Danzas combinadas y sensibilidad extrema
El tango en todo su esplendor, de la ribera rioplatense, nuestro y de quien se lo quiera apropiar, de quien se sienta orgulloso de este estilo de música tan terrestre, melancólico y portador de tantas sensaciones únicas, al mismo tiempo. Nuestro tango le da la oportunidad, al Ballet contemporáneo del Teatro San Martin -a través de «Las cuatro estaciones porteñas»-, de mostrar otra vertiente de una de las danzas que más nos identifica como sociedad.
Si Vivaldi hizo posible que los bailarines protagonicen sus partituras, Astor Piazzola, también. La gran y notable diferencia es que Las cuatro estaciones de Vivaldi fueron escritas en conjunto, mientras las de Piazzolla, no. Si bien las últimas se tomaron su tiempo para salir a la luz en forma completa, el autor no solía tocar las cuatro canciones juntas, sino de manera separada.
Mauricio Wainrot (actual director del ballet), vuelve a estrenar dos pequeñas puestas en escena, las cuales nos remontan a diferentes países, momentos y siglos pero que tienen en común la violencia vigente de aquel entonces.
En plena dictadura militar, el gran compositor argentino, escribe esta música tan desgarradora, pegadiza e imposible de no recordar. Pero, Wainrot recién en el año 97 monta por primera vez la pieza teatral. Hoy, regresa a la cartelera porteña Estaciones porteñas y, durante media hora, se podrá ver cómo un grupo de bailarines logran crear escenas diferentes, grupales, de a pares, de hombres por un lado y mujeres por el otro; destacando a ciertas figuras por sobre las demás, esbozando sonrisas de alegría por semejante oportunidad.
En lo particular, considero a Piazzolla un músico bastante reiterativo, sin desmerecer sus melodías. Lo cierto es que al oír un fragmento de alguna de sus canciones y ese tradicional bandoneón, ya sabemos que se trata de él y si bien es algo positivo poder reconocer a un autor, también se tornan reincidentes los acordes conseguidos. Por ello, me parece muy valioso poder disfrutar de la combinación de su música con un ballet profesional, recopilando nuevas vibraciones en el cuerpo.
Al mencionar que Piazzolla es el anti-tango podría ganarme cientos de enemigos pero, la verdad es que quien disfrute de bailar en una milonga, no podrá hacerlo demasiado de sus canciones. Danzar tango y ver tango, en este caso no van de la mano.
Los 30 minutos son suficientes para comprender el camino recorrido por estos intérpretes que se esmeran en transmitir su alegría y movimientos. Me resulta difícil sentir que un ballet se mueve al compás del 2×4, aunque Ástor Piazzolla les calza perfecto para girar, moverse lentamente, parar, mirarse y enlazar lo clásico con lo contemporáneo.
Al finalizar esta primera parte del programa, comenzó una dramatización de teatro-danza titulada Anne Frank (la misma fue estrenada en 1982). Ya con solo observar el vestuario, la escenografía y música; logré emocionarme y angustiarme tanto, que disfruté completamente de la velada.
Una Ana Frank, tan virtuosa, delicada, única; reproduciendo una de las peores tragedias contra los judíos. Una niña que anotaba cada situación, mal momento y pequeña felicidad en su cuaderno. Ese cuaderno que se convirtió, con el paso del tiempo, en un documento histórico, tan valioso, sentimental y agradable a los ojos. Esos ojos que se llenan de sangre al comprender cada una de las persecuciones que sufrió una de las tantas familias, solo porque un insano, demente y perverso hombre así lo quiso.
En este caso, los 45 minutos transcurrieron tan rápido como sus vidas en esta tierra.
Cabe mencionar que esta obra se estrenó en 1984, ya recuperada la Democracia en Argentina el año anterior pero, aun padeciendo, los infortunios y muertes inocentes.
Me parece excelente la puesta en escena así como cada sonido reproducido para marcar una pisada militar, un bastonazo, un cuerpo muerto desvaneciéndose, el atosigamiento de los nazis y el poder impuesto, marchando en busca de más víctimas.
Sentí muy espontáneo cada cuadro de baile surgido en la historia, sin producir una imposición forzada entre una y otra disciplina.
Es, realmente, una combinación exquisita, la conseguida por Wainrot, dentro de la que puede verse a un elenco de gran nivel, actuando -sin exageraciones- la persecución nazi.
Siempre se trata de una ideología que intenta predominar por sobre otras, de fuerzas que abaten a otros humanos que no son iguales, de los más débiles mentales que aniquilan a los más fuertes en pensamiento.
Escrito
en septiembre 9, 2014