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Muerte, dolor, pasión, amor, odio, talento, temor, maldad, dulzura… si esto no es un drama… el drama no existe.
Al llegar al Teatro El Cubo, me acomodé en la butaca que me correspondía, pero decidí preguntar si podía presenciar la función desde la primera fila. Menos mal que me dijeron que sí y menos mal que se me ocurrió preguntar.
Estar ahí, tan cerca del escenario me transportó a una novela –bien hecha- de la televisión. “Las relaciones peligrosas”, cuando comienza su relato, no se sabe a ciencia cierta, por qué camino nos va a conducir. Es pura intriga y eso es lo que atrapa al espectador.
Esta obra de teatro y musical, basada en una novela homónima de Pierre Choderlos De Laclos, nos demuestra cómo es posible hacer teatro de verdad, con todos los condimentos necesarios para lograr un éxito y, las ganas de recomendar y volver, cuando sea jueves, a la sala.

La historia, ambientada en Francia, durante el Siglo XVIII, nos presenta a Romina Groppo (Isabelle de Merteuil) y a Christian Alladio (Sebastian de Valmont), quienes deciden hacer una apuesta malévola y perversa: Sebastian de Valmont tendrá que seducir a Gabriela Bevacqua (Marie de Tourvel) –engañando ella a su marido- y a cambio de esto, Isabelle de Merteuil, deberá acceder a los caprichos carnales de Valmont.
Este trato, celebrado de palabra, sin papel mediante y con la oscuridad, transmite miedo y desconcierto.
Marie de Tourvel es una mujer fiel, buena y decente. Al menos trata de aparentarlo. Por otro lado, Isabelle de Merteuil vendría a ser la malvada de la historia, manipulando a la gente a su antojo, sin piedad ni escarmiento.
No podía faltar una dulce adolescente de 15 años, Ayelén Varela (Cecil Volanges), enamorada de su profesor de piano, Carlos Pérez Banega (Raphael Danceny). Pero, a pesar de que su amor es correspondido, inocentemente se escriben cartas románticas que nunca alcanzan a demostrarse, con actos, en la realidad. Dichas cartas son llevadas y traídas por Renzo Morelli (Azolan), el mensajero, quien parece un simple caballero, sin voz ni voto.
Raphael, daría todo por Cecil, pero ella está a punto de comprometerse con un hombre rico de la sociedad, para salvar de la pobreza a su madre, Karina Sáez (Madame de Volanges). Claro que Cecil, no desea contraer matrimonio sino fugarse con su amado.
Toda la utopía y enamoramiento entre Raphael y Cecil, comienza a disolverse cuando su madrina, Isabelle de Merteuil, descubre las correspondencias. A partir de ese momento decide llegar a un acuerdo con su sobrina, prometiéndole no develar el secreto a su madre.
Cecil, confía, como una niña en la palabra de su madrina, pero no conoce su lado macabro y especulativo. Isabelle, un día, le cuenta a su madre toda la verdad, recomendándole que pase una temporada en casa de Tiki Lovera (Madame de Rosemonde), amiga de ella. Madame, las recibe a madre e hija, muy cálidamente y las hospeda durante unas semanas.
Esas semanas serán claves para el conflicto de la obra. Durante esos días se conocerá todo lo que, hasta el momento, se desconocía.
Pero, ¿quién es Sebastian de Valmont? ¿Cuál es el poder que tiene y qué es lo que oculta tras su rostro desafiante y pasional? ¿Logrará alcanzar su objetivo y romper un matrimonio?
Cecil, ¿qué relación y parentesco tiene con Sebastian? ¿Lo descubrirá en algún momento, lo sospechará? Su madre, ¿qué secreto pasado guarda?

