Unas sillas antiguas y rotas colgando del techo junto a telarañas, invaden el espacio que -con una melodías tenebrosa- nos sumergen en la historia de «L 14» (escrita y dirigida por Nicolás Pérez Costa y Nacho Medina).
Al comenzar la obra vivía un paralelismo con algún cuento de terror de la infancia. Una propuesta diferente estaba ante mis ojos y dejé que cada sentido se empapada de ésta. A lo alto de una escalera de madera había una chica que hizo una introducción -la cual creó suspenso e intriga-.
Pero, de repente, el clímax de la dramaturgia se modificó por completo para dar
lugar a sus personajes que, unidos por algún motivo, decidieron interpretar un libro. Así fue como repartieron al azar cada rol, se vistieron para la ocasión e intentaron jugar.
Qué complicado puede resultar ponerse en la piel de un otro y olvidarse de quien es uno mismo. Cuál es la identidad de cada ser y cómo se opta por hacerse cargo de quién se es?
A partir de esa búsqueda, posiblemente impensada para llevar a cabo, se desarrolla una temática entretenida e inteligente, surgiendo canciones y coreografías muy impactantes.
Con respecto a la narración, Luis XIV es el Rey protagonista y a partir del cual girará cada una de las situaciones y conflictos de la obra.
Un punto interesante es que son dos historias -una desprendida de la otra- y que, de a poco, se van complementando,
así como sus personajes. El anacronismo es el factor que posible esto y los diálogos generan tensión, goce, complicidad con el espectador y un aire turbio en otros aspectos.
Si bien L 14 pertenece al género de comedia musical, dentro del suspenso. Existen tintes cómicos que permiten relajarnos y sentir esa bruma pesada -específica del relato-.
Cuando finalizó la pieza teatral, Nicolás Pérez Costa, comentó que escribió la obra a sus 17 años. No sorprende que así fuera ya que nos tiene acostumbrados a pura creatividad y talento. Aunque sí parece escrita por un joven, por ese aire novedoso y pantomímico en ciertos fragmentos de la obra.
Así es como, mágicamente, viajamos por un mundo de ficción, a partir del cual, la aristocracia se enfrenta a su pueblo, a la miseria económica, a un reinado sin rumbo y a su propia esposa que, casualmente, no interpreta ese papel en el juego.
«L 14» es una ubicación, un piso con un número de departamento, un espacio para crear, divagar y encontrarse. Un itinerario para seguir por convicción o miedo, un camino ocioso y religioso, alegre y triste. Un itinerario para elegir el propio final. El marcado por la narración que se persigue y el aceptado o rechazado por nuestros valores.
Nadie podrá escapar a su propia esencia y ese será el puntapié para comprender la profundidad de la obra.
«L 14» es una alternativa a la vida actual y la posibilidad de intercalar dos mundos paralelos. Lo peligroso es olvidarse de quién es cada uno y confundir ambos universos.


Escrito
en abril 15, 2014