*** SEPTIEMBRE 2025 ***

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La vida se va

Tiempos relativos

Como el agua que se escurre entre los dedos o aquello imposible de definir, de algún modo certero -que escape a la física o ponga de protagonista a quien se estime-.

¿Qué es el tiempo?

Cada quien podrá precisarlo como más cómodo o afín le quede, sin importar la definición prolija, enciclopédica, aquella escrita por eruditos o por quienes se desesperan en el correr de las horas sin que nada trascendental ocurra.

De una u otra manera, Ricky Pashkus es quien se encarga de recrear un ambiente en que los seres humanos y divinidades se vinculan de diferentes formas.

Tiempos relativos es el nombre de esta comedia musical, que tiene como protagonista a Pepe Cibrián y que utiliza la palabra como unión y como canal de comunicación para conseguir el bien.

En este ambiente romano, que tiene un sauna como escenografía, sumerge a distintos tipos de personas en el agua –purificando sus esencias e implantando la sabiduría para tal propósito-.

Darío Barassi es el hilo conductor en esta noble historia y cada una de sus intervenciones harán reír al público, permitiendo tener la esperanza de que existe un mañana.

El vestuario, tanto de los actores como de los tres músicos que integran la dramaturgia, es de color blanco -lo cual no condiciona sus personalidades-.

Pepe Cibrián, a su vez, es Dios. Una divinidad que no juzga, que hablar pausadamente, que instruye, enseña y tiene la paciencia necesaria para ser “superior”.

“El sonido de la música”, menciona en un momento, refiriéndose a las melodías y a los tiempos. Y continúa adentrándose en la temática: “Dura más la llovizna continua (…) Me hice débil para ser eterno”.

Cada uno de los personajes tiene su particularidad y brillantez, pero existen algunos que sobresalen más por el rol que les toca interpretar: la novia virgen, la académica y el bufón son quienes hacen descostillar de la risa y emoción con su carisma. Y allá, en el fondo, con un vestuario diferente al resto está él: Dennis Smith. Un artista que con solo pisar el escenario lo hace vibrar, que con su humildad transmite pasión por el teatro y que encarna su personaje deleitosamente -a  quien le cuestiona si tiene un sentido de ser-.

Estos artistas son los que más interactúan con Cibrián y, por ende, le otorgan a la puesta en escena una calidez y templanza inigualables.

Así es como el humor, el romanticismo y el erotismo consiguen inmiscuirse por todo rincón que deseen explorar.

Nos hizo falta tiempo, mucho tiempo por vivir, evocan en una frase correspondiente a la canción “Nos hizo falta tiempo” (Armando Manzanero). Y el aire en la sala del Picadilly se transforma, se repara, se pacifica por completo.

La introspección es el mecanismo que más utiliza Dios para evaluar si, luego, lo que plantea puede llegar o no a ser coherente.

“A lo mejor soy la eternidad misma”, dice. Y la canción “Cambia, todo cambia” (Mercedes Sosa) cautiva a todos los espectadores, sin por ello vincularla a ideologías políticas destructivas. Se trata de otra cosa.

Cabe aclarar y resaltar que todas las canciones escogidas narran por sí solas una historia paralela y que ésta y la convencional se retroalimentan en una misma. Dichos temas son casi todos en castellano y aquellos que no, tuvieron a Marcelo Kothlian para adaptarlos, deleitosamente. Sumado al equipo músical, el talentoso de Damián Mahler se encargó de hacer sonar cada partitura. De ese modo, el universo melódico creado es bien nuestro, próximo, cercano y suspicaz.

Luego, Cibrián prosigue con el significado de adulación. Lo explora, lo cuestiona y hace su propia adaptación: “El que no acepte que lo adulen, será eterno”. Como si se tratara de aquellas profundidades infinitas, cada palabra se encauza en otra, se une, se separa, se complementa… como la humanidad.

A la vez que la mujer académica cita a Nietzsche, afirmando que “El ignorante perecerá”; el grupo continúa fusionándose, descubriéndose y asumiendo las diferencias que distinguen a un individuo de otro.

Rock, folklore, boleros y ópera que se adaptan a nuestro país, a una patria interrogada, descreída, obsoleta y plástica.

El salvajismo de un bebé, el grotesco entremezclado con diversos estilos como la parodia, ilustran a este fenómeno del tiempo, a lo que no es y, sin embargo, podría ser.

La madre, aquella mujer sabia, menciona: “El reloj no se detiene ni un instante”.

¿Hay futuro?

Mientras existan voces cautivantes y profundas como las de Deborah Turza, Dennis Smith e Ignacio Mintz; sí.

Mientras la unión no destruya y la belleza no sea solo física, sí hay futuro. Un futuro colmado de placeres, no solo eróticos y promiscuos.

