Minientrada

Una abuela ciega, literalmente hablando, es la encargada de unir a su familia en la tradicional cena de Noche Buena. Una noche en que sucederán varios encuentros y desencuentros, varias situaciones conflictivas en que el dolor será el ingrediente principal de la comida.
“Ojos que no ven” (basada en el cortometraje homónimo de Natalia Mateo), es una obra de teatro que pertenece al género dramático exclusivamente. Si bien existen varios momentos graciosos, éstos prevalecen sobre las desgracias que acontecen sobre cada uno de los personajes. No se salva ninguno de ellos, estando unidos -de algún modo- por los pasados y presentes no asumidos.
Toda familia encierra misterios para el afuera, secretos no develados a ciertas personas, aunque -en este caso- pretenden silenciar lo que ocurre para “cuidar” a sus seres queridos; sin darse cuenta que dichos cuidados no siempre terminan siendo saludables. Más bien, todo lo contrario.
Las escenas se suceden unas a otras, y podemos ver un living de los años setenta, decorado muy finamente, teniendo en cuenta todos los detalles como para situarnos en aquella época.
Si bien, este tipo de familias existieron siempre y existirán siempre.
La Abuela (Chela Cardalda) es, entonces, quien une para azotar, quien habla para lastimar, quien teme solo por ella misma al igual que casi todos los miembros.
Carmen (Eugenia Alonso) y Esther (Julia Gárriz), que interpretan a una madre e hija, respectivamente; llevan a cabo dos personajes verdaderamente impecables que las convierten en actrices dúctiles, espontáneas y que alcanzan esa libertad que solo consiguen las talentosas.
El resto del elenco, también, desarrolla sus roles de forma excelente, haciendo que esta dramaturgia reluzca en todo momento y que el público quede atónito en muchos momentos álgidos de la historia.
En cuanto al ritmo, puede notarse cómo en algunos instantes sucede rápidamente y, en otros, se apacigua para darle lugar a lo infantil de la mano de Mumu (Tamara Drumond) -quien interpreta a una niña adoptada, de raza negra y que, de verla su abuela, no la aceptaría.
Este es uno de los misterios más grandes e irrisorios de “Ojos que no ven”. El que une a una abuela con su nieta, desde el cariño inmediato, desde la música, desde una canción inesperada; conectándolas amorosamente. Si esta abuela tuviera vista, claro que no la querría, pero su velo le permite darle una oportunidad en silencio.
Por otro lado, se observa a Raúl (Mariano Mazzei) que no cumple con los parámetros sociales como para ser considerado un hombre responsable, sino un hippie que lucha por sus sueños musicales.
Los demás actores cumplen roles importantes pero los que más se destacan por cuestiones de textos son los mencionados específicamente.
Ausencias justificadas por quienes las practican, un abuelo enfermo desechado como basura y como un tumor difícil de extirpar; se conjugan para estallar en llantos.
Los que se hacen cargo están de un lado del camino y quienes no, del otro. Aquí, otra vez, entra en el segundo grupo la abuela, quien ha dejado que su marido vaya a un geriátrico por no poder soporar la realidad actual.
Son muchas las comparaciones que se pueden realizar y, seguramente, muchas las identificaciones que pueden hacer los espectadores con algunos personajes y/o situaciones reinantes.
Mumu, un perro enfermo, el abuelo padeciente y, otras crisis menores, integran la mesa de Noche Buena. El silencio solo surgirá cuando queden impresionados por alguna noticia inesperada o, también, esperada pero no deseada.
Emiliano Dionisi, quien ha sido premiado como actor y director, vuelve a sorprendernos con esta obra que oscila entre el drama y el melodrama.
Los comentarios del público se hacen notar al finalizar la historia, a la cual subrayan como excelente y no dejan de decir que es sencilla, como una familia cualquiera. Esto último es lo que produce el enaltecimiento de “Ojos que no ven”, el que se trate de algo conocido por todos.
¿Quién no ha tenido un familiar enfermo, quién no ha tenido que atravesar una separación y quién no ha tenido que simular para no hacer sufrir a quien ama?
Todas las respuestas dependerán de cada humano, de cada momento, de cada personalidad y, jamás se podrá negar que tal vez padeciendo ceguera la realidad no sea tan drástica como pudiendo observar con las pupilas cada movimiento.
Es ciega, no tarada – repite, una y otra vez, Esther.
Chela Cardalda interpreta a esta mujer discapacitada visualmente, pero capacitada para provocar dolor en todo lo que toca. No es malvada en su totalidad. Es humana, como todos.

Mariela Verónica Gagliardi
Escrito
en mayo 1, 2019