe que se tomarían el tiempo necesario para demostrar que con objetos comunes pueden esbozarnos una sonrisa mágica.
Taparse la cara con un diario y, al mismo tiempo, ir creando mascaras graciosas, utilizar un ventilador para que un rollo de papel tome vuelo y figuras asombrosas, ingresar y salir por una puerta que solo tiene picaporte y otros tipos de genialidades simples que logran entretener y formar un buen espectáculo.
Durante este show, no podrá verse una función clásica de circo sino el detrás de bambalinas. Todos somos chusmas -en mayor o menor medida- pero, esta obra musical no ofrece información de pasillo vulgar sino la vida íntima de la familia presente, con todo lo que eso implica. Cuando cada número finalice, tendrán el espacio para desahogarse entre ellos, hablarán de aquello que más les duele y, también, estarán presentes las típicas discusiones cotidianas entre todo padre e hija.
Entre las luces tenues, se podrá sentir el sufrimiento que tienen en sus corazones, demostrando que actúan y hacen música para encontrarle un sentido a la vida. Ese estilo itinerante que adoptaron como rutina, de a poco, los envejece y tortura. Todo nómade precisa afincarse en algún lugar, aunque sea por un tiempo, echar raíces, crear lazos.
Mientras la escenografía parece cobrar movimiento, los instrumentos suenan de una forma encantadora y con su sello particular, como el de la niña dentro del piano. Si pudieran mimetizarse al punto de cobrar forma de piano, guitarra o cualquier otro, lo harían. La fusión de música no es la única protagonista sino que los tres artistas necesitan conectarse del todo con lo que hacen. Otra cosa que llama la atención es la cantidad de gesticulaciones que adoptan, permitiendo que cada fotografía parezca una pose especial del elenco.
En cuanto a las luces se centren en los camarines, podrán verse sus verdaderas caras y, ellos mismos, pueden observarse naturalmente sin artificios de un show. Ese es el instante en que el tiempo se detiene y cada alma le habla a su ser, pidiéndole paz y amor.
Los Fabulosos Singer es una pieza artística que logra estallar en el aire para que cada espectador agarre una enseñanza y la utilice como prefiera.
Escrito
en agosto 24, 2014