¿Ganarán los buenos o los malos de la historia? ¿Los que parecen buenos, realmente lo son? Y, los malos, ¿podrán volverse aún más perversos, sin límite alguno?
Como todo relato, siempre hay un conflicto reinante, pero “Las relaciones peligrosas” honran su título, existiendo más de uno. Las tragedias que se acontecen, te dejan con la boca abierta. No podés creer lo que ocurre hasta que te convencés e hilás diálogo con diálogo.
Esta es una obra para no distraerse en ningún momento. Si lo hacés, puede ser que después no encuentres al culpable, puede ser que no encuentres la esencia ni los valores.
Justamente éstos últimos, los valores, son las piezas fundamentales de la puesta en escena. Por más que pertenezcas a una clase alta, el dinero no compra tu decencia y los ojos de la sociedad, pueden taparse y ocultar el verdadero odio y perversidad cometidos por algunos protagonistas de la historia.
¿Qué está bien y qué está mal en una sociedad del año 1.700? Una sociedad dominada por el hombre y, donde la mujer, está obligada a sentir en silencio, callando todo lo que le sucede.
Los colores en la vestimenta de los personajes, no solo son estéticos sino simbólicos. El blanco en Cecil y Marie, marcan la pureza y transparencia. En cambio, el negro, en el resto de los personajes connotan oscuridad, turbiedad en sus personalidades, manchas de maldad en algún punto.
Esta novela se denomina epistolar ya que su trama gira en torno a cartas escritas entre algunos de los personajes: entre Cecil y su profesor, entre Marie y su marido a quien no se conoce en la obra, entre Isabelle de Merteuil y Sebastian de Valmont. Si bien cada redacción es importante -para el nudo de la historia-; recién en el desenlace se sabe el papel fundamental que cumplen las cartas entre los dos protagonistas perversos de “Las relaciones peligrosas”.
Entonces cabe preguntarse, qué es lo peligroso. ¿Cuáles son los vínculos que corren peligro? ¿Existe realmente el peligro en esta intrigante historia francesa? ¿El peligro será un hecho puntual llevado a la acción o la palabra misma?
De lo que podemos estar seguros es que una relación por la fuerza -física- no perdura en el tiempo.
En tiempos donde la tecnología e internet suplantan un manuscrito -redactado con pluma y tinta-, es increíble poder permanecer expectantes casi dos horas, atrapados por palabras, intenciones, sensaciones, miradas y actos. Todo lo sutil y cada huella, quieren decir algo. Pero no es un “algo” pasajero, sino una pista que unida a la siguiente, nos permitirán saber el significado de cada texto, de cada diálogo y de cada relación, justamente.
Los ocho actores, tienen un desempeño excepcional. Como en una novela, existen los actores principales que son marcados por el relato, pero a mi parecer todos son imprescindibles en la obra. El que puede tener menos libreto para hablar, lo compensa con actuación en silencio. Esto también es un arte en el escenario, el notar cómo cuando uno se está destacando con la voz, el resto permanece en uno de los ambientes de la casa en que se divide la puesta en escena. Serían necesarios más ojos para captar cada movimiento de cada uno de estos artistas.
También es un placer escuchar sonar un piano, en vivo, de las manos de Cecil y Raphael.
En cuanto a la escenografía, ésta es perfecta para la época en que acontece la obra, de un estilo muy fino y distinguido. Si bien en el Siglo XVIII se hablaba de otra manera mucho más formal que en la actualidad, el guión está muy bien adaptado ya que consigue un equilibrio entre la época pasada y la vigente.
La iluminación va ambientando cada parte del escenario en que sucede aquello a lo que debemos prestar atención. Actúa exactamente paralela a como lo haría una cámara filmadora en la televisión. Las luces son las encargadas de decirnos qué es lo importante y en qué momento.
Retomando, por último, al escritor Pierre Choderlos De Laclos, es relevante conocer algo acerca de su vida para comprender el por qué de su novela. Él comenzó como militar, creyendo que era su verdadera vocación, cuando al pasar unos años empezó a redactar «Las amistades peligrosas» (muchas veces traducida como el título de la obra). Con el correr del tiempo, se volcó más a la escritura y en ella pudo plasmar sus frustraciones militares, la humillación por parte de la aristocracia y el rechazo de las mujeres que anhelaba en su momento.
Además de narrar sus propias vivencias, encarnadas en personajes, también se puede mencionar el contexto del país francés de esa época, la frialdad de la clase más alta y la necesidad de aparentar situaciones para «no hacer algo mal».
Quizás, de lo que no se dieron cuenta, los que tienen el poder -y dinero-, es que el pecar de inocente es peor que mostrar la verdadera faceta.

Mariela Verónica Gagliardi
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Escrito
en abril 1, 2019