*** ABRIL 2024 ***

Candombe48

Una tarde de sonidos africanos, traídos a Azul, con músicos de diferentes lugares que fueron expandiendo su música y baile a lo largo de varias calles del centro. Esta actividad cargada de entusiasmo y amor estuvo organizada por Orún Aiye -una comparsa compuesta exclusivamente por mujeres de Azul-.

Acompañaron a estas talentosas los grupos: Kilumbo-aña (Tandil), Tambores del Callvú (Azul), Ashanti (Olavarría), Cuna de tamborileros (Bahía Blanca) y Umira Candombe (Bahía Blanca).

Si bien los días de primavera se hicieron desear, finalmente, aquí están. Rodeándonos de arte, de magia, de colores que caracterizan a una u otra comparsa, a banderas que flamean por la libertad y la inclusión, de niños y adultos que pisan fuerte en el asfalto y sonríen entre ellos miradas complacientes. Miradas que luego se esparcen hacia el público donde estamos absortos solo disfrutando de una maravillosa tarde de sol.

Caminamos todos como una procesión pero de fanatismo cultural, de percusión, de sonidos cargados de templanza, de precisión, de manos que se combinan para lograr melodías tradicionales y otras inventadas. De tacos femeninos que desfilan como si estuvieran en un verano deseado, de hombres que admiran, dirigen y se pasan la batuta con mujeres. De un sentimiento compartido que se renueva en cada número y continúa hacia la costanera.

Una vez que todo termina, los gritos de felicidad se escuchan, nuestros aplausos acompañan y el sol se mantiene brillante en el cielo.

Peteco y Anabella

Cuando pasan unas pocas horas, el show de Peteco Carabajal y Anabella Zoch comienza. Se hace esperar y desear, hasta que el telón de terciopelo bordó se despliega para dar pie a un recital bien nuestro, con tanta historia que viene bien de abajo, de unas raíces que cada vez se vuelven más profundas para recorrernos de principio a fin.

Estos dos músicos fueron acompañados por: Jorge Giuliano, Lucas Omer, Homero Carabajal, Silvana Albano, Martina Ulrich Cárpena Carabajal y una invitada especial que llegó al terminar la noche.

Como homenaje a Carabajal y a su música tan profunda y conmovedora opté por realizar un recorrido literario que conforme un mural integrado por pequeñas piezas (fragmentos de canciones). Todos ya conocen sus nombres, sus melodías, sus chacareras, escondidos, zambas y demás estilos.

Es así como su arte unido a una pluma conforman lo siguiente:

Qué sucederá en la hora crucial, que me hace sentir. Como Un tren que dice adiós.

Todo puede cambiar. Caminando hacia el sol, con los rostros en paz.

Los viajeros de la vida como estrellas fugaces. Como sueño de mi vida. Así es la luz de mirar.

Arde la vida a cada ser viviente una utopía.

Pareciera conformarse por sí solo un poema, escogiéndose algunos versos que impresionen más que otros, por gustos meramente personales. Como una elección caprichosa de mi parte para esbozar un parecer brillante como lo fue realmente en el Teatro Español.

Homero Carabajal, su hijo, ilustró con la percusión y su voz al igual que el resto de los artistas en escena.

Se trató de un recital que tuvo el motivo de presentar el disco de Anabella Zoch en homenaje a Carabajal y su trayectoria. De paso, nosotros disfrutamos de sus cantares, provistos de un recorrido único y audaz.

Peteco es un músico brillante, lleno de belleza, de amor por el arte, de sensibilidad a flor de piel, de humildad, de conexión al instante con el público, de placer por la palabra y amor a la vida. Él desde que ingresa al escenario en compañía de sus músicos, hasta cuando queda solo con su guitarra, violín y demás instrumentos, es él. Un ser impresionante que da fe y esperanza, que tiene una mirada de quietud que transmite calma, que otorga esas ganas por incursionar en la música sin siquiera saber lo que es una escala o un pentagrama.

No es ninguna novedad lo que describo pero sí la precisión de un show que quisimos que dure mil horas para seguir disfrutando cada vez más.

Entre anécdotas y frases, tanto Peteco como Anabella diagramaron una velada digna de ser destacada. A su vez, ella como una luz que brilla, con una sonrisa pintada y la felicidad que irradia, contagió su pasión también por el folklore argentino.

Horno de barro, pan de esperanza…

Crepúsculo de domingo. Rayito de luna..

Nadie se animó a danzar pero todos, absolutamente todos nos movimos en nuestras butacas con ganas de que alguien sea el precursor. Por timidez, seguramente, ninguno rompió el hielo. Una verdadera peña se podría haber armado y los asientos volar por los aires en busca de más espacio. Como la casa de los padres de Peteco, allá en Santiago del Estero que es tan grande que él mismo la considera un sitio para danzar chacareras y demás bailes.

Otro de los lujos que tuvo la noche fue el estreno de la canción Alas del sol, un tema dedicado a una mujer de La Boca que hace gorritos con los colores del cuadro de fútbol y los vende. Esta zamba fue realmente conmovedora y también un llamado al amor y al recorrido elegido en la canción de Espejo de amor (título que da nombre al álbum).

Tengo un espejo que me desnuda la soledad (con autoría de Homero Carabajal) y no quiero partir sin felicidad, al despertar (Mercedes Sosa).

Dónde estará la estrella, ya no podré con mi dolor. No quiero que el dolor se adueñe de tu mirada. Yo te ahuyentaré el dolor cantando la chacarera.

Voy de a poco por la vida sintiendo el amor. No quisiera despertarme de este sueño enamorado.

Conciencia de luz, cuerpo de vino y pan, es la canción que apela a una conexión con el ser y religión como un camino hacia la paz y unión.

Una lágrima he guardado, una gota de esperanza y esta es la frase que resume la sintonía del recital, esa necesidad que cada vez sentimos más los humanos por querer frenar la violencia, por conectarnos más entre nosotros y seguir andando entre paisajes bellísimos en los que anclar cuando lo precisemos.

Mariela Verónica Gagliardi

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