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Canciones, frases, dichos populares y toda una cuestión de mitos que giran en torno a esa hormona masculina, que también tenemos las mujeres, la cual supuestamente dota de valor y ciertos rasgos valientes a las personas.
Siempre, y de esto no cabe dudas, nosotras salimos desfavorecidas dentro del mundo empresarial, gubernamental y es que la testosterona no convierte los débiles en fuertes sino que los diferencia a unos de otros.
Es imposible no asociar al título de esta obra con sexo y seducción aunque teniendo en cuenta a sus protagonistas, sabemos a ciencia cierta que el argumento no será superficial sino todo lo contrario.
Testosterona (escrita por Sabina Berman y dirigida por Daniel Veronese) es una dramaturgia que crea la sensación de novela, de estar viéndola a través de una pantalla chica, con cada detalle escenográfico, con unos diálogos atrapantes, retorcidos en un punto y que persiguen un objetivo que no sabrá hasta el desenlace.
Son solamente dos actores (Osmar Nuñez y Viviana Saccone) quienes contarán con un solo espacio para narrar cada momento con una tesitura diferente. Estos grandes intérpretes podrían prescindir de decorados, de sonidos y montar una obra tan solo con ellos mismos. Pero, al contar con los detalles, la historia se realza creando distintos ambientes a pesar de que todas las acciones se desarrollan en el mismo lugar: una oficina.
Una oficina, común y corriente, con escritorio, sillas giratorias y un diván que se hace cama. Como en una novela, como en una película, como en cualquier oficina de categoría en que un directivo pasa horas y su vida.
Es navidad, una fecha importante que marcará un antes y un después en estos personajes tan singulares. Ellos parecen quererse como amigos, seducirse, cuidarse hasta que el poder los desenmascara. Cuando eso ocurre ya no es posible hacer marcha atrás y el cariño se desvanece como espuma. Como esa espuma del champagne que beben sin moderación, como sus palabras que no tienen filtro alguno y que corren sin cesar.
Afuera cae granizo, nieva y la ciudad se torna de color blanca impidiendo el paso de cualquier transeúnte. Están atrapados entre cuatro paredes y parece ser que es algo que esperaban, que deseaban. Durante esas horas la tensión estará presente, saltando del humor al drama en breves instantes.
La mentira como herramienta fundamental de la manipulación hará que todo lo acontecido hasta entonces cambie su rumbo. Así, la historia se convertirá en dos piezas teatrales y contradictorias hasta que un acontecimiento determina que cierta incoherencia no existía.
Como espectadores podemos ir sacando conclusiones sobre la marcha, escuchar susurros, pensamientos y pretendiendo acertar; aunque la realidad nos sorprenderá a todos los presentes.
El dinero y el poder cambia rotundamente a uno de los personajes y las sensaciones de amor-odio, aparecen y desaparecen fugazmente. Pareciera vital el tener que detestar a uno de los dos, sin embargo, cuando todo llega a su fin parece esfumarse ese sentimiento.
Una empresa capitalista busca jefe. Ese podría ser un titular, pero son imposibles de imaginar todas las vicisitudes, lágrimas, pasión y ternura que se suceden constantemente.
Dos universos parecen enfrentarse: el femenino y el masculino. Como Venus y Marte, como antagonistas, como diferentes propósitos para un mismo objetivo.
Como caprichosos que se adulan para conseguir aquello que anhelan y como monstruos que se erigen para destruir al otro.
Con suaves modos no siempre se llega al poder, con determinismo y convicción sí.
Testosterona es la suma de todo esto y más. Es una realidad global y efímera. Es una historia que no deja matices para la especulación del público pero sí de sus personajes.
Cuando la bronca se apodere de ellos, la luz iluminará incansablemente la ciudad diciéndoles que el juego terminó. Para ello tuvieron que utilizar todas sus armas, su intelecto y una poción “mágica”. El poder no se toca, se siente, como la seducción innata, como la imaginación y ese gusto a triunfo.
Sus ropas importadas, en tonos oscuros, habitando un piso 35 en que no es posible dejar entrar el viento de afuera, en que todo el ambiente es artificial, en que las cámaras los detectan, los desnudan, los supervisan y dejan en evidencia.
Testosterona no es inteligencia, simplemente es una hormona que los hombres tienen en mayor proporción que las mujeres. Solo será cuestión de encontrar la fórmula exacta que le permita apoderarse del sillón, dejando de lado los motivos de la convocatoria.

Mariela Verónica Gagliardi
Escrito
en enero 13, 2017