Minientrada

En los noventa era muy habitual hablar de ecología, de las ballenas y demás animales del sur de nuestro país, como si estuvieran estas especies en el fin de sus días. Algunas personas se sintieron más comprometidas al aportar dinero a ciertas organizaciones, mientras otras rezaron para que nada malo pase.
Hablando de un tema y filosofando, no se crea conciencia. Este es el puntapié para hacer algo. Y hacer significa acción, dejando de lado la palabra por sí sola.
Las murgas, son acción en movimiento ya que, además de entretener a la gente, les crean verdadera conciencia y se animan a decir sus ideologías, argumentando y resignificando un mensaje social.
“Salvemos Le puse Cuca” es el claro ejemplo de que se puede repensar el mundo. Con colores, voces diversas, alegría y pasión; este grupo de artistas crea una impronta de la que nos sentimos parte. Ellos no precisan un escenario para bailar como estamos acostumbrados, sino que pueden narrar situaciones, momentos, contextos y dotarlos de música.
Salvemos a las ballenas, mientras la humanidad pierde valores y se extingue a sí misma. ¿Por qué el hombre suele sentir que hace algo cuando ayuda a una persona, animal o causa lejano? ¿Por qué cuando se habla de ayudar a gente humilde, lo que primero que se le cruza por la cabeza es asistir a África? ¿Nuestro norte, nuestro barrio, nuestra zona? Todos necesitan y no se es más por caminar muchos kilómetros.
El egoísmo hizo que nos olvidemos de lo importante que es mirar al más cercano, a tenderle una mano de verdad y sonreírle cuando esté apenado.
Entre chistes, bromas y celebraciones, Le puse Cuca defiende a los más vulnerables y se pone del lado del más golpeado, como puede ser una mujer embarazada. Sal de ahí, bebito bebito, sal de ahí de ese lugar – es el fragmento de una de las canciones que más aprecié durante el espectáculo. No por ser la mejor, ya que todas tienen su argumento inteligente y voraz, sino porque logra desmenuzar una problemática que está en crisis: la llegada de un bebé.
Apurar un nacimiento, colocar inyecciones para no sentir dolor, sufrir lo menos posible, pasar rápido ese momento -tan esperado y evitado a la vez-, intentar no desesperar sin encontrar contención alrededor. Quizás, crean que exagero con mi postura pero, a diario, leo y escucho opiniones de mujeres que se han sentido abandonadas en esa ocasión, que no han podido disfrutar del dar a luz. Que han tenido miedo por lo que vendrá.
Si se trata de salvar, hay que empezar por casa. Evitar discusiones innecesarias, ser feliz con lo más pequeño, soñar con los ojos abiertos y disfrutar de la música. Justamente, esta murga tiene melodías muy pegadizas que dan ganas de seguir con el cuerpo en movimiento, a la vez que sus rostros pintados nos contagian solamente esperanzas por un mundo mejor.
Esta función fue a la gorra y, los espectadores, colmamos la sala del teatro La Carpintería. Una noche a puros colores, intercalados entre sí, recordándonos que no hay que esperar al verano para que sea carnaval. Es una actitud de vida, de seguir adelante, de proponerse metas y, con amor, lograrlas.
Coros generales, voces principales, dúos, tríos… se conjugan para hacernos atravesar diferentes escenas, situaciones, contextos y dejarnos pensando. Ese es el factor más interesante de un grupo de artistas: el valor agregado que dejan en el escenario.
Cuando todo termina, las puertas se abren y la fiesta continúa. Preguntamos próxima fecha, felicitamos y hablamos con la primera persona que cruzamos.
¿Es carnaval?
Las bombitas de agua no están, la espuma tampoco, las caretas menos.
Entonces, ¿por qué los bombos suenan y los acordes acompañan voces que aclaman sin parar?
¿Es carnaval?
No. Es la vibración de esta murga que contagia un modelo para armar y desarmar, una forma de sentir, protegiendo a quien más queremos e intentando no dañar a casi nadie.
Salvemos al mundo que está herido y necesita de manos unidas formando un corazón.

Mariela Verónica Gagliardi
El pase de diapositivas requiere JavaScript.
Escrito
en febrero 13, 2019