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Mario Segade, escribe y dirige “La nueva autoridad”, una historia diferente, eligiendo la sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín para escenificar, íntimamente, un conflicto que trae a colación una de las peores etapas ocurridas en nuestro país.
Francisco (Marcos Montes), Graciela (Celina Font) y Betty (Vivian El Jaber); son tres personas que intentan dominar el poder. Un poder que no les otorgaría más que la administración de un edificio. Sin embargo, sienten que quieren llegar lejos con su mandato, imponiendo sus ideales y haciendo primar cada uno de sus caprichos, sin medir las consecuencias.
Todas las actuaciones sobresalen por igual, personificando a los tres con rasgos muy diferentes.
Graciela vive ahí desde los cinco años y toda su familia fue enterrada en los alrededores. Ella, vestida como mujer de un poder adquisitivo alto, contrarresta con la vestimenta de Francisco y de Betty. Él, con ropa de aborigen y ella, con uniforme en tonos verdes.
Desde el comienzo de la dramaturgia puede admirarse el gran trabajo sonoro que nos van metiendo -de a poco- en la primera escena. Es cierto que la sala no permite una total visualización desde todas las butacas, pero, lo indispensable es observar lo que podamos o pararnos para conocer más de lo que nuestro ángulo nos permita.
Segade traza un paralelo entre la televisión y el teatro; dándonos la posibilidad de hacer foco en una situación que sobresale, o en otra que está en segundo plano.
Francisco, por otro lado, fue aprendiendo a domar fieras gracias al marido de Betty (su difunto marido y administrador del edificio), quien le impartió enseñanzas al respecto. Él habla una lengua, podría decirse aborigen, además del castellano.
Betty, supuestamente, sería la sucesora de su marido, el Sr. Saldivar; pero no se imagina que tendrá que disputar el puesto que le corresponde según la ley.
Cada uno tiene una concepción diferente de lo que es llevar adelante una administración, mejorar el jardín común, y, por qué no, la relación entre todos los vecinos.
Este espacio está colmado de chatarras, un hueco lleno de agua y jaulas con fieras adentro.
Francisco llegó junto a la gestión del fallecido y siente una “melancolía” por su desaparición física. Él no toma partido por la ideología de una u otra de las mujeres, sino que está en su propio lugar, hablando lo que le conviene en el momento oportuno para ganar su tajada.
La muerte de la familia de Graciela, abre una puerta al pensamiento. Tantos interrogantes que quedan abiertos para evaluar si sus vidas se perdieron por enfermedad o por captura de los más desalmados.
“Yo me ofrezco, Graciela, para cobrar casa por casa” – dice en un momento el actual cuidador del jardín.
Este hombre es una mezcla entre groncho y romántico, haciendo despertar a uno u otro según la ocasión.
Pero, cuando Betty aparece en escena, todos los planes entre Graciela y Francisco se desvanecen como espuma en el agua.
“La angustia es enemiga de la razón”, dice él en un momento. Y esta frase puede resumir gran parte del argumento de la obra. La angustia no se piensa, se siente y, la razón, contradice muchas veces un sentir.
Aunque, la viuda, dice: “de las fieras que se ocupe Dios. Me refiero al gobierno”.
La futura pileta, actualmente un pozo con agua, representa lo que está y debe ser transformado, tapado. Tapar las ideas y mentiras de un gobierno que está al poder.
Con respecto, puntualmente, al contrato firmado por el marido de Betty y el consorcio, tuvo lugar en el año 1979. No es casual ni azaroso que se escoja una fecha anterior a la democracia.
Sabemos que esa etapa fue una de las más duras, sanguinarias y feroces en Argentina. Pleno gobierno de facto, con Rafael Videla a la cabeza, la tortura física, masacre, dolor y censura, se sucedían infinitamente.
En 1979, ocurre un hecho tensionante entre Chile y Argentina, conocido mundialmente como conflicto de Beagle. Territorios disputados entre ambos países, parecían seguir hundiendo a nuestra patria en la sangre. Intervino el Papa, haciendo firmar a los dos países el Acta de Montevideo, acuerdo que los hacía comprometer en no usar la fuerza y retomar la paz.
Si tomamos como referencia a la dictadura de Videla, “La nueva autoridad”, cobra un vuelo increíble. Desde ya que son temáticas que siguen doliendo en el alma, cavando bien profundo, pero, creando más conciencia a medida que pasa el tiempo.
Francisco podría erigirse como militar, escogiendo un dialecto inentendible, con el cual él solo sabe lo que dice y piensa. Por otro lado, Betty, también habla en lenguas inventadas; mientras que Graciela es la única que utiliza el castellano como principal idioma.
Betty, sería la sucesora del poder dictatorial, acompañada por él -quien la traicionará, sin piedad-. Mientras que las jaulas son las que atrapan, infunden miedo y alojan a los muertos para siempre.
De hecho, guión hace referencia a las fieras como sinónimo de gobierno, un gobierno que no es fácil de reemplazar ya que se vale de la violencia como primer instrumento, de abolición de ideales como segunda opción, y de imposición como principal arma de tortura física e ideológica.
Francisco esboza casi al final de la dramaturgia que “los papeles no gobiernan, gobiernan las personas”. Nada más cierto: golpe de estado como solución a los poderes más débiles que quieren suprimir toda bondad y pensamiento diferente que evoque razonamientos y evolución.
Para digerir tantas frases ciertas, dichas y repetidas, el humor invade varias escenas de la historia. Queda bien en claro dónde está la ideología, la razón de ser de la pieza teatral y la posibilidad de entretenerse con la ridiculez de ciertos mandatos eternos a lo largo del tiempo.
Los que están vivos no siempre son los honorables ni los que tienen la “razón”. De por sí, por querer tenerla, se perdieron tantas almas inocentes en medio de la angustia imposible de canalizar con buenas acciones.

Mariela Verónica Gagliardi
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Escrito
en septiembre 11, 2019