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Dínamo (escrita y por Claudio Tolcachir, Melisa Hermida y Lautaro Perotti) es una obra de teatro en la que lo relevante no es el discurso sino la intencionalidad y actitud. Donde la acción vale más que la palabra y el pesado pesa más que el presente pero no que el futuro.
Sin haber leído absolutamente ninguna reseña sobre la dramaturgia y teniendo solo el conocimiento de la foto promocional que grafica una casa rodante; dejé que el factor sorpresa realmente cumpla con su magia. Así fue, así quise que sea y lo cierto es que tres mujeres que describen generaciones distintas y mundos opuestos, pueden plasmar cuan importante se vuelve la vida en materia de solidaridad.
Dínamo evoca sensaciones, nostalgias, olvidos, penas, corazones rotos y un aire pesado que consigue tomar un rumbo más fresco.
Al comenzar la historia se vino a mi mente la película Little Miss Sunshine (de Jonathan Dayton y Valerie Faris) en que una familia atraviesa momentos y situaciones lindas, conflictivas, angustiantes y cotidianas viajando en un motorhome. Si bien existen muchas diferencias entre la obra y el film, el lugar en que transcurren las acciones permite que los personajes deban afrontar todo de una u otra manera. La convivencia hace que los roces afloren aún más, que el conocimiento sea más real y que la vida sea vista de otro modo. Una casa rodante que sigue un recorrido y, en este caso, una casa rodante que está anclada en un sitio del que no se conocen sus alrededores.
La muerte está presente en ambas historias pero de distinta manera, para que los presentes puedan tomar conciencia de quiénes son, qué pretenden y a dónde van en verdad.
Comunicarse hablando el mismo idioma aunque sin entenderse por no querer esforzarse en lo más mínimo por ponerse en el lugar del otro. Cuántos vínculos se rompen por no hablar a tiempo o por no comunicar realmente lo que se siente y pretende.
En la presente pieza artística lo más conmovedor es que existe una convergencia de lenguas en que el sentido cobra un valor imprescindible y la gesticulización resulta ser el hilo conductor entre estas tres mujeres que tan poco tienen en común y, sin embargo, pueden comprender que pueden identificarse a través de la soledad y la falta de propósitos.
Marta Lubos, Daniela Pal y Paula Ransenberg -junto al músico guitarrista Joaquín Segade-; transitan unos días inolvidables. Podrían ser meses o años pero, al menos nosotros como espectadores, vemos que las jornadas empiezan y terminan como un cuento real y palpable.
Lo que una necesita a la otra le sobra, lo que una no comprende a la otra se le hace sencillo, lo que una no acepta la otra lo asimila a la perfección. Una le sirve de inspiración a la otra y este engranaje podría poner en marcha el vehículo a través de una canción rockera o una transmisión por internet.
Según el diccionario de la Real Academia Española, el término dínamo se refiere a una máquina destinada a transformar la energía mecánica en energía eléctrica, por inducción electromagnética, debida a la rotación de cuerpos conductores en un cuerpo magnético.
Una tía muy particular, que fue una pop star y pretende no olvidar su esencia, recibe a una sobrina también atípica que tiene unos cuantos problemas pasados por resolver. A su vez, una mujer de otro continente y que habla otro idioma incomprensible para ellas, se integra a su modo. Como si se tratara de una hoguera en la que deben ser quemados los conflictos no resueltos, ellas los encienden cada vez más, los reviven y en un momento deben decidir si avanzar hacia un futuro diferente y más agradable o regocijarse en el dolor y la pérdida.
El guitarrista toca melodías sinsentido hasta hallar aquella que contextualizará la trama de Dínamo. De un ruido, consigue componer la banda sonora para estas mujeres sufridas aunque no entregadas al abismo. Realmente la fusión entre música e historia le da un plus a la obra al igual que la adrenalina representada en los cuerpos que se mueven al compás de los sonidos. No existe coreografía en sentido de baile pero sí una performance como la interpretada por Ransenberg en el vehículo, a través del mobiliario y mientras juega a aparecer por donde se le antoje para no ser percibida.
La alucinación se torna realidad y lo no tenido en cuenta, propósito. ¿Ver vivos a los muertos o confundir la vida con la muerte?
Una de ellas precisa saber la verdad de lo ocurrido cuando era niña. La no certeza de un hecho no le permite ser ni respirar su propio aire. Su nueva familia encontrada, le dirá algo determinado y -sin importar su veracidad- ella se siente plena. Otra de ellas añorará lo que no pudo tener y la otra vivirá como adolescente en medio del caos y la incertidumbre.
La tía se pregunta: «¿Y ahora qué? ¿Estoy, no estoy?« Parece no ser tan trascendente su cuestionamiento. Al fin de cuentas importa más qué quieren que sus cuestionamientos filosóficos.
Nutrirse del grupo que formar de casualidad o tal vez con la causa de sentirse parte de un mundo que las dejó al margen.
Dramaturgia y dirección: Claudio Tolcachir, Melisa Hermida y Lautaro Perotti. Elenco: Marta Lubos, Daniela Pal y Paula Ransenberg. Guitarrista: Joaquín Segade. Teatro Timbre 4. Funciones: viernes y sábados 21 y 23 hs.Fotografía crédito: Sebastián Arpesella.
Mariela Verónica Gagliardi
Escrito
en enero 20, 2019