Distintas formas de extinguirse
En pie de Esperanza (escrita y dirigida por Leonel Dolara) es un poema a la vida. Una enseñanza amorosa que empieza desde algo tan simple como un vínculo inesperado y culmina con lo más increíble de la vida como lo es el compartir -desde el corazón-.
Lorena Szekely es quien lleva adelante el personaje protagónico de Esperanza, luciéndose como es habitual cada vez que sube a escena. Su experiencia y pasión por la actuación le permiten interpretar a una mujer anciana sin necesidad de caer en determinados artilugios ridículos. Hago hincapié en esto último porque resulta interesante cómo dolara elige a una actriz joven teniendo por delante el desafío de adquirir todo lo necesario para que desde las butacas sintamos que una señora de tercera edad está frente a nosotros.
Admirable su trabajo que se confabula exitosamente con el de su nueva pedicura, haciendo volar sus diálogos por esta casa en la que tanto se contiene y retiene.
Siempre el hogar de una persona grande aloja muchos sentimientos, aromas, fragancias y pasados sin resolver. Esta historia no escapa de eso sino que lo hace relucir como oro brillante.
Una molestia en un dedito del pie abre el portón (porque puerta quedaría muy diminuto) a un universo en el que estas dos mujeres se sienten reflejadas. Sí, como el famoso espejo en el que pueden mirarse, juzgarse y, en definitiva, terminar hablando de ellas mismas.
Hasta acá podrán creer que es una obra un tanto espiritual, profunda, sensible y no se equivocan. Esto y más. Mucho más. Porque En pie de Esperanza consigue indagar sobre esos amores ultrajados, soñados, perdidos, tapados con la alfombra; sobre la soledad y su padecimiento, sobre lo que se desea y no se tiene. Sobre la muerte y sus propósitos y un bagaje que llega directo al corazón como la flecha de Cupido. Esa flecha que lastima y agrada a la vez. Que nos sacude y permite llevar a la reflexión.
Otro de los grandes temas que se tocan en la obra es el del vínculo de madre e hija, aquél que parece ser en ellas y en la mayoría como conflictivo, insano, tóxico y recurrente. Una parece saber lo que necesita la otra pero, la otra, no permite que se le otorgue. Quizás por capricho u orgullo.
Y, como otro de los puntos importantes de la historia, surge un personaje imaginario que podría ser Esperanza misma reencarnada en otro ser, trasladándonos al presente y, por qué no, al futuro.
Un pie que sin salud no puede sostener la totalidad del cuerpo, con todo lo que eso implica. Que no logra tolerar la infinidad de sentires de esta mujer que transita la vida a su manera pero que encuentra constantes trabas de parte de su hija. Porque no siempre se piensa, en esta sociedad, qué es lo que necesita la persona adulta mayor sino que se pretende hacer lo que “corresponde”. Pero, ¿si Esperanza desea sumergirse en su enfermedad y perderse en la calle y esfumarse como vemos en las películas? ¿O acaso existe un modo de hacer las cosas? ¿Se respeta lo que desea el otro? ¿Qué lugar ocupa la culpa en este comedia dramática? ¿Cuándo va a ser el día en que se respete la decisión ajena por más que estemos en contra por miedo?
Esperanza lucha contra sus propios fantasmas, aquellos que su mente crea por diferentes motivos. Ella, necesita ser y no permanecer.
Cuando las energías estén en la misma sintonía, lo inesperado ocurrirá y todo pesar ya no tendrá sentido de ser llevado a la mesa. Esa mesa con mantel que aguantó tanto o más que el pie en cuestión.
La hermosa señora pudo andar a pesar del dolor (externo e interno), del cansancio, del qué dirán y de su total convencimiento sobre los personajes televisivos. La compañía no da igual y su ausencia tampoco. Por eso, el mensaje de esta pieza artística es enorme y cada quien podrá llevarse una parte consigo o la totalidad (aquella que su apertura de alma le permita abrazar).
Dramaturgia y Dirección: Leonel Dolara Actúan: Rosella Bosco, Gabriela Del Mar, Stella Minardi y Lorena Szekely Funciones: Viernes, 20 hs Teatro Andamio 90 (Paraná 660 - CABA)
Escrito
en octubre 4, 2019