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La talentosa directora Tatiana Santana, fue contratada para hacerse cargo de la dramaturgia de Bertolt Brecht, llamada Die Dreigroschenoper -conocida como La ópera de los tres centavos o La ópera de dos centavos, entre algunos de los títulos más famosos- (con música de Kurt Weill); que conforma el trabajo final de residencia de los estudiantes de teatro de la Escuela Municipal de Formación Actoral Pedro Escudero (Morón – Gran Bs.As).
Esta propuesta es muy interesante, con un guión tan actual, a pesar de haber sido escrito antes de 1930 en Alemania. Su contemporaneidad, eriza la piel y da escalofríos.
Un argumento centrado en la economía de ese entonces y de ahora. El capitalismo enfrentando al comunismo, desde una mirada marxista que muestra al mendigo como delincuente y a los ladrones de pequeñeces como responsables principales de todo lo malo que sucede.
Llama poderosamente la atención cuando al inicio de la obra uno de los personajes dice que solo un mendigo pagaría para verla. Y, cuanta razón tiene con esa introducción ya que es difícil que los verdaderos responsables pueda asumir sus culpas y quitarse los guantes blancos para demostrar su delincuencia.
Los estereotipos se van confinando cada vez más y, es increíble lo innovador que resulta John Gay al escribir “The beggar’s opera” -La ópera del mendigo o La ópera del vagabundo- (con música de Johann Christoph Pepush), pieza artística sobre la que se basó Brecht para hacer una remake más moderna y conflictiva.
Polly Peachum, hija del comerciante de los mendigos; comienza una relación con un rufián que, al fin de cuentas, no es tan malo como parece.
Navaja es un delincuente que está metido en negocios turbios y su entorno es, básicamente, de alcohólicos, reos y ladrones.
Pero, cuando todo parece marchar “entre rieles”, Jenny, una prostituta -ex amante del Capitán-, con su cara de inocente y enamorada le tiende una redada al hombre.
Por un lado, puede notarse cómo los uniformados son resaltados, irónicamente, como los prolijos, poseedores del poder y portadores de la última palabra. A la vez que, del otro bando, se encuentran los mendigos, pidiendo una mísera moneda, vestidos con ropas que ni siquieran son de sus tallas.
El comisario Brown y el policía Smith, son dos personas que no solo abusan de su puesto de seguridad sino que maltratan a todos los que no son como ellos. Lucy, hija de Brown, también jugará con esto, utilizando la manipulación en mayor medida.
No puede entenderse cómo entre prostitutas y niña bien se lo disputan al Capitán. Es cierto que tiene carisma pero su principal aliada es la mentira, permiténdose ver a cuanta mujer quiera, inclusive estando tras las rejas.
Para la época en que Gay escribió este texto, las óperas solían tener cinco actos, mostrándose él como rebelde, haciendo que tan solo tres actos fueran suficientes para narrar lo más trascendente. Valiendo y apoyándose en el teatro italiano, John Gay, utiliza lo grotesco y la satirización para emitir los mensajes más crudos y reales que pretendía evocar.
La sátira es el género literario más recurrente durante la historia y, puede notarse, cómo Polly -prometida de Mackie- habla con un tono muy similar al de un dibujo animado, mostrándose superada, enamorada de su hombre del que ignora todo. Ella cree en cada una de sus promesas sin tomarse siquiera un momento para darse cuenta que está siendo ferozmente engañada.
No es el propósito de la obra -de ninguno de los dos autores- juzgar la inocencia femenina sino plantear la desigualdad presente en las clases sociales más notorias, dentro de las que siempre se estereotipó como moneda corriente que poco vale. Por eso, el título de Gay y, luego el de Brecht. Este último mantuvo casi fielmente el guión de su creador.
Durante esta versión adaptada de Tatiana Santana, lógicamente, no estuvieron presentes los caballos ni cierta escenografía inglesa o alemana. Bastó con un espacio que tenía a un lado al pianista y pocos elementos para contextualizar las escenas. El foco estuvo puesto, durante toda la historia, en las interpretaciones; debiendo los actores lucirse sin tener la opción de apoyarse en recursos secundarios.
En la obra de Gay, se respeta el canto lírico como pieza fundamental de la ópera. Mientras que en la versión de Brecht, el jazz se apodera de todo estilo anterior. Por último, en la puesta en escena de Santana directamente se quita lo lírico y todo vestuario y representación aristocrática, para narrar las vicisitudes de los más desposeídos, quienes se ponen encima lo que tienen sin poder escoger colores o texturas. El jazz es el que predomina a lo largo de los actos y todas las canciones son interpretadas en castellano.
Resulta toltamente gratificante saber que las prostitutas -representando otro de los lugares más relegados, siempre- en esta oportunidad, tienen la última palabra y la oportunidad de vengarse de este mal bicho que termina corriendo mejor suerte de la esperada.
Ni siquiera merece morir. Se lo deja suelto, resumiendo que un reo más en libertad…
Las voces suenan al unísono diciendo: “que el que vive sin problemas, venga a vernos, padecer”.
“El mundo no va a ser más inmoral si un reo se escapa del montón”.

Mariela Verónica Gagliardi
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Escrito
en mayo 5, 2021