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Mariano Montes es un artista que merece -por su dimensión- estar en el espacio que elija, mostrando lo que mejor sabe hacer: cantar tangos. Esas melodías de tiempos remotos que, gracias a intérpretes como él, se pueden mantener vivas.
A su espectáculo Tango Dosis -en esta oportunidad- le agregó un plus: canciones de Charly García y Fito Páez.
Realmente fue una grata sorpresa, y muy bien recibida por el público tan diverso.
La sala, casi toda completa, vibró cada tema, cada coreografía bailada por la Compañía Dni Tango, cada video proyectado y cada palabra dicha por nuestro artista.

Da orgullo afirmar que Montes es tan nuestro como el tango. El abanico de canciones que componen Tango Dosis ya es conocido, aunque sus recitales son todos diferentes. Los ingredientes que se modifican son los aportados por los espectadores. Un show sin personas sería estático, amorfo, sin espíritu.
Pero él tiene la oportunidad de contar con seguidores fieles que intentan mantener en sus vidas a este género musical -el cual debería ser parte de las raíces de todos los argentinos.
Las letras ya de por sí mencionan las vivencias en los suburbios de las clases populares, solo que en la edad contemporánea eso se deja de lado
para incluir al resto de las clases -quienes en muchos casos desconocen la historia y surgimiento de tan bellas melodías-.
Historias de amor, tragedias, añoranzas, recuerdos, tristezas, dolores, esperanzas, enamoramientos, romances, despertares, revoluciones y todos aquellos sentimientos que una persona se anime a contar, están presentes en las letras interpretadas en el escenario. Un conjunto de situaciones -a veces contradictorias y otras gratas-, como el mismo humano.
Entre los temas tocados durante la noche, escuchamos: “Cuando tallan los recuerdos” (Enrique Cadícamo – Rafael Rossi, 1943), “La canción de Buenos Aires” (Manuel Romero – Orestes Cúfaro y Azucena Maizani, 1933), “El último café” (Cátulo Castillo – Héctor Stamponi, 1963), “Íntimas” (Ricardo Luis Brignolo – Alfonso Lacueva, 1926), “Alma de loca” (Jacinto Font – Guillermo Cavazza, 1927), “Tinta roja” (Cátulo Castillo – Sebastián Piana, 1941), “Perfume de mujer” (Armando Tagini – Juan José Guichandut, 1927), “Lejana tierra mía” (Alfredo Le Pera – Carlos Gardel, 1932), “Berretín” (Enrique Cadícamo – Pedro Laurenz, 1928), “Bien criolla y bien porteña” (Homero Expósito – Armando Pontier, 1945),
“Habláme de tu risa Buenos Aires” (Norberto Aroldi – Lucio Demare, 1974), “Cadáver exquisito” (Fito Páez, 1996), “Mi loco bandoneón” (Horacio Ferrer – Astor Piazzolla, 1981), “Bien de abajo” (Héctor Negro – Arturo Penón, 1967), “No soy un extraño” (Charly García, 1983), “Cerca de la revolución” (Charly García, 1984), “Rezo por vos” (Charly García, 1985) y “Ciudad de pobres corazones” (Fito Páez, 1996).
De este modo, el abanico de canciones fue realmente variado y podríamos preguntarle a los rockeros y estarían dispuestos a sumarse a los recitales de Montes, los cuales parecieran abrirse un poco más al público.
Melodías tangueras y rockeras, adaptadas al estilo de Mariano Montes, con su voz firme y conmovedora. Video clips, acompañando a las letras y melodías, y divirtiendo más a sus seguidores. Una noche única, como siempre resulta.
En una hora disfrutamos, aplaudimos, cantamos junto a él, pedimos más y más; hasta que los telones se cerraron hasta la próxima velada.
Mariela Verónica Gagliardi
Escrito
en agosto 21, 2019