La infamia tiene cara de mujer
Gonzalo Demaría es uno de los mejores dramaturgos que existen. Lo afirmo y confirmo sin soberbia sino con total honestidad. Él es capaz de contar un hecho, un acontecimiento o su propia versión de un escritor y darle una impronta como para convertirla en historia.
En esta oportunidad, Juegos de amor y de guerra, nos narra una época recordada como Infame por el Golpe de Estado del 43 en que se pone fin a la presidencia de Ramón S Castillo (1940-1942). La acción se ubica en 1942.
Pero lo más interesante de la obra de teatro no se basa en los detalles políticos y militares, sino en una historia de amor en la que queda inmersa una familia entera. Una familia que dará qué hablar de principio a fin.
Por eso, el elenco con Luisa Kuliok y Diego Mariani a la cabeza podrán ir sacando los trapitos al sol de los personajes que caracterizan y contando las miserias que tienen bien adentro. Porque esta mujer y este hombre representan clases sociales opuestas que lucharán, incansablemente, arriesgándolo todo. ¿Por amor?
Militares, ideas demasiado conservadoras, tiranía, persecusión por ser «diferente», más dolor y más uniformes por doquier pretendiendo ocupar los cuerpos inocentes en pos de la homogeneidad.
Asco y más asco a esa sociedad que a veces quisiera replicarse sin que «nadie» se de cuenta. Ideas que solo producen rupturas inexplicables y que pretenden demostrar quién tiene el poder.
Una mujer que quiere casar a su hija con un Teniente, dejando de lado los escrúpulos y dejando en evidencia quién es en verdad. A ella parece no importarle demasiado si avanza hacia una u otra dirección porque lo que la mantiene en pie es su condición de millonaria, de señora de clase. Y nada más.
Sus tapados y ropa fina le permiten seducir a quien desee, aunque no convencer como quisiera con sus pobres argumentos.
Una hija (que no está en escena), un hijo manipulado a gusto y piacere de quienes manejan sus hilos, un artista francés que por lucir no tan masculino es perseguido y maltratado. Sangre, muertes y un modelo empecinado en convertir las desigualdades en un molde único.
Espanto y más espanto para quienes se creen con derecho a invertir su tiempo, energía y dinero en utilizar el poder en algo tan mafioso y perverso.
No puedo dejar de pensar en el gran personaje que encarna Sebastián Holtz, en su forma de desplazarse en escena, en su interpretación y canto. Es único, es perfecto. Realmente un rol exquisito para degustar cada vez que interviene.
En cuanto a Luisa Kuliok resulta encantador tener a la diosa de las telenovelas actuando frente a nosotros porque sigue demostrando que una simple mirada, un tenue movimiento o un grito inesperado significan un antes y un después. Ella se luce deleitosamente bien sola o acompañada. Apasionada o ultrajada.
Es atrapante la dramaturgia y la forma en que Oscar Barney Finn la dirige, otorgándole un ritmo muy a su estilo y las pausas en los momentos oportunos. Así se puede disfrutar de Juegos de amor y de guerra sin perder detalle alguno. Contemplando cada diálogo, cada instante… como haciendo que todas las escenas perpetúen en el tiempo.
El resto del elenco acompaña realmente bien y, entre todos, conforman una novela dramática. Con respecto a la escenografía (a cargo del talentoso Alejandro Mateo), es sutil y minimalista, permitiendo fusionar las actuaciones con la misma y no dejándola como parte de un decorado. A esto se suma un vestuario divino que ubica en tiempo y espacio al espectador, junto a la iluminación impecable que recorre el pasado y presente sin inconvenientes.
La sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación le calza justo a esta obra y se observa a cada uno de los actores desde el lugar que se esté. Una historia para reflexionar, para sentir que el tiempo venidero no tiene por qué repetir el pasado. Porque todo lo pasado no siempre fue mejor y el futuro puede construirse con otros ladrillos más imperfectos, únicos, y elegidos por seres que aman la vida; no que quieren destruirla.
¿Alguien que se ama puede aniquilar?
¿Alguien que se respeta puede faltar el respeto?
¿Alguien que tiene una familia puede decidir por ella?
Años después llegaría la Guerra, El Golpe de Estado, la sucesión de gobiernos de facto y una ideología que junta más polillas que sabiduría. Una ideología que mató, mata y matará mientras se la siga repitiendo como verdad.
Escrito
en julio 29, 2017