Teatro x streaming // Lunes 25 de Mayo
Medianoche
La Visita de Monomujer, teatro para un espectador
Es cierto que vivimos en una sociedad enferma pero, ¿de quién es la culpa?
No tendría mucho sentido hablar de porcentajes personas psicoanalizadas porque, por lo general, los estudios se aplican a un sector de la población, motivo por el cual ya sería discriminativo.
Pero, se puede hacer el ejercicio de preguntarle a los propios vecinos si son felices, sin tienen algún trauma o padecimiento y, notarán, cómo se llevan la ingrata sorpresa… la felicidad no estaría existiendo en nuestro país.
Por lo pronto, Llegué para irme (del histriónico, ejemplar, talentoso, comediante, director y clown, Gabriel Chamé Buendia) es un álbum de fotografías. ¿Por qué digo esto? Porque el artista logra capturar extractos necesarios y sorprendentes de lo cotidiano.
Relax es lo que clama para sí mismo y, cuando no lo consigue, nos pide que le tiremos la energía tranquilizante.
Una puesta entretenida, gratamente movilizante (no solo por el sinfín de rutinas físicas desarrolladas a lo largo de la obra de teatro, sino por el gran sacudón que nos da) y a simple vista superflua. Me quedo con esto último para explayar.
Gabriel supo trazar una delgada línea entre lo que dice y el cómo lo dice, entonces el público realmente puede ser diverso completamente. No hay que pensar de una determinada manera y votar a o sentir cómo. Al menos al principio del espectáculo. Porque una vez que se transita esta aventura, ya no es posible salir corriendo en busca de piedad.
“Piola”, el personaje interpretado necesita descansar, dormir. Pero nunca fue tan difícil lograrlo. A partir de su insomnio, provocado por una cama que no funciona como tal, se irán desplegando muchísimas situaciones cómicas. Claro que no todo es risas, sino también (como todo comediante) sabe cómo interpelar a la angustia, al quiebre necesario para que Llegué para irme no sea un simple reír incesante.
Dicho título marca un estado de ansiedad patológica que padecemos todos los que respiramos en la Ciudad. Ya no es posible hablar de tranquilidad, armonía y paz. Al menos no certeramente. Quienes más relajados se ven, posiblemente estén consumiendo alguna pastillita que los ayude.
El estado de tensión, el ajetreo constante, el nivel de estrés y los nervios contagiados (justamente por la vorágine citadina) hacen que lo disfrutable no llegue a ser óptimo.
¿Cómo se puede romper con lo enfermizo entonces?
Creo que suelto al aire la fórmula casi perfecta: haciendo teatro, yendo al teatro, participando de todo lo referido al teatro.
Todo lo referido al arte y cultura nos rescate del sistema capitalista, de todo lo nocivo y nos abre una ventana infinita de oportunidades.
Viendo este espectáculo, apto para toda la familia, podrán comprender muchas cosas e incluso llevarse la sonrisa pintada en el corazón.
Música, saltos, brincos, rutinas vertiginosas, saltos y saltos que agotan, ejercitan y permiten volver a la búsqueda de algún documento, correspondencia y enlazar todo hasta estallar en carcajadas salvajes.
Los estados de ánimo varían de un segundo a otro, su cuerpo no para de sorprenderse y toda la “normalidad” se mantiene en stand by.
Resulta increíble cómo durante una noche pueden pasar tantos acontecimientos imposibles de sortear. No le queda otra que hacerles frente, abrazarlos y seguir adelante como sea.
Todos llegamos para irnos pero no con la intención de irnos sino de permanecer, ¿no?
El género clownesco tiene la particularidad de volver a la infancia y, desde allí, sentir como niño aún en cuerpo de adulto. Por eso puede contarnos sus pesares sin generar tabúes; y, ya que está, hacer terapia de grupo aún sin conocernos. Si tuviera un psicólogo en escena posiblemente le diría que todo fue culpa de su padre o de la sobreprotección de su madre. Ahondaría en su bienestar, el cual estaría sujeto al contexto, a su trabajo, a los desencuentros con su enamorada, a su necesidad por tener todo bajo control y perderlo al instante, a realmente todo lo que ocurre porque tiene que ocurrir.