Mariela Verónica Gagliardi

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Las cosas por su nombre 

pimiento verdi

La ópera alemana se siente fuerte, sus vibraciones tenaces propias de un régimen político duro y con expresiones rígidas dignas de recibir comentarios burlescos en el mundo teatral… como en la presente obra titulada El pimiento Verdi (escrita y dirigida por Walter Boadella).

Un restaurante tradicional y donde se come muy bien es el escenario en que se desarrolla cada una de las acciones de esta excelente puesta en escena. Como si fueran rivales en un punto: la ópera italiana se enfrenta a la ópera alemana y habrá mucha repercusión entre los clientes que se disputarán el homenaje a quien se lo merezca en verdad.

Entre cantos, palabras y aromas descriptos, un gran elenco interpretará diferentes fragmentos de escenas pertenecientes a ambos compositores prestigiosos.

En cuanto comience la historia, un matrimonio tirará la primera piedra diciendo que Verdi está un poco rancio. Entonces comenzará a sonar La Traviata (en los dedos mágicos de Damián Mahler) y será el principio de un sinfín de melodías que nos deleitarán durante toda la dramaturgia. Luego le tocará el turno a Tristán e Isolda (Wagner) y, de ahí en más, Nacho Gadano será quien evoque, cante y  disponga el curso de la pieza teatral –uniendo y dándole forma a El pimiento Verdi-.

Clases sociales que chocan, gustos musicales que irrumpen y comidas que desfilan por doquier. Personas que defienden sus ideales y que los depositan en músicos creyendo ser ellos, confundiéndose y montando escenas súper atractivas, entretenidas e instructivas para cualquier amante de la comedia musical y para quien desea un acercamiento a dicho universo.

La marcha nupcial suena, Rigoletto se acerca, los intentos por cantar en alemán sin escupir fracasan y el proyecto de convertir en parodia este musical llega a conmover con tanto talento unido.

Brunilda averigua de qué ópera es un argumento, el relato de un partido de fútbol se recrea originalmente y entre melodías. El personaje que interpreta Nacho se refiere a lo que un amigo suyo decía acerca de Wagner: tiene «instantes geniales y cuartos de hora insoportables». Y es cierto que sus óperas siempre tuvieron argumentos muy largos y referidos a contextos políticos, motivo por el cual no reciben admiración de un público masivo como sí ocurre con la italiana y de otros países europeos.

La teatralización de diferentes escenas de óperas se van intercalando entre sí hasta llegar a su punto de cuestionamiento inicial. Después de debatir durante horas sobre Pársifal, Aída y Othelo -entre algunas de las aparecidas en las tablas- los comensales se dan una tregua y el show continúa deleitosamente.

El pimiento es como ese gustito fuerte que le hace falta a la vida, para que sea más placentera y mengue un poco la disputa. En definitiva no existe una única verdad sino varias y lo interesante es ver cómo, humorísticamente, confluyen todas juntas y sin que predomine el horror. En definitiva, el arte es capaz de abarcar todas las incoherencias y rivalidades para hacerlas sonar armoniosamente. «Los artistas son unos farsantes pero el arte es de verdad» – se menciona en un momento de la obra.

Voces impresionantes cautivan a los dos públicos: el que está arriba del escenario como figurante y el que está abajo (nosotros).

El pimiento Verdi es una brillante puesta en escena, una comedia musical para infartarse de la risa, sin descanso, donde la iluminación con tonalidades en verde azul y roja se fusionan para recrear diferentes años, situaciones; demostrando que todo entra por los ojos (como la comida con sus aromas) y que las melodías son capaces de apoderarse de quien se abra a escucharlas.

Picante y jugosa, se pasea entre los delantales de los mozos y de todo aquel que se atreva a ingresar a este restaurante poco convencional para hacer valer sus ideas de una u otra manera. Ganará quien tenga que ganar como en todo juego. Lo importante es competir y que Italia siga saboreando paladares y oídos.

Dramaturgia: Albert Boadella. Elenco: Nacho Gadano, Mirta Arrúa Lichi, Santiago Sirur, Carolina Gómez, Nacho Mintz, Víctor Hugo Díaz, Damián Mahler (pianista), Miguel Drappo y Flor Benítez. Adjuntos de dirección: Martina Cabanas y Borja Mariño. Iluminación: Bernat Jansà. Vestuario: Isabel López. Diseño de reposición de vestuario: Aníbal Duarte. Escenografía: Josune Cañas. Dirección: Albert Boadella. Las funciones son de miércoles a domingos a las 20:30 hs. Teatro San Martín (Sala Martín Coronado).

Mariela Verónica Gagliardi