Minientrada

Con una escenografía que nos ambienta inmediatamente en los años 50´, es que comienza esta historia. Una historia que fue real, pero será narrada brutalmente cómica por momentos para que podamos digerirla sin oponernos. Como saboreando un helado de chocolate al que no podríamos jamás decir que no.
La Revolución Libertadora le abre las puertas a un grotesco sin igual, muy bien interpretado por los cuatro artistas en escena, con un libro punzante como debe ser y con la fina pluma de una gran directora que los sabe llevar por cada uno de los recovecos de esta era.
Así es como “Fanny y el almirante” (dramaturgia de Luis Longhi y dirección de Tatiana Santana) nos invita ser espectadores de un íntimo y desagradable encuentro entre este personaje funesto de la historia argentina y la delicada actriz-amiga de Evita.
La iluminación cumple un rol central en la obra porque, gracias a ella, seguimos (al igual que en una película) lo que se quiere perseguir. Los relatos tienen mucho del séptimo arte y también de lenguaje teatral, una combinación perfecta para lograr la inmediatez y efectividad en cada una de las escenas desarrolladas.
En menos de una hora de reloj se puede conocer la síntesis y fragancia de lo que fue ese año 1955 en el país, de lo que había que callar y omitir para subsistir y de lo que había que aferrarse cuando se trataba de defender ideales hasta el hartazgo.
Nacida en 1920, Fanny Navarro (Rosario Albornoz) tuvo la suerte y desdicha de haber sido muy afín a la gran Evita. ¿Por qué digo esto? Porque podría haber dejado de existir en cuestión de segundos si el almirante (Luis Longhi) lo hubiera así ordenado. Porque con tan solo observar su dedo, habría visto relucir un anillo que su amiga le regaló en cierta ocasión y que no quiso quitarse jamás. Porque bastó que el autoritarismo se le plantara con graciosa voz, para que ella estuviera más segura que nunca de permanecer fiel a su sentimiento -sabiendo que no estaba cometiendo ningún crimen-.
Un cierto día, ella es llamada para una reunión (recibida por el secretario y Marino, interpretado por Lalo Moro). Su madre (Karina Antonelli) la acompaña totalmente temerosa y es así como se desarrollan unos diálogos deleitosos. A través de éstos, podremos reír a carcajadas burlándonos irónicamente del submundo recreado por estos uniformados, para ingresar en el código del grotesco y terminar lagrimeando -prácticamente en shock-.
Gracias Tatiana por dejarnos pasar una noche tan realista, tan cargada de todo lo que hace falta para no titubear entre lo que fue y será. Porque la excelencia de esta directora en todo lo que hace, permite que la política se escabulla sin que (quienes no son amantes de ésta) la sintamos. Si no se supiera de lo que se está hablando, bien podría tratarse de una reunión durante la cual un hombre intenta y pretende seducir a su presa. Una presa ingenua que reposará hasta dar el primer paso. Ahora, adentrándonos en el plano político, Fanny pudo haber tenido una mejor carrera en la que brillar pero escogió la que su corazón le dictó. ¿Existe acaso mejor elección?
¿Se puede borrar una amistad, un orgullo, una creencia, solo por temor a?
Como si fuera poco, tuvo una relación estrecha con Juan Duarte (hermano de Eva), la cual desencadenó en una casi tragedia desde el momento que apareció muerto.
Y en lo que respecta a los inicios de la vida política de Fanny, en 1949 se afilió al Partido Peronista, logrando militar a diario. Lo más curioso fue que cuando se enteró Evita, le otorgó un puesto: «La felicito. Desde hoy es la presidenta del Ateneo Cultural». Desde este lugar, claro que ella conseguía transmitir el mensaje del partido pero de una manera más “elegante”.
De ahí en más, los días de Navarro fueron potencialmente cargados de pasión, adrenalina, amor y tristeza al ser descubierta. Como si se tratara de una rata que apesta. Así fue juzgada por Próspero Fernández Alvariño, este hombre que como todos los de su clase creían que podían hacer titubear a cualquiera que no los obedeciera a estos ladrones de patria.
Pobre, devastada, sin trabajo, viviendo con su madre, sin el amor de su Juan y sin Evita; Fanny acudió a esa charla ingrata. Claro que el golpe bajo tuvo que ser dado y el remate de la obra se da de tal modo que nos deja atónitos.
Para quien conozca la cronología de los hechos podrá saber de qué trata, aunque lo mejor es presenciar la puesta en escena despojados de tanta información. Sumergiéndonos en el lenguaje que se plantea, absorbiendo aquellos momentos de escalofríos -pudiendo sonreír al comienzo de la dramaturgia, para luego quedar en el letargo-.
Mariela Verónica Gagliardi
Escrito
en mayo 5, 2021