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Esta es la primera obra escrita por Carlos Gorostiza que nos sitúa en el año 1947, época en que la clase alta estaba a punto de perder su categoría y la clase baja, intentaba organizarse para pelear por sus derechos como trabajadores.
En plena crisis socio-económica, «El puente», toca situaciones de la vida cotidiana, enfrentando a ricos y pobres, exacerbando y estereotipando lo más significativo de cada uno.
Casualmente, la construcción es una actividad que agrupa a ambas clases sociales, de diferente manera, permitiéndoles a unos trabajar y a otros dirigir.
Gorostiza fue un ilustre al tomar una realidad, llevándola al teatro y ejemplificando lo más relevante y digno de conocer.
Durante esa época los jóvenes tenían otras inquietudes. En “El puente”, notamos cómo un grupo de amigos juega a la pelota, tiene charlas sanas y se divierte, además, yendo a bailar a la milonga. A la vez que los ricos, debaten sobre cuestiones banales e intentan separarse cada vez más de la miseria económica.
Me pareció muy atractiva la manera de narrar esta historia, separándola en diversos actos que, justamente, describen escenas de los más desfavorecidos y, luego, otras de los más poderosos.
La división entre un acto y otro se logró oscureciendo la sala, hasta continuar iluminando lo que vendrá.
En cuanto a la escenografía de la clase alta, se constituye por una casa con muebles y objetos de época y, la clase baja, está mientras inmersa en una calle, de la que tenemos referencia gracias a la puerta de calle de dicha mansión.
Por otro lado, y siendo lo más significativo, toda la narración gira en torno a la construcción del puente y a dos personas que no vuelven de su rutina de trabajo.
Las conversaciones y diálogos son extractos del día a día, de ese entonces. A su vez, el vocabulario utilizado es, también, propio de los 50′ en que el respeto era otro pero la falta del mismo entonces era otra.
Refiriéndome a las interpretaciones, las vi muy sentidas y bien llevadas a cabo. Cada actor pudo diferenciarse de los demás gracias a la caracterización de cada personaje. Esto ayudó a que cada uno tuviera su espacio de intercambio y que desde el público podamos apreciarlo.
Considero que la pobreza siempre va a ser un factor que realzará la discriminación por parte de los que ya la utilizan como parte de su vida.
Un niño, desde su ingenuidad se sorprende, divierte y ocupa de lo que cree necesario. Un adulto, desde su retorcimiento, se deprime, aburre y preocupa. Estas notorias diferencias se pueden apreciar en grandes y chicos a lo largo de la obra.
Se suele decir y afirmar que de lo único que podemos estar seguros es que todos moriremos en algún momento.
Entonces, ¿qué diferencia tendrá un cadáver con otro? ¿Unas cenizas con las otras?
Nadie podrá sentir a flor de piel lo que le pase a otro hasta que no lo viva realmente.
En esta dramaturgia se da, perfectamente, la situación en que dos familias tendrán que atravesar lo mismo, a pesar de que intentarán hacer hasta lo imposible para distanciarse. Son excelentes los momentos en que se convergen los personajes, pudiendo entretejer el argumento a medida que avanza la historia.
Así como en un comienzo unos jóvenes charlan sobre temas de su edad, llega el momento en que sienten que deben entender al país, su debacle, la crisis y la desigualdad explicando lo que llega a sus oídos, conformándose ya como futuros adultos.
El dinero, por otro lado, es uno de los temas que predominan en la pieza teatral, puesto en casi todos los diálogos que se producen. Tal es así que en cierto momento uno de los actores confirma que el mismo «no es de nadie».
Pensándolo, por unos instantes, nos daremos cuenta que están en lo cierto. Solamente sirve para cambiar pero por productos o servicios aunque cuando escasea, ni siquiera tiene ese valor agregado.
No llega a las manos de quienes más lo merecen o necesitan, sino que se destina a enriquecer cada vez más a los que ya todo tienen.
Bajo este panorama, igualmente, los pobres no son seres resentidos ni vengativos, queriendo, simplemente, tener lo mínimo.
Este fragmento de la historia argentina detalla un panorama realista, desde un ángulo social. No faltará aquel que disienta con esta mirada y argumente lo contrario.
Siempre el dinero ha enfrentado a un bando con otro. Sin él no habría guerras ni discusiones ni luchas ni poder.
Es ilusorio pensar que sin billetes tendría sentido matar o morir.

Mariela Verónica Gagliardi
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Escrito
en enero 29, 2020