Gabriel Chamé Buendia es un artista ilustrado que logra su cometido: conmover no desde las lágrimas sino desde la razón, porque el llanto cesa en algún momento pero el pensamiento reflexivo continúa como un motor encendido.
Eso es: chispas que brotan incesantemente, pidiendo auxilio para salir ileso. ¿Una horca? No, al menos por ahora no. Tocar un instrumento, calmar a la fiera, serenarse y “relax”, que un hombre no puede frenar al mundo pero sí correrse a un lado y seguir a su propio ritmo.
Dramaturgia: Gabriel Chamé Buendia y Alain Grautre Última función: domingo 17 de Noviembre, 18 hs Sala Caras y Caretas 2037 (Sarmiento 2037 - CABA)
Es un manifiesto de la lucha de las mujeres por “ser quienes quieren ser”. Camila O’ Gorman ejemplo histórico de una mujer que enfrentó a los Poderes de turno. Una niña de la alta sociedad argentina que por amor ofreció todo lo que tenía. Nos encontramos en los albores de la nueva República Argentina, por los años 1840, Camila O’ Gorman de 20 años se escapa al norte argentino con Uladislao, el cura de Santos Lugares, para empezar una nueva vida. Hoy, Camila desciende entre nosotros para volver a revivir su historia, nos cuenta sus fantasmas y nos canta una melodía conocida que hará estremecer el recuerdo de nuestras ancestras que lloraron en silencio y se irguieron ante los fusiles.
Autoría: Cristina Escofet
Actúan: Victoria Di Pace
Diseño de luces: Leandra Rodríguez
Dirección general: Pablo Razuk
Clasificaciones: Teatro, Adultos
CORRIENTES AZUL
Av. Corrientes 5965 – CABA
Teléfonos: 4-854-1048
Web: http://www.corrientesazul.com.ar
Entrada: $ 350,00 / $ 250,00 – Jueves – 20 hs – Hasta el 22/08/2019
Entrada: $ 350,00 / $ 250,00 – Viernes – 20 hs – 23/08/2019
Fedra es casi un nombre prohibido. Lleva consigo el adulterio y la culpa. ¿No será que en este mundo de hombres, donde la mujer también es una pertenencia -sobre todo si de pasión amorosa se trata- toda rebeldía y sublevación deberá ser cruelmente castigada? La tragedia, el mito y el rito a Tánatos son las rutas que conducen al corazón del drama de Fedra, heroína que se enfrentará a un mundo de hombres para intentar salir del laberinto del destino.
Autoría: Juan Mayorga
Actúan: Gastón Biagioni, Marcelo D`Andrea, Marcela Ferradás, Horacio Peña, Francisco Prim, Emilio Spaventa
Músicos: Juan Denari, Arauco Yepes
Vestuario: Luciana Gutman
Escenografía: Marcelo Valiente
Iluminación: Leandra Rodríguez
Diseño De Sonido: Carlos Ledrag
Música original: Carlos Ledrag
Entrenamiento en esgrima: Andrés D’Adamo
Asistencia de escenografía: Mae Bermúdez
Asistencia de iluminación: Susana Zilbervarg
Dirección: Adrián Blanco
Duración: 105 minutos
Clasificaciones: Teatro, Adultos
TEATRO SAN MARTÍN
Av. Corrientes 1530 – CABA
Teléfonos: 0800-333-5254
Web: http://complejoteatral.gob.ar/
Entrada: $ 210,00 – Domingo, Viernes y Sábado – 20:30 hs – Hasta el 25/08/2019
Entrada: $ 105,00 – Miércoles y Jueves – 20:30 hs – Hasta el 25/08/2019
Cuando la existencia sofoca, aburre, distrae y no hace más que evitar el disfrute y la vida misma; surgen las transgresiones como opción.
Anita o la tragedia de las partes (escrita y dirigida por Luis Longhi) es una fiel visión de esto. Una búsqueda hacia los límites no establecidos más que por la moral o alguna astucia pasajera.
