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Es difícil no poner expectativas en una obra y no sentirnos “defraudados”, así como es complicado ir neutros a un teatro y dejarnos sorprender por la propuesta.
Paula Ransenberg es la actriz que escribe “Para mí sos hermosa”, un unipersonal actuado por ella misma, donde puede lucirse a la perfección. Cautiva con su sensibilidad, con su mirada y profundidad. El talento la abraza como una estrella fugaz, en su totalidad.
Aquí debería terminar la nota ya que es tanto lo que hace y deja en el escenario que me dejó atónita. Solo mis sentidos pueden expresarse, mis ojos llorar, mi corazón latir, mis manos aplaudir. Esta obra es uno de esos tesoros que hay que envolver y resguardar para siempre.
Repito que es difícil no poner expectativas en una pieza teatral que queremos ver hace mucho. Como una sonrisa que se pinta en mi rostro, ingreso a la sala y me siento en primera fila. No quiero tener cabezas que me tapen ni siquiera un zapato de la actriz.
De chica adoraba todo lo relacionado con los circos, el ilusionismo, los trucos pero, sobre todo, a Tusam y aquella adrenalina que provocaba al sumergirse atado de tal forma que arriesgaba su vida por un sueño.
La escenografía y vestuarios -diseñados por Alejandro Mateo- conforman gran parte de la historia, ya que sin ellos no sería lo mismo narrar cada momento tan bien contextualizado. Harry Varsky dice en la estructura principal. Pero, quién es este hombre? Mejor dicho, quien fue? Un judío, de origen húngaro, que se dedicaba al ilusionismo. Cuando muere, muchas mujeres aparecen para rememorarlo de una forma tan atractiva como original, que nos hacen sentir bien y no en un velorio.
Paula es tan dúctil y versátil que logra interpretar a diferentes personajes, con distintos estilos, durante toda la dramaturgia. Perdería interés la obra si me detuviera a detallar a cada uno de ellos, que desde ya, son excelentes, opuestos entre sí y con una magia increíble.
¿De qué se trata «Para mí sos hermosa»? Difícil es la respuesta ya que no es algo conciso ni tajante.
¿Dónde radica la belleza de una mujer más allá de los parámetros visuales, implantados por una sociedad? ¿Una figura estética es la única posible y permitida para contemplar?
La autora e intérprete demuestra que no. Que para ser linda hay que tener un ángel adentro y poder plasmarlo con bonitas palabras y actos. Desde su personaje más feo hasta el más lindo -según podría opinar el común de la gente-, nos permiten ingresar en un lenguaje donde priman los códigos sensibles, inteligentes e íntimos.
Mientras el gran despliegue continúa, como un acordeón, sus ojos se iluminan de pasión. Y sí, sería imposible montar un espectáculo de estas características sin su amor que se proyecta en cada uno de sus pasos, palabras y melodías.
Estamos muy acostumbrados a titular, describir, valorizar y depreciar, según lo que aprendimos durante la vida. Es momento de poner un freno y dejarnos conmover por algo. Aunque sea por una hora, de abrirnos y dejar que cada acontecimiento de la historia nos invada como un abrazo gigante.
La discriminación es uno de los puntos destacados en esta dramaturgia. Se puede visualizar durante los sketchs de dos siamesas, o una, según pueda interpretarse. Ellas formaban parte de un número en el circo y como si se tratara de dos personas, cada mitad expresará su parecer sobre Harry, así como por la vida misma. Estos polos opuestos, discutirán como enemigos, poniendo en evidencia que un mismo ser siempre tiene luchas internas.
Este personaje es el que considero más completo -sin menospreciar a los demás- que provoca risas, diversos sentimientos y pareceres muy agradables durante la función.
Todas las viudas o amantes o vinculadas sentimentalmente con el difunto, son hermosas y muestran sensualidad. Ellas aprovechan sus minutos de fama para actuarle a alguien inexistente. Se descargan, lloran, recuerdan y caen en el punto de que la parca no se llevó a un ser tan divino como creían. A partir de su despedida, cambian para siempre, animándose a ser mujeres con poderes.
“Para mí sos hermosa”, para otro será fea u espantosa. Lo que para uno será sensual, para el otro no lo será. Lo divino de cada humano sería que pueda expresarse sin contaminar con palabras hirientes a una mujer. En definitiva, uno le da valor a las palabras y nadie puede elegir tener un determinado color de ojos, pelo, color de piel, estatura… claro que algunas cambian para gustar y agradar, ¿pero a quién? ¿A quiénes? ¿A seres que estereotipan, destrozan e intentan modificar lo natural?
La belleza no tiene precio sino sabiduría.

Mariela Verónica Gagliardi
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Escrito
en febrero 1, 2019