La película «El castillo» (de Martín Benchimol) nos cuenta una historia conmovedora en la que una madre con su hija, viven en una casa que heredaron.
Pero, la vivienda (ubicada en Lobos – Provincia de Buenos Aires), que es estéticamente un castillo, con muebles de estilo y su vajilla haciendo juego, tiene bastantes deterioros edilicios y en sus cañerías; motivo por el cual ambas mujeres tienen que rebuscárselas para que no se siga viniendo abajo, cumpliendo -a su vez- con el mandato de la señora (dueña anterior de la casa y jefa de la actual) quien le pidió que no la vendiera.
Una supervivencia de la que Justina no parece estar tan en contra, en cambio, su hija Alexia pareciera ser que no ve la hora de salir de ese lugar para siempre.
Justina es aborigen, tiene un temple muy tranquilo y para irse a vivir al castillo tuvo que separarse de su pareja, quien trabaja lejos de allí; mientras, Alexia, intenta vivir su adolescencia a full (tocando la batería, mirando autos en internet y hablando con su amigo, quien es dueño de un taller mecánico).
El ritmo de la historia, al principio, es lento como una brisa y la suavidad de las cortinas de una mansión que en su momento de apogeo -seguramente fue deslumbrante- y nos introduce a las dos protagonistas de la misma: la dueña difunta de la casa, una artista que tiene, evidentemente, un pasado amoroso bastante oculto y, la de Justina, que es quien hace de puente entre la primera y su vida actual. Ella vive a través de la historia de su antigua ama, a quien sigue respetando en todo momento. Esto genera mucha nostalgia y emoción ya que conserva toda la vajilla, armas, sillas y demás; como si estuviera viva.
Un gran quiebre surge en el relato cuando aparece de visita toda la familia de la antigua dueña y es, recién ahí, cuando la miseria humana, los chismes e intromisiones; surgen espontáneamente.
Su capital está conformado por unas vacas que también heredó y las cuales va vendiendo, de a poco, para subsistir.
Son varios los ejes y conflictos de la película, los cuales podemos conocer en cuanto llega a la mitad, aproximadamente.
Hay mucha hostilidad en la relación con su hija, pero, más adelante se comprenden los motivos: la madre pretende tenerla a su lado para no quedarse sola en la casa. Una casa, que como mencionaba al principio, se cae a pedazos; pero que, a su vez, le trae muchísimos recuerdos de su infancia.
Perros, un gato, una gallina, un chanchito y un cabrito de mascota; completan el paisaje del film. Un film encantador y con muchos matices.
Con respecto a los tonos que se utilizan en las imágenes son fríos y los planos, en general, americanos y panorámicos.
En cuanto a la musicalización (a cargo de José Manuel Gatica), es para deleitarse por completo. Los instrumentos de cuerda frotada como: violín, viola y cello, la flauta; clarinete y percusión; cumplen un rol protagónico porque realza, aún más, los momentos peculiares de la trama. Da la sensación de estar inmersos en un gran cuento de género fantástico por más que no surja ningún elemento del mismo más que el sonoro y ciertas reminiscencias a los cuadros de la anterior dueña. Esto genera suspenso, intriga y una paz absoluta a lo largo de El castillo. Una vivienda que tiene vida propia, a pesar de que los escombros pretendan generar el efecto contrario.
La vida de Justi, como la llaman, cobra un vuelo distinto al del principio y las decisiones que empieza a tomar la ponen en primer lugar. Recién ahí se percibe como dueña.
FICHA TÉCNICA
Protagonistas: Justina Olivo y Alexia Caminos Olivo
Producido por Mayra Bottero, Gema Films
Coproducido por Sister Productions
Productoras: Mayra Bottero, Gema Juárez Allen, Clarisa Oliveri
Coproductoras: Heidi Fleisher, Julie Paratian
Guión: Martín Benchimol
Fotografía: Nico Miranda, Fernando Lorenzale
Montaje: Ana Remón
Diseño de sonido: Sofía Straface
Música Original: José Manuel Gatica
Coproductor Premio WIP Latam San Sebastián: Nephilim Producciones
Prensa: Luciana Zylberberg - IG @lucianazylberbergprensa

Escrito
en noviembre 30, 2023