Anita (protagonizada por la talentosa Maia Francia) es, posiblemente, la mujer que muchas veces quisiéramos ser -al menos por un instante de lucidez-. Probablemente quienes vean la obra puedan cuestionar mi perspectiva y estaría bien (o mal) de acuerdo a lo que cada una quiera y/o sienta.
¿No perciben acaso días en que la rutina asfixia demasiado hasta no permitirle al aire salir de la garganta?
Quizás la existencia no sea una fiesta constante pero sí debería ser una oportunidad de enfrentarnos con algo o alguien que nos haga sentir que “vale la pena” respirar.
La presente historia plantea varias aristas y esto resulta sumamente interesante para ver, sentir y, sobre todo, analizar. Tanto en el momento como después. Y no solo después de la función sino días después. Hasta que caigan las fichas suficientes que nos permitan saber si Anita es una desquiciada o si, tal vez, tiene la fórmula ideal para sentir lo que su cuerpo le pide.
Hay quienes juegan a la ruleta rusa considerando la gravedad o la adrenalina del acto del revólver. De la acción de arrebatarle la vida a un otro por x causa o motivo. A veces, simple diversión. Aquí ocurre algo similar, salvo que es una experiencia única y atractiva para el espectador; donde (por suerte) no vuelan cabezas.
Anita tiene un plan, aquél que no conoceremos hasta el final de la dramaturgia y que por cuestiones obvias no podría develar. Lo que sí les aseguro es que si se permiten no juzgar, van a encontrarse con un universo platónico, artístico, musical y con segundos movimientos que mantienen la astucia de todo rebelde.
El mundo de esta mujer se divide entre lo intelectual, lo pasional y lo banal. Dentro de este último, ella no está incluida. Por eso, a mi parecer, le cuesta tanto transitar los días de su existencia. No logra pertenecer y no quiere pertenecer. Sí, en cambio, romper las estructuras establecidas e imponer su personalidad única e irreversible.
Cabe resaltar la dupla lograda junto a María Viau, con quien emprenden la aventura más peligrosa de sus no vidas. A ellas se suman dos actores (Pablo Sórensen y Sebastián Politino) que irán y vendrán de acuerdo a las necesidad del texto y los caprichos de Anita.
La protagonista es curioso cómo se busca profundamente. Mirada desde afuera pareciera tratarse de una persona rígida, bien plantada y con objetivos claros. Nada de eso es real. Ella, justamente, está perdida entre cuatro paredes. Se mueve, constantemente, danza, gira, se desplaza por el suelo. Se compone y vuelve a caer. Como sus sentires. No es bipolar sino una mujer desbordada e incluso acompañada por sus amigos no muy coherentes entre sí. De esto resultan varias situaciones dignas de ser observadas una y otra vez; ya que las mismas se reiteran en formatos aunque no en formas.
¿Por qué psicodrama?
Es lo más novedoso de la puesta en escena. Una historia ficcionada dentro de la propia ficción. Una verdad mentirosa y una interpretación que fuerza a aquella realidad que nunca llegaría espontáneamente.
Un cuarteto de cuerdas acompaña cada escena de la tragedia que resulta ser la propia existencia y la propia muerte o alguna muerte.
Por momentos se ve a Anita acercarse a los músicos cual directora y su posiblemente (desquiciada mente) le permite manipular todo y a todos para montar aquella vida que siempre hubiera querido tener: la arriesgada, la de equilibrista sobre una cuerda floja.
Todo pareciera tenerlo bajo “control”, pero ¿quién la controla a ella? Por momentos su amiga y por otros el azar.
¿Cómo saben los mortales que están vivos si nunca transgreden los límites?
¿Cómo podrían estar seguros de que esta vida es vida y no un sueño que en algún momento se termine?
Luis Longhi dirige esta magnífica pieza artística dentro de la que cada uno se luce, se expresa y demuestra dónde está el precipicio o la luz misma. Aquella que, tal vez, exista cuando otra se apague.
