Minientrada

(…) si uno se pone a cantar
un nochero lo acampaña
y en cada vaso de vino
tiembla el lucero del alba (…)
Svaboda (escrita por Bernardo Cappa con la colaboración de Pablo Chao, Aníbal Gulluni, Gabriel Guz y Laura Nevole; dirigida por Bernardo Cappa; dirigida por Bernardo Cappa) nos ubica en un pueblo del interior en que conviven un matrimonio con varios problemas. Uno de ellos es la mala relación que tienen y, el más reciente, el que está relacionado con un accidente entre una vaca y un camión de la ciudad.
A partir de este hecho es que las conversaciones irán despojándose de todo resentimiento y las verdades saldrán a la luz.
Irónicamente, Svaboda (Svoboda en ucraniano) significa libertad y es el nombre de un partido político de ultra derecha en dicho país. ¿Cómo se rompen las barreras entre lo censurado y lo deseado? Un autoritarismo político que se implanta y se desdibuja hasta, absurdamente, mostrar cuán inútil resulta prohibir.
Un abogado (Osvaldo) llega a este rancho humilde y precario, para pedirles llegar a un acuerdo y no ir a juicio con su cliente. Pero, el idioma ruso mediante y la “ignorancia” que menciona el letrado, impiden que los tres puedan entenderse correctamente.
Por la radio se escucha un gol de Kempes y Liev le dice contento a Osvaldo que se trata de Argentina. Es, justamente, esta empatía que surge entre ambos la que les permite, luego, conseguir un diálogo más ameno con Abdoquia.
Cada uno de ellos busca algo determinado aunque todo gira alrededor de la libertad. Lo que para uno es liberarse para el otro es seguir prisionero en su propio hogar, incómodo e infeliz. Solo será cuestión de animarse y dejar atrás el presente para apostar a un futuro incierto. De por sí, considero que todo lo venidero es un interrogante sin demasiadas certezas reales.
Viejo aire, ¿qué te han hecho? – dice Osvaldo. Un aire brumoso, metafóricamente hablando, es el que se posa sobre esta familia con una pesadez que obstruye sus sentidos.
Tan fácil puede resultar a veces ser feliz, sobre todo si se trata de compartir lo mismo que se siente.
Observar por la ventana la vida pasar, la naturaleza estática, las nubes y sus formas y ombú en medio de la nada.
Un escrito que volará por el piso junto a otros croquis realizados de una manera muy carismática en que quedará clara la visión del matrimonio, sobre todo la de Abdoquia.
Tres personajes que se muestran incómodos y con ganas de imponer su visión, justificando cuando lo crean conveniente.
Mientras las tareas cotidianas llaman a la puerta, es el momento de conseguir alimentos para la mesa -los que obtendrán con sus propias manos-. ¿Puede considerarse valiente aquel que mata para comer o el que se retira a tiempo de un caos familiar? La sangre como simbolismo de toda tragedia, que recorre la piel, las ropas y la fragilidad de estos tres humanos que se debaten entre lo que corresponde y lo que no. Entre lo correcto e indebido, entre lo permitido y lo prohibido. Como la ley, como lo que se supone que está bien hacer ya que, caso contrario, tendrá una sanción.
El matrimonio conversa en su idioma, y el abogado observa y escucha. Después, los dos hombres hablan y la mujer mira desde una ventana. Luego el abogado y ella conversan y se miran mientras su marido decide qué decisión tomar. Siempre uno de los tres se convierte en observador pasivo, lo cual le otorga a la dramaturgia más tensión e intriga.
¿Dónde estará escondido ese papel? ¿Estará escondido o inmerso en el desorden de la casa?
Cada quien pretende salirse con la suya para salir “victorioso” de la situación y lo que puede darse por sentado posiblemente no sea lo lógico o supuesto. Svaboda es una historia que parte de lo pequeño y se hace gigante. Que finaliza pero bien podría seguir como la serie Bonanza, durante temporadas que ilustran las aventuras de una familia en el oeste estadounidense.
En esta ocasión, esta pequeña familia sin hijos solo precisa acceder a cosas que podría tomar del otro. No necesariamente del otro miembro familiar pero sí, retroalimentarse como triángulo con la llegada del letrado que implanta su deseo por favorecer a los desfavorecidos -o sea a ellos- y terminar de una vez por todas con la situación tirante.
Dominante o dominado, una fiera sobre un ratoncito o un ratoncito que se hace cada vez más pequeño para resurgir como un gigante entre la desesperación y el astío del campo. Entre un alambrado roto por el que una vaca corrió tras el camión para demostrar cómo un animal puede ser más que cualquier transporte que se pasea por zonas agrícolas.
La huella del hombre pisa fuerte, invade sin que se la llame y hunde a sus propietarios.
El hombre de familia que no quiere ocupar ese lugar, que se siente ajeno a éste y que se inmola ante cualquier situación ríspida con su mujer, la cual parece llevar los pantalones para justificar, al menos, su carácter podrido y su alma agresiva.
¿Ser violento es tener carácter o todo lo contrario?
Una estética pobre, humilde, abandonada, que muestra una mesa de madre con dos sillas de diferente estilo, otra mesa con una radio y un aljibe. Tienen lo básico en cuestión de lo material, pero ellos necesitan un cambio urgente para empezar a vivir de verdad.
Ella se sienta siempre en el mismo lugar, junto al alambrado que está ausente visualmente pero que podemos imaginarlo. Mira a través de él y espera que se produzca ese cambio. Es para lo que nunca va a venir – dice su marido al abogado.
Aunque ella sigue llorando como cada vez que mira la fotografía de una esquina. Seguramente una esquina significativa en Rusia. Su Rusia, su lugar, su hogar.
El tiempo sigue transcurriendo, el sol se esconde de una vez y el mate con budín hace su aparición para distenderlos un poco, para que el alimento horneado por sus propias manos les pinte una sonrisa de satisfacción. Así se produce, como la templanza que tienen en sus rostros por momentos, la cual se modifica, al instante, para recordarse sus propósitos.
La comicidad está presente a lo largo de toda la obra, una obra realmente excelente que enaltece la escritura de Cappa, pintando un paisaje perdido como si se tratara de un cuadro en la pared.
A la vez que la ira, la furia y el rencor se imprimen en sus corazones, salen a la luz, se esconden y caminan velozmente por sus mentes… hasta recordarles que tienen que elegir sin pensar demasiado.
Unas tiernas melodías de violín dibujan un retrato perfecto, ideal, de novela romántica. Absurdamente, quizás. Idealmente para que el desenlace sea el más propicio para que la zamba dibuje su coreografía.
Y si la vaca hablara, ¿a quién le daría la razón, qué estrategia llevaría a cabo, qué acorde danzaría?
Dramaturgia: Bernardo Cappa con la colaboración de Pablo Chao, Aníbal Gulluni, Gabriel Guz y Laura Nevole. Elenco: Pablo Chao, Aníbal Gulluni y Laura Nevole. Dirección: Bernardo Cappa. Funciones: domingos 20 hs. Teatro del Pueblo.
Mariela Verónica Gagliardi
Escrito
en agosto 21, 2019