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Cuán difícil debe ser sobrevivir dentro de una casa donde ocurren cosas no muy saludables ni felices, y qué angustiante podría haber resultado la vida de Leopoldo Lugones si hubiera estado vivo durante las torturas y episodios tan tristes y macabros llevados a cabo con su apellido.
Él, un poeta reconocido, abocado a la tarea de escribir y desarrollar ideas, se casó y, tuvo un hijo a quien bautizó con su mismo nombre. Tal vez, este haya sido uno de sus grandes errores, motivo por el cual tuvieron que perecer varias víctimas.
Además de ser recordado como escritor, también debe mencionarse su ideología y apoyo a la dictadura militar y a los movimientos políticos que se centraron en exterminar vidas, vidas y vidas.
“Los Lugones” (de Cristian Palacios y dirigida por Guillermo Heras), se focaliza en esta familia famosa, para narrar los acontecimientos históricos más sobresalientes -por su tortuosidad- desde 1861 hasta la actualidad.
Se dice que la historia es cíclica como un espiral y no es una frase repetida porque sí. Tiene su justificación, su argumento y la posibilidad de aplicarse antes y ahora. Los actores cambian, los años también, pero, el hombre no tiene paz.
“Hay demasiadas cabezas de Sarmiento” – menciona uno de los actores en cierto momento de la obra. Estas palabras que se reiteran, hacen alusión, justamente, a la hegemonía que tiene siempre un mismo sector, al poder que cobra y a la falta de bondad que no abundó jamás. Un “prócer”, torturador como tantos otros, que se divulga como enseñanza, como ejemplo a tomar. ¡Si tan solo pudieran quemarse los millones de libros que mencionan su nombre positivamente, nos ahorraríamos más disgustos y sangre derramada!
Mientras los actores interpretan a Leopoldo Lugones, a su hijo Polo, a su nieta Pirí y a su bisnieto Alejandro; las lágrimas recorren mis mejillas, sintiendo que el fin de la masacre todavía no llegó. Que se han modificado procedimientos, pero, el impulso al odio todavía está latente.

Los personajes están caracterizados de manera excelente, tanto en sus movimientos, sus diálogos, vestuarios y corporalidad. De hecho, éste último punto se torna fundamental a lo largo de la pieza artística, donde cada paso, caída o desplazamiento tiene una razón de ser -imposible de pasar por alto-.
Pero, ¿qué fue la Campaña del desierto sino una manera de aniquilar al diferente?
Próceres y más próceres, nacen y mueren para instalar ideologías difíciles, aunque no imposibles, de erradicar con amor y aceptación.
Muertes, hambre, guerra, mutilación, suicidio, masacre; van surgiendo durante la historia. Esta historia y doscientos años de la misma. A la vez que las escenas terminan, una música -donde predominan los violines-, ayudan a complementar cada momento desarrollado.
Cabe resaltar que las actuaciones no se basan solamente en los integrantes de este fabuloso clan sino en otros que permiten unir un acontecimiento con otro, incluyendo al humor en determinadas situaciones. Claro que no provoca carcajadas, sino, simplemente ironía en tono de clown, para que toda la información política no se torne tan dura.

Pero, retomando a los personajes verdaderos, Polo se caracterizó por desarrollar, aún más, el pensamiento de su padre; creando
incluso hasta la picana eléctrica. También se suicidó su progenitor. Suena irrosorio creer que la tortura, años más tarde, recayó sobre su propia hija Pilí (montonera). La única que luchó por sus ideales -sin quitarle la vida a nadie-, tuvo que perderla sin piedad; para quienes recurrieron a la masacre y no tuvieron la valentía de asumir lo que hicieron.
Yendo hacia atrás, llegan hasta el origen del hombre como ser humano, pero, no dicen que éste desciende del mono sino que el hombre es un mono degenerado. No utilizan este término vinculado a la perversión sino a que lo civilizado no fue de la mano con la evolución del ser, se retornó a los ancestros para querer creerse más que ellos, sin piedad.
Una vez que los años setenta se implantan en escena, comienzan a mencionarse diferentes personalidades como Rodolfo Walsh y su hija Victoria, ésta última montonera y, por esto, asesinada. Los nombres quedan en el aire para ser tomados por el público, para que cada uno de los presentes pueda sentirse tocado y partícipe de este país que se construye entre todos.
El pensamiento es fundamental para que los tatú carreta sigan existiendo, no se extingan y nadie tenga que violarle su espiritualidad. Es un bicho, como podrá decirse, pero somos como él hace tiempo.
Ficha artístico-técnica
Dramaturgia: Cristian Palacios.
Elenco: Mariana Ortíz Losada, Cristian Palacios, Fabio Prado, Fernando Santiago, Gastón Santos.
Puesta en escena: Guillermo Heras.
Dirección general: Guillermo Heras.
Mariela Verónica Gagliardi
Escrito
en agosto 15, 2018