Dramaturgia y dirección: Luis Longhi Actúan: Maia Francia, María Viau, Pablo Sórensen y Sebastián Politino Funciones: Sábados, 18 hs Teatro El Tinglado
Empezando por el principio cabe resaltar que Oliver Sacks fue el neurofisiólogo que creó la verdadera historia, por tratarse de la suya en verdad. Sus problemas de salud lo hicieron estudiar incansablemente. No solo para salvarse sino para sanar a cuanta persona pasara por diversos problemas de salud.
Cuando pienso en el mundo de los ciegos me angustio de inmediato. Mi corazón late, precipitadamente, deseando nunca perder la vista. Ni siquiera por unos segundos. Ni siquiera para vivir una experiencia nueva. Nunca, jamás.
Creo que este miedo lo comparto con miles o millones de personas en el universo, pero es un miedo -como casi todos- infundado.
La vista a través de los ojos ve cosas que quienes están “privados” de la misma, no pueden.
Suena tan inverosímil este juego de palabras que cuando releo lo que escribo dejo de comprender absolutamente todo. Este papel debería estar escrito con palabras sin tinta, solo con imaginación.
De aquí en adelante solo analizaré lo que vi con el alma, con el corazón y con cada uno de mis sentidos. La vista la dejo para lo último porque no es indispensable para este magnífica obra de teatro que consigue trasladarnos a un campo colmado de incertidumbres, aquellas que al humano -por lo general- no le agradan.
“Ver y no ver” (cuyo título original es “Molly Sweeny”, escrita por Brian Friel y dirigida por Hugo Urquijo) es una invitación hacia lo desconocido por la mayoría de los mortales.
Si pudiéramos quitarnos los ojos, lo más probable es que no sabríamos qué hacer con nuestras vidas.
Sin embargo, Any Sweeny (Graciela Dufau) se desplaza por el escenario viviendo. Sintiendo. Aprehendiendo. Oliendo fragancias a flores exquisitas. Sabiendo qué hacer a cada instante, menos cuando su entorno está tan ansioso por una operación que podría devolverle lo que en un principio tuvo.
Ella no parece necesitar cirugías, ni cambios drásticos. Tiene lo que quiere. Lo que necesita. Lo que su corazón palpita.
Es encantador escuchar las diversas melodías que acompañan los relatos de los tres actores, que tienen su momento para expresarse en solitario, de manera privada, sin ser cuestionados o juzgados; a la vez que se fusionan espléndidamente. ¿Hace falta verlos con los ojos? Realmente no. Con la vista podemos aprecer ciertos detalles escénicos como la puesta minimalista con proyecciones cálidas y un mobiliario simple. Sin la vista se pueden sentir aquellas cuestiones inexplicables, sinceramente, con palabras. Con esto quiero decir que lo que pueda comentarles en esta nota es un mínimo porcentaje de lo que puede apreciarse a lo largo de toda la función que nos mantiene en vilo a los espectadores.
Emoción, escalofríos, llanto y cuántas cosas más logran cautivar a nuestros cuerpos. ¿Humor? Claro que sí, porque si bien es drama, el director consigue matizar y descontracturar llevándonos al inicio de la historia de amor de esta pareja encantadora: la de Any con su marido Martin (Arturo Bonín). Un dato particular y llamativo es que él la conoció al igual que en la actualidad, pero ahora, por algún motivo anhela que ella pueda verlo, quizás. Quienes vemos con los ojos estamos convencidos que quienes no se están perdiendo de mucho. ¡Qué egoístas y caprichosos que somos!
Sumergirse en la vida de esta gran mujer es sacarse muchos prejuicios, la venda llena de polvo y, realmente, empezar a vivir como seres vivos.
Tenemos un cuerpo que, tantas veces, no usamos por completo. Caminamos sin plantearnos que lo conseguimos gracias a las piernas. Besamos, sin pensar en que podemos gracias a nuestros labios. Y, así, podría enumerar muchos ejemplos que no harían más que aburrirlos.
“Ver y no ver” es una lógica racional versus una sentimental.
Queremos que la minoría sea como la mayoría sin evaluar, por un momento, que tal vez, que los más pueden ser menos.
Nelson Rueda, encarnando al Dr. Wasserman, el médico que experimentaría la “cura” de la “ceguera” de quien no parece tener demasiado entusiasmo en abandonar su universo paralelo.
A veces se puede elegir, y otras no.
Cuando sus ojos descubran, quizás sea demasiado tarde o, tal vez, la experiencia de su vida la haga entender qué le conviene.
Un devenir de situaciones harán que esta dramaturgia nos engalane desde el comienzo y no sufra ningún altibajo. Impecable, excepcional, perfecta e interpretada por tres grandes actores argentinos que no hacen más que convencernos de sus posturas.
Y vos, si tuvieras la oportunidad de escoger ¿qué harías?
Elenco: Graciela Dufau, Arturo Bonín, Nelson Rueda. Dramaturgia: Brian Friel. Dirección: Hugo Urquijo. Funciones: Miércoles 21 hs, Sábados y domingos 18 hs. Teatro La Comedia.
La obra de teatro Damiens está basada en un hecho real: la vida de Robert François Damiens. A partir de este dato, se puede transitar una historia vertiginosa llena de altibajos, donde su personalidad se replantéa la vida, la muerte, el sol y la oscuridad.
¿Cuántos dedos tiene un hombre, cuántas manos, cuántos pies, cuántos órganos y cuántas oportunidades de vivir?
Él cometió un grave error, un imperdonable error: el de herir al Rey Luis XV de Francia. Por esa falta será juzgado por el Parlamento de París. Pero ya no hay vuelta atrás, ya no hay perdón que valga. Un asesinato en plaza pública lo espera y un par de caballos serán los encargados de romper cada una de sus extremidades, para luego ser incineradas. Cada una de sus partes serán abolidas, queriendo silenciar hasta su voz.
Cristian Palacios, realiza un unipersonal muy conmovedor y desgarrador, en el que transita por los últimos momentos de su vida. Durante esos años, tensionantes y sombríos, se ha borrado su sonrisa. Solamente se puede percibir la oscuridad de su alma.
A nivel actoral, es deslumbrante ver cada movimiento lento, cada pestanéo de sus ojos, cada sensación de agobio, de tristeza, de dolor, de no soportar más la injusticia.
Pero Damiens, no tiene maldad en el corazón, sino dolor por no saber quién es ni a dónde ir.
Cómo podía ver el robo de niños durante la dictadura, sin angustiarse, sin hacer algo al respecto.
Claro que sus actos tuvieron consecuencias, claro que su cuerpo – como dice en un momento del relato – «es el límite entre el deseo y la consecución de los actos».
Pero ¿cómo Palacios puede componer a su personaje frente al público, sin mezclarlo con la realidad de la ficción?
El estado de locura que atraviesa – en parte por su encierro en el calabozo -, por todas las vidas enajenadas, ocultas y profanadas; lo aislan por completo de su ser interior.
Él, no desea tener al público de testigo, por lo que hizo. Quiere que llegue ese día donde todo terminará, donde predominará la paz y se sentirá, por fin, acompañado y con serenidad.
¿Qué significa tu vida cuando ya no lleva nombre, cuando sos un N/N? ¿Qué sentirías si por querer defender los derechos humanos, tratando de eliminar a su máximo ejecutor, terminaras con tu vida en este mundo?
Cristian Palacios, logra llenarnos los ojos de lágrimas, provocándonos una sensación de vacío. De un vacío que solamente con luz y amor podría llenarse. Pero él, elige tapar el sol con sus manos, esperando el desenlace de su historia.
Ficha técnica
Autor e intérprete: Cristian Palacios.
Dirección y puesta en escena: Paula Brusca De Giorgio.
Iluminación: Ricardo Andrade Jardi.
Vestuario: Natalia Alayon Bustamante.
Asistente de escena: Juan Manuel Caputo.
Prensa: DucheZarate.
Producción ejecutiva y Desarrollo del Proyecto: Tónicas.
Producción General: Compañía Nacional de Fósforos.
Funciones: Sábados a las 19hs.
Localidades: $ 60. Estudiantes y jubilados: $ 40.
Patio de Actores – Lerma 568.
Escrito
en mayo 25